ASOCIACIÓN PROVINCIAL SEVILLANA DE CRONISTAS
E INVESTIGADORES LOCALES

Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

MUJERES, ARTE Y PODER INVENCIONES Y REALIDADES SOBRE MUJERES EMPODERADAS EN LA LITERATURA Y LAS ARTES

1858El rechazo social hacia las mujeres que a lo largo de la historia han accedido por méritos propios a los espacios de poder y de influencia -como, entre otros, el ámbito público de las Artes, la Literatura o la Música-, ha sido constante hasta la actualidad. Conforme a ello, y con objeto de controlar la presencia de las mujeres en las esferas de proyección pública, han sido utilizadas las más diversas herramientas dirigidas a difundir una imagen perniciosa de las mujeres con poder y a invisibilizar sus aportaciones.

Estas Jornadas sobre Mujeres, Arte y Poder. Invenciones y Realidades sobre Mujeres Empoderadas en la Literatura y las Artes constituyen las III Jornadas sobre Historiografía
Artística bajo una Perspectiva de Género y conmemoran el Día Internacional de la Mujer a través de un objetivo doble: por un lado, desenmascarar las Invenciones y deconstruir los arquetipos que han instalado en la conciencia colectiva una imagen peyorativa y perversa de las mujeres empoderadas y, por otro, apelar a las Realidades y visibilizar algunas de las numerosas contribuciones que las mujeres han aportado a la Historia de la Cultura Universal.

MÁS INFORMACIÓN

LA PRIMERA SALIDA EXTRAORDINARIA DEL GRAN PODER, EN 1680

En la historia del Señor de Sevilla, un punto de inflexión subrayado es la salida que realizó en la cuaresma de 1680 a la Santa Iglesia Catedral –hasta ahora la primera documentada–, cuando acudieron varias hermandades antes de Semana Santa, «a implorar la Misericordia del Señor…», debido a la amenaza de un brote de pestilencia y los estragos de una terrible sequía que perjudicaba a las cosechas agrícolas. Aquel ritual de rogativas por falta de lluvias significó para la imagen, que había sido tallada sesenta años antes por Juan de Mesa (1620), el reconocimiento público de la admiración fervorosa que estaba comenzando ya a acaparar, y constituyó además el inicio de una rápida progresión devocional que terminó convirtiéndola en la advocación más importante de la ciudad.

El hambre comenzó a hacer mella y se generó una alarmante situación de pánico colectivo. Entonces, la Iglesia sevillana se anticipó a organizar un recorrido procesional con la Virgen de los Reyes, antes que el Ayuntamiento concretase su dispositivo de plegaria institucional, en torno al crucificado del convento de San Agustín, que no salió hasta once días después. Cada institución poseía, por tanto, una preferencia cultual distinta, por lo que el cabildo catedralicio no dudó en permitir que algunas cofradías entrasen en el templo metropolitano con antelación a la procesión general propuesta por el consistorio. Y la primera que lo hizo fue la del Traspaso, con su Santo Cristo, establecida entonces en el convento franciscano del Valle (hoy de la hermandad de los Gitanos).

Hacía tres meses que no llovía y se pagaba a precio de oro la fanega de trigo (no digamos ya, las hogazas de pan). El pueblo sentía una gran desolación por las desgracias tan continuadas que venía padeciendo. A la peste de 1649 y 1650 se unieron los daños ocasionados por las inundaciones, hambrunas, guerras y otras adversidades que sobrevenían –según la mentalidad religiosa barroca– como castigos por los pecados cometidos por la sociedad. A partir de la segunda mitad del siglo XVII, el modelo de la rogativa fue empleado con reiteración, por los poderes eclesiásticos y civiles, como la mejor herramienta para remediar las calamidades públicas. El entonces arzobispo, don Ambrosio Ignacio Espínola y Guzmán, se propuso paliar «la seca» de 1680 con la celebración de actos penitenciales, propios de las manifestaciones de la religiosidad popular sevillana.

0033En el archivo de la catedral puede leerse en un libro manuscrito, que recoge algunas noticias históricas, esta cita literal: «El martes 19 de marzo la cofradía del Traspasso sacó al Santo Xpto en procesión, pasó por esta Sta Yglesia, entró por la puerta de Sn Miguel toda la nave aRiba y pasó por la capilla Real y se le abrió la puerta de los Palos». Sus cofrades, en efecto, habían solicitado a los canónigos, el día anterior a la festividad de San José, que les dejasen atravesar las naves: «rogando a Jesús, Nuestro Señor, –con el propósito de que– nos socorra con agua remediando la necesidad que padecen los campos». Se consagró de este modo la acción penitencial de ruego y súplica ferviente dirigida a la divinidad a través de su titular cristífero. El cortejo, acompañado también por los frailes franciscanos del Valle, no itineró por el interior como acostumbraba cuando entraba en Semana Santa. El Gran Poder pasó por detrás del presbiterio ante la capilla de la Virgen de los Reyes, pues el deán, don Francisco Domonte, no ordenó quitar la crujía para que pasaran las cofradías entre el coro y el altar mayor, hasta el día después.

