ASOCIACIÓN PROVINCIAL SEVILLANA DE CRONISTAS
E INVESTIGADORES LOCALES

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¿POR QUÉ ERES GRAN PODER?

0671Cofradía del Santísimo Poder y Traspaso (siglo XVII)

En la periferia de la ciudad, radicaba la hermandad del Santísimo Poder y Traspaso de Nuestra Señora, colindando con los paños de muralla cercanos a la Puerta Osario, dentro de una capilla de la iglesia del desaparecido convento franciscano del Valle –precedente del actual templo de los Gitanos–, cuando fue tallado el portentoso Nazareno en el año 1620. Al recibir el encargo, Juan de Mesa tuvo que conocer la significación teológica de la advocación que debía encarnar. Un documento autógrafo aparecido en el interior de San Juan Evangelista, durante su restauración hace varias décadas, nos confirma que dicho escultor había sido su autor (1620) y que éste tuvo que ser muy consciente del título de la advocación del Cristo, como se deduce del manuscrito que expresa literalmente haber sido hecho el Discípulo Amado para la «Santa Cofradía del Poder y Traspaso de Nuestra Señora y Ánimas del Purgatorio».

Después de que Mesa realizase la imagen del Señor, los frailes franciscanos ayudaron a aumentar su culto y expandirlo hacia el otro lado del océano, por el Nuevo Mundo. En Quito (Ecuador) se venera desde los años centrales del siglo XVII, una imagen de idéntico título que tomó el modelo sevillano como prototipo escultórico. Gracias a un libro antiguo de «cofradas» que todavía conserva la hermandad del Gran Poder en su Archivo, hemos podido comprobar que en el pasado formaron parte de la corporación ciertas mujeres (Cervantes, Mesa, Miranda y Castro), casadas con tratantes y mercaderes del momento que gozaban de una cierta liquidez económica. Dinamizaron el seno corporativo entonces unos cofrades vinculados a los circuitos comerciales de la época, como lo pone de manifiesto la distribución de huchas y alcancías por muchos enclaves estratégicos, e incluso hasta en América. Esta circunstancia permitió a algunos de sus mayordomos invertir en la adquisición de enseres, vestuarios e imágenes de primer nivel para la cofradía. Representa un claro ejemplo de aquellos cofrades resolutivos, don José García de Verástegui, quien a mediados del siglo XVII logró dotar a la hermandad de un notable esplendor cofradiero, antes nunca conocido, pese a las coyunturas de esterilidad económica propias de la época que le tocó vivir.

En aquella Sevilla corrompida del Seiscientos, todavía con tintes de opulencia debido al tráfico mercantil de los negocios coloniales con América, en la que se vendían y compraban los cargos públicos, con el consentimiento de la Corona, el pueblo llano vivía en medio de una enorme penuria; los privilegiados gozaban de placeres mundanos y la población se martirizaba con cargos de conciencia pecadora, continuamente criticada por los muchísimos curas y frailes que había por todos los rincones. Esa llamada al arrepentimiento arengada desde los púlpitos, llevaba al pueblo a ejercitar prácticas penitenciales que colmasen sus necesidades purificadoras. A diferencia de la cofradía de la Santísima Cruz de Jerusalén (El Silencio), en la que sus penitentes iban descalzos, con coronas de espinas en la cabeza, en imitación de Jesús Nazareno, y con las cruces sobre sus hombros, la del Santísimo Poder permitía a sus penitentes que pudieran sentirse llamados a desprenderse de sus pecados, fortaleciéndose como hombres, emulando los azotes de sus flagelaciones. Prueba del éxito de esta modalidad de disciplina tan arcaica, son las 222 túnicas de sangre, «con sus azotes», que en 1660 empleó la hermandad del Traspaso en su procesión de Semana Santa, al margen de 184 túnicas de luz «para la cera», según recogen las Actas que hemos examinado. En 1680, la sagrada imagen del Gran Poder fue llevada a la Catedral de modo extraordinario en procesión de rogativas, junto a las imágenes más veneradas, por lo que su fama era ya más que notable. Paulatinamente fue eclipsando la importancia devocional del Crucifijo de San Agustín, hermandad vinculada con la nobleza, para cuyo cortejo estaba obligada la hermandad del Traspaso a ceder túnicas de sus disciplinantes, después de cumplir su procesión. En la década última del siglo XVII, la cofradía del Santísimo Poder y Traspaso se marchó del convento del Valle y terminó asentándose en la céntrica parroquia de San Lorenzo (1703), después de haber residido momentáneamente en varias capillas conventuales. Con la llegada a este templo se consuma el fin de una etapa en la que se consagra el éxito devocional de su imagen titular y el de una advocación que trasvasa fronteras, gracias a las iniciativas promovidas por un determinado grupo social adinerado, aunque todavía no aristocrático. Por tanto, esto nos hace ver que el desarrollo iniciático del Gran Poder no la materializó precisamente un barrio, como ocurre en el caso de la Macarena, sino un colectivo aburguesado. Misteriosamente, los devotos encontramos en el rostro del Señor la confortación de una mirada compungida, que parece buscar fervorosamente al pueblo, invitándonos a que lo imitemos y le sigamos; de ahí que el camino de la salvación había de andarse, según la mentalidad religiosa del Siglo de Oro, con el esfuerzo penitente de soportar la cruz de nuestros pecados, a imagen y semejanza del Redentor…, tal como verdaderamente enseña el Gran Poder de Sevilla.