La extrema precariedad del momento propició que aumentase de modo considerable el número de penitentes, por lo que las hermandades alcanzaron un gran auge. Precisamente, la del Dolor y Traspaso de Nuestra Señora y Jesús Nazareno procesionaba desde 1669 la mañana del Viernes Santo. En su estación de Semana Santa a la catedral visitaba también el templete de la Cruz del Campo, yendo por la Calzada un buen número de hermanos de luces, disciplinantes e incluso hasta cofradas. Curiosamente, entre 1678 y 1680 desempeñó el cargo de mayordoma y priosta, Laura Delgado, una de las pocas mujeres que hasta la fecha han formado parte de su junta de gobierno. La ubicación periférica de la iglesia del Valle, no impidió que se inscribiesen hermanos de cierto poder adquisitivo, dedicados al comercio, como don José García de Verastegui o Andrés Hipólito de Tamariz, quienes favorecieron que se desarrollase una etapa de esplendor a finales del seiscientos. Fue en aquel tiempo cuando el prestigioso escultor utrerano, Francisco Antonio Ruiz Gijón, autor del Cachorro, realizó el asombroso paso del Señor (1688–1692).

Contó la hermandad con el apoyo difusor de los franciscanos, cuya orden religiosa ayudó mucho a extender la devoción al Cristo, tanto dentro como fuera de nuestra urbe. De hecho, la llevaron hasta América, donde se venera una imagen con el mismo título en Quito (Ecuador) desde el siglo XVII.

La devoción más popular

0034
VER PUBLICACIÓN

Su participación en las invocaciones de 1680 le hace prefigurar a la imagen del Gran Poder entre las de mayor atracción piadosa de aquella Sevilla del Siglo de Oro, después de que el clero facilitase su participación en los ceremoniales de súplica. En los últimos años del siglo XVII llegó a cambiar su establecimiento canónico en dos ocasiones, hasta asentarse en la céntrica parroquia de San Lorenzo (1703). El apoyo de nuevos hermanos acaudalados de la élite local, resultó determinante para destronar la capitalidad que ostentaban devociones medievales, como la Virgen de la Hiniesta o el Santo Crucifijo de San Agustín, por las que históricamente había apostado el ayuntamiento para cumplimentar sus votos de promesa. Algunos de los miembros de las estirpes nobiliarias que veneraban al crucificado agustino de la Puerta Osario, a cuya hermandad estaba obligada la del Traspaso a dejar túnicas para los cofrades de luz, pasaron en generaciones posteriores a incorporarse a la cofradía del Señor. En 1706, volvió a salir de modo extraordinario pidiendo que el rey Felipe V recuperase el principado de Cataluña y reino de Valencia, en plena Guerra de Sucesión española. De su empoderamiento milagroso dio buena fe el beato capuchino fray Diego José de Cádiz, quien, en la segunda mitad del siglo XVIII, escribió sobre su fama pública y la multitud de prodigios que se le atribuían. Ya en el siglo XIX era la imagen de mayor contemplación, tal como acreditan en sus libros Manuel Serrano Ortega y Francisco Almela.

Por encima de su meritoria calidad escultórica, el Gran Poder compendia una singular teología popular que lo hace ser visto por el pueblo sevillano como su auténtico Dios. Como protector, transmite convicción y una fortaleza sobrenatural para cargar con la pesada cruz, definida por mi paisano Romero Murube, como la de «todos los pecados del mundo». Y lo que realmente conquista nuestros corazones, es su valentía. La de esa zancada eterna que da al frente guiándonos y abriéndonos el camino.

JULIO MAYO ES HISTORIADOR

GRAN PODER, REY DE LOS REYES

0878Entre los repertorios documentales que atesora la Biblioteca Nacional de España, se conserva una Regla de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y de Nuestra Señora del Mayor Dolor y Traspaso, sita en la iglesia parroquial de San Lorenzo de Sevilla, cuyo ejemplar se halla fechado en Sevilla, en febrero de 1826, y del que ni su propia hermandad tenía constancia hasta la fecha. Se trata de una copia literal manuscrita, y encuadernada, del mismo texto que fue aprobado por el Real Consejo de Castilla en el año 1791, que sí obra desde entonces en el archivo de la cofradía de la Madrugada. Gracias a estas reglas elaboradas a inicios de la última década del siglo XVIII, cuando numerosísimas hermandades penitenciales estuvieron a punto ser suprimidas, en función de la gran reforma en materia de religiosidad popular que, con la llegada de las ideas ilustradas a España, se propuso introducir la administración civil borbónica, sabemos que la del Gran Poder de Sevilla basó en la adhesión monárquica la salvación de su continuidad existencial.