JULIO MAYO ES HISTORIADOR Y ESTÁ ESPECIALIZADO EN RELIGIOSIDAD POPULAR

Eres Gran Poder porque…
Desde que la hermandad radicaba en el convento franciscano del Valle, las reglas más antiguas que se conocen, fechadas en 1570, diferenciaban en su título Poder y Traspaso. La primera de las invocaciones califica a Dios, como fuente única de todo poder y no alude a ninguna cualidad intermediadora de la Virgen. De hecho, estas mismas reglas en uno de sus capítulos significa que en la procesión se lleve «un Cristo con su cruz a cuestas que se titule Jesús Nazareno del Gran Poder Santísimo». Esta propuesta de profunda carga teológica, que exalta la omnipotencia divina, hubo de ser sugerida a los cofrades fundadores por algún religioso franciscano, u otro mentor espiritual, buen conocedor de la literatura mística del momento. Por ello, no ha de resultarnos extraño que la imagen fuese conocida a nivel popular como «Santísimo Cristo Jesús Nazareno», sin que llegase a trascender mucho en la calle su auténtica denominación aquellos años del siglo XVII. De hecho, en las propias Actas de la hermandad no figura asentado como Gran Poder hasta 1686, dos años antes de que Ruiz Gijón tallara el paso del Señor (1688), decorado con cartelas de pasajes alusivos a episodios de la Biblia mediante la escenificación del gran poder de Dios sobre el pueblo elegido. Razón ésta más que suficiente para entender que la imagen del Gran Poder no tomó su nombre precisamente del mensaje de las andas labradas por Gijón, como incluso ha llegado a afirmarse, sino que los tarjetones recrean plásticamente la riqueza de matices espirituales de una advocación bastante remota de la que también tuvo que ser conocedor el imaginero utrerano.

ALGUNAS CLAVES DEL ÉXITO (SIGLO XVII)

C O F R A D Í A
▪Ubicación periférica en la iglesia del Valle, desde donde esta expresión de religiosidad popular pudo promover sus cultos penitenciales y difundir los milagros impactantes de su imagen titular.
▪Participación de los frailes franciscanos en la difusión de la advocación (Sevilla y América).
▪Grupo social de cofrades con dinero líquido que invirtió en la adquisición de enseres e imágenes de primer nivel escultórico.
▪Modalidad penitencial de la Disciplina. Supuso todo un reto de hombría en aquella Sevilla del siglo XVII.
▪Sevilla y todo su variopinto entramado poblacional fue clave para el exitoso desarrollo de la religiosidad masiva del barroco.

I M A G E N
▪Idoneidad del título de su advocación.
▪Efigie portentosa y monumental.
▪Encarna un Varón de Dolores lleno de virilidad y plenitud, espejo de virtudes espirituales y humanas.
▪El conjunto de su figura sobrecoge, mueve a devoción, irradia fe y proyecta un enorme poder milagroso y taumatúrgico.
▪Desprende personalidad y atrae al clamor popular, debido a su enorme poder de convocatoria. Propicia poder crear grandes vínculos afectivos y tradición.
▪La devoción de un pueblo. Sevilla lo ha hecho su Señor y Él carga con toda la ciudad entera sobre sus hombros. Es una de nuestras principales señas de identidad.

EL RETABLO MAYOR DE CONSOLACIÓN DE UTRERA: DESCUBRIMIENTO DE SU AUTORÍA

0263Con una corrida de toros se celebró el lunes, 24 de julio de 1713, la conclusión del colosal «retablo puesto en el altar mayor del convento de Consolación» –como no podía ser de otro modo en Utrera–, según el acuerdo municipal adoptado por el ayuntamiento de aquel momento. Una impactante máquina barroca de considerables proporciones, sirvió para renovar la escenografía de entronización de la Virgen, que hasta entonces había ocupado otro retablo erigido a principios del siglo XVII, bajo el patrocinio del conde duque de Olivares. La espectacularidad de la renovada simulación arquitectónica, otorgó al espacio un nuevo efecto visual, con el que la imagen titular adquirió mayor resplandor. Sugestivo modo éste de poder reactivar el prestigio de la efigie (tras atenuarse algo la intensidad devocional con la que tan poderosamente había irrumpido a mediados del siglo XVI), modernizar su culto y hacer más atractivo, en definitiva, el interior del santuario.

Gracias a unas providenciales anotaciones, recogidas en la portada del «Libro índice» de las escrituras del notario Cipriano de Medina, sabemos que diez años antes, en 1703, se había puesto ya el primer banco, sobre cuyos trabajos de ensamblaje no volvemos a tener más noticias documentales hasta el 18 de abril de 1707. Aquel día se produjo la entrega –suscrita ante notario– de un dinero a cuenta de la obligación de construirlo. El documento, hallado recientemente en los fondos del Archivo Histórico Provincial de Sevilla, sección de Protocolos notariales de Utrera, especifica las cantidades económicas entregadas por distintos bienhechores al maestro ensamblador encargado de la obra. De un lado, abonó 3.269 reales el padre Corrector, Fray Melchor de Perea, en nombre de toda la comunidad de los Mínimos que regentaba el convento de Consolación, y de otra, el marqués de la Cueva del Rey, don Juan de Hinestrosa (el integrante más poderoso del potentado local), junto a su hermano don Cristóbal (miembro del Consejo de Castilla), mancomunadamente suministraron 13.680 reales, como herederos del patronazgo de la capilla mayor del templo, que en vida había disfrutado el suegro del primero, el gentil hombre del Rey, don Lorenzo López de Seixa, vecino de Sevilla y caballero de la Orden de Santiago. De todos modos, el retablo no terminaría de dorarse por completo hasta algunas décadas después de 1713.

El retablista sevillano Francisco Javier Delgado, autor de la obra

En contra de lo publicado hasta la fecha, pues algunos autores venían atribuyendo la autoría a Juan de Brunenque (pariente político de Pedro Roldán), la «Carta de pago» que hemos encontrado descubre al «maestro de escultor» sevillano Francisco Javier Delgado como autor responsable de «…hacer un retablo para la capilla maior». Así lo acredita la importantísima cantidad que recibió, un total de 16.949 reales, en satisfacción de los trabajos que había verificado desde que comenzó a labrarlo. Se trata, Delgado, de un artista de la capital, avecindado en el barrio de la Magdalena, que, heredero del quehacer retablístico de otros grandes maestros, como Bernardo Simón de Pineda y Juan de Valencia, venía recibiendo encargos en Utrera desde principios del siglo XVIII. Este excepcional trabajo pasa a engrosar la producción laboral de Francisco Javier Delgado, a quien la historiografía nunca ha considerado como retablista de primera línea. Tal vez, esta nueva identificación ayude a revisar la dimensión de su figura. Se compone la estructura que estudiamos de un amplio banco, sobre el que se disponen dos grandes cuerpos, divididos en tres calles. Llama la atención el uso alternado de esbeltas columnas salomónicas y estípites, una genuina combinación que pudiera deberse al periodo de transición estilístico en el que se produjo la plasmación de la obra. Delgado es posible que se hubiese formado en el periodo de la ya decadente utilización de la columna salomónica, por lo que la introducción en este retablo de la nueva tipología del «barroco–estípite», no es más que un ejemplo del esfuerzo que aquellos maestros tuvieron que realizar para adaptarse a las nuevas corrientes estilísticas de inicios del siglo XVIII.

Manifiesta todo el conjunto entallado –con un programa iconográfico de exaltación mariana y de la Orden Mínima–, características propias del barroco pleno, representadas por la intercalación de líneas rectas con el dinamismo de cornisas curvadas y su fragmentación, elementos que marcan el tránsito hacia el ático. La visualidad se completa con un exuberante repertorio ornamental en el que adquiere protagonismo la decoración vegetal, articulada a base de festones y guirnaldas de hojarascas. Por toda la superficie lignaria emergen angelitos y bustos de querubines, en evocación de la especial predilección deparada por la imagen hacia los niños, a los que en gran número –se cuenta– congraciaba con sus prodigios y maravillas. La visita incesante de peregrinos, atraídos por el poder milagroso de Consolación, razona la disposición de un amplio camarín a las espaldas de la hornacina principal, sobre el que gravita la articulación de esta hermosísima pieza artística, catalogada como una de las más notorias y monumentales de Andalucía

LAS LUCHAS DE PODER Y EL REFUGIO DE QUEVEDO EN VILLANUEVA DEL RÍO

0249DON FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS

Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas, nació en Madrid el 14 de septiembre de 1580, y falleció el 8 de septiembre de 1645.

Fue un escritor español prolífico, político, y noble pues tenía el título de Señor de La Torre de Juan Abad y Caballero de la Orden de Santiago.

Cuando Francisco de Quevedo al hacer su testamento, aparte de sus dos amigos don Florencio de Vera y Chacón y don Francisco de Oviedo, designa como albaceas y testamentarios «a los excelentisimos señores duques de Medinaceli y Alcalá y al duque de Güesca…»(1), el primero es llamado duque de Alcalá en la correspondencia de Quevedo desde la muerte de su esposa Ana María Luisa, V Duquesa de Alcalá. El segundo, marques de Villanueva del Río y duque de Alba, aparece con el titulo de duque de Huéscar, propio de los primogénitos de la Casa de Alba y que empezó a usar doña Antonia Enríquez de Ribera desde su matrimonio don Fernando Alvarez de Toledo, hijo mayor del V duque de esa casa. Y que refleja una amistad cuando se refiere a el con cierta familiaridad cuando en Mayo de 1636 escribía desde Madrid: «Aquí llegó ocho días ha el marques de Villanueva del Río, y estando yo en mi posada anteanoche, se entró por la puerta solo sin criado alguno; es un muy notable señor. Díjome ayer, que fui a verle, que el Almirante hacía como que iba contento, siendo así que no lleva en su patente nada de lo que se ha dicho; y de otra persona, que yo diré a vuecelencia, supe que estaba dado a los diablos» (2)

0250A traves de estas notas, se observa una relación de Quevedo con la más rancia nobleza andaluza de la época y que esta relación y su amistad con el duque de Osuna que fue su mecenas durante toda su vida, hizo que estuviese incluido dentro de la orbita de las familias Tellez, Guzman, Enriquez, Girón, Ponce de Leon, medinaceli, todas ellas emparentadas por matrimonios entre si y que se oponian al Conde-Duque de Olivares por ser este como se conoce ahora «un trepa». Si bien este, interviniendo en la prisión de Quevedo porque era su obligación, que no por venganza personal, y que quizá por alguna razón de estado que se desconoce e imposible de averiguar.(3). Habida cuenta el fracaso de la conjura para la independencia de Andalucia, el Conde-Duque se permite ser magnanimo con de duque de Medinasidonia, cabecilla de la rebelión, combinando severidad en el destierro con el perdon de la vida cuando Olivares puso las cosas en su sitio.

0251Cuando el 2.X.1618 el Cardenal-Duque de Lerma cae en desgracia y es desterrado a Valladolid, su sustitución por el Duque de Uceda no mejora la posición de Osuna, y Quevedo debe abandonar Nápoles para España, acabándose su carrera política al caer estrepitosamente su protector el Duque d Osuna, haciendo que Quevedo se refugie en casa de su cuñado el Marques de Villanueva del Rio, hasta que mejorasen la cosas ya que la conjura surte efecto al prestar oídos Madrid a las falacias de Venecia : Bedmar es destituido y Osuna acusado de ambicionar el trono napolitano. Sin que pudieran ser plenamente demostrados estos cargos, la independencia del virrey a la hora de actuar y su evidente valía y ambición le hicieron sospechoso a ojos del Rey y fue llamado a Madrid en 1620. Allí, Osuna, suspendido en todas sus funciones, debe responder a las acusaciones de traición ante el Consejo Real, pero al sentarse en el banquillo su caída es inmediata, aunque al no prosperar el «caso», sería rehabilitado poco después. A pesar de que el Conde-Duque de Olivarescuando inició su gobierno, su primera medida fue separar del poder a todos los personajes que habían estado en con los validos Lerma y Uceda, condenando con castigos ejemplares los abusos del reinado anterior, además de situar en sitios estratégicos a sus propios parientes y amigos.

0252Con la muerte de Felipe III en marzo de 1621, y la entronización de Felipe IV, se produce un cambio de Gobierno al ceder éste las riendas del poder a Olivares, quien empezó a arremeter contra la alta aristocracia, y concretamente contra los duques de Osuna y de Alba. El 7.IV.1621, Osuna es arrestado y llevado al castillo de La Alameda, nombrando Felipe IV una junta para procesarlo a la vez que la esposa del duque, Doña Catalina Enríquez de Ribera, marquesa de Villanueva del Río, enviaba, desde Nápoles, un memorial al monarca, lavándole de toda culpa ; un gran gesto en vano.

0253El III Conde de Olivares empezó a llamarse Conde-Duque de Olivares desde que se le concedió el Ducado de Sanlúcar en 1625. A su muerte, el título de Duque de Olivares fue desglosado del de Duque de Sanlúcar.

Finalmente, las guerras de Portugal y Aragón y la conspiración andaluza, terminaron derrocando al Conde-Duque de Olivares el 17 de enero de 1643. Cuando el Conde-Duque de Olivares fue apartado del poder, para morir poco después, su sobrino don Luis Méndez de Haro y Guzmán, ‘Conde de Carpio y Duque de Montoro’, heredó parte de su patrimonio y la privanza real.

En 1621, Quevedo publicó las comedias «Las Grandezas de Alejandro» y «Los Prados de León», dedicados al Duque de Alba Antonio Alvarez de Toledo y a su hijo el duque de Huescar don Fernando Jacinto Alvarez de Toledo, su amigo, que en 1612 habia celebrado su boda con doña Antonia Enriquez de Ribera hija del marques de Villanueva del Rio, dedicándole un sentido «Epitalamio» en cuyo fragmento:

«Tal vos, Alva dichosa,

hijo del sol, clarísimo Fernando,

en cuya luz hermosa

la luna de Mendoza está mirando

su más claro horizonte

los rayos de Toledo y de Belmonte»(5)

0254Esta trayectoria asi como su preparación para la literatura hace que el estilo barroco nazca de la unión entre la conceptismo y el estilo lacónico o «cortado», en cuyo periodo formativo Quevedo y Gracián son los dos mas grandes escritores que utilizaron este estilo y que enlazan con un conjunto de poemas dedicados a «Lisi» que se encuentran en la sección segunda de la musa cuarta, de Erato, según dispuso el editor Jose Antonio González de Salas para el Parnaso Español en 1648, siguiendo una disposición del propio Quevedo antes de su muere el 8 de septiembre del mismo año. Este ciclo lo componen un total de setenta poemas, todos ellos sonetos, excepto tres idilios, un madrigal y una composición en redondillas. Escritos según parece entre 1623 y 1645, formando una especie de cancionero de amor donde se encuentran varios de los poemas mas humanos de Quevedo y algunos de los más celebres y conocidos, L. Astrana apuntó a una dama sevillana llamada Luisa de la Cerda, aunque también cabe la posibilidad de que fuese la hija del Marques de Villanueva del Río durante su refugio en la casa del marques, aunque no se otorgó ningun nombre seguro, siendo asi que escribe:

Si mis parpados, Lisi, labios fueran,

Besos fueran los rayos visuales

De mis ojos, que al sol miran caudales

Aguilas, y besaran más que vieran. (495,vv.1-4)

0255En este soneto Quevedo hace que sus sentidos de reclamen un goce físico de Lisi, paralelo al más sentido erótico de su poesía y que expresa el deseo interior carnal del yo poetico, totalmente barroco, donde lo sexual prácticamente no existe, donde no busca el placer temporal ni la continuidad de la especie, busca el placer eterno y la continuidad de si mismo, sabedor posiblemente de la imposibilidad de de acceder a escala social mayor.

En este estado de cosas la relaciones de Olivares con Quevedo fueron generalmente buenas, sin ser excelentes, y que a pesar de su permanente y fiel vinculación con el grupo de los Sandoval, el conde-duque lo tolera , le encarga trabajos y su esposa es la destinataria de la famosa carta sobre los sentimientos de Quevedo acerca de una posible esposa en la que declara «Yo Señora, no soy otra cosa sino lo que el Conde mi señor ha deshecho en mí, puesto que lo que yo me era, me tenía sin crédito y acabado; y si hoy soy algo, es por lo que he dejado de ser, gracias a Dios nuestro Señor y a su Excelencia»(4) y gracias al conde duque de Olivares, recuperó el favor real y fue nombrado secretario de estado. .

0256Sin embargo su oposición a que Santa Teresa de Jesús fuera nombrada copatrona de España (junto a Santiago, por tanto) le valió la desconfianza del conde duque de Olivares y pronto, en 1639 la pena de prisión. En 1643 fue puesto en libertad y se retiró de la corte para vivir definitivamente en Torre de Juan Abad, su señorío.

En sus poemas reflejó perfectamente el pensamiento barroco. La desilusión y la melancolía están en su obra tan presentes como la sátira y la burla. Escribió además de poemas, tratados políticos, como la «Vida de Marco Bruto» (1632-1644), obras ascéticas y morales, crítica literaria… y relatos satíricos como la «Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos» (1626).

1. Obras de Quevedo, edicion Felicidad Buendía, Verso – Madrid 1960. p.1097ª y 1000b.

2. Epistolario de Quevedo – p.381

3. Marañón, G.: op. Cit., p.135

4. E.-p-246

5. ed. Sancha, tomo IV, pag.441.

Antonio Céspedes Mimbrero. Investigador

Julio Mayo nos ofrece un extracto de su conferencia «1910, el año de la Luz»

Nuestro compañero Julio Mayo nos envia un extracto de video de la Conferencia que pronunció el pasado 20 de diciembre de 2010 sobre el Centenario de la llegada de la luz eléctrica a Los Palacios, en 1910. Cuando su intervención tocaba su fin, se atrevió con algo inusual. Entonó una copla de murga, fechada en 1924, que su abuelo Francisco Mayo con tanta insistencia trató de transmitirle cuando niño, no sólo con su letra, sino con su toná. Esta aportación popular también es muy importante para poder reconstruir aspectos históricos del devenir y acontencer cotidiano del pasado siglo XX.

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