Pero después de obtener desde Madrid la aprobación de sus estatutos, se enquistó el problema muy seriamente. En 1798 tuvo que intervenir el Consejo de Castilla en un asunto que no terminaba de arreglar la justicia eclesiástica hispalense entre las cofradías del Gran Poder y Las Tres Necesidades, del barrio de la Carretería, a cuenta de la prioridad en el orden de sus respectivas procesiones en Semana Santa. El real órgano decretó, el 23 de septiembre de aquel mismo año, la extinción de las dos y que les fuesen retiradas sus respectivas capillas, imágenes titulares, alhajas, enseres, insignias, ornamentos litúrgicos y todas las propiedades urbanas y rústicas que poseían. En el expediente de los autos, que hemos tenido la oportunidad de consultar en el Archivo General del Arzobispado, argumenta la del Gran Poder la labor de auxilio económico y social que ofrecía al vecindario del barrio de San Lorenzo, en momentos tan adversos como los que se sufrían a consecuencia de las inundaciones del Guadalquivir. Se solían quedar aislados los vecinos en sus casas y era la hermandad la que socorría «a aquellos pobres afligidos, repartiéndoles pan que conduce en barcas, por medio de las calles, siendo por estos medios útiles a la sociedad».

0879
VER EN PDF

Finalmente, el Consejo de Castilla decidió anular el mandato de suspensión impuesto sobre ambas hermandades, solucionándose el pleito mediante escritura de Concordia, rubricada aquel mismo año. Cada una de ellas pudo recuperar los bienes y ninguna se vio abocada a su desintegración. Si no hubiese surtido efecto la enorme presión que recibieron en la Corte, tanto a nivel popular como por otros conductos burocráticos, y las medidas que el gobierno de Carlos III, sobre cofradías, no hubiesen fracasado tan rotundamente a la hora de llevarlas a la práctica, desde luego que aquellos hombres de la Ilustración, sobre los que nos ha llegado una imagen tan mitificada, hubiesen consumado una represión popular de no poca dimensión y terminado, además, con una parte muy importante de nuestro activo patrimonial, sin el cual hubiese sido imposible comprender la cultura sevillana.

La festividad litúrgica de la Epifanía del Señor, en la que una de las antífonas del día exalta el poder sobrenatural (como recuerda el lema In manu ejus potestas et imperium) de aquel Rey de Reyes que llevó la cruz a cuestas, camino del Gólgota, permitió a la hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder honrar de forma ambivalente, tanto a los Magos de oriente como a las católicas majestades, muy especialmente después de que los Borbones instituyesen la celebración del día de los reyes de España, el 6 de enero de 1782. El origen de esta novena dedicada al Señor que habría de oficiarse fuera de las fechas cuaresmales, si bien en la actualidad se rinde un quinario, se retrotrae al año 1768. Fue promovida por varios cofrades bienhechores, como aclaran unas anotaciones de otras reglas antiguas, de esta misma hermandad, que descubrió en el Archivo Histórico Nacional de Madrid el amigo y profesor don Antonio José López Gutiérrez, y que ha estudiado también el doctor Mira Caballos. Conforme pasaron los años, fueron introduciéndose algunos elementos novedosos, derivados de la actividad impulsora que el misionero capuchino fray Diego José de Cádiz otorgó a estos cultos.

Muchos de los detalles quedaron incorporados a los capítulos de las reglas autorizadas por el Supremo Consejo, en las que se previene que las imágenes titulares pudiesen entronizarse en el altar mayor de la parroquia de San Lorenzo –que era la iglesia en la que radicaba entonces el Gran Poder, antes de trasladarse a su actual basílica–, solamente en la novena, «por el mucho trabajo que cuesta la remoción de dichas santas imágenes a otro sitio y por las quiebras y otros perjuicios que puedan resultar». Según el texto de 1791, los cultos debían dar comienzo el veintinueve de diciembre de cada año y culminar la mañana del seis de enero. Ese día, en el que los hermanos estaban obligados a pagar sus cuotas y renovar el voto en defensa de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, subrayan las reglas que la solemne celebración religiosa «se ofrecerá y aplicará por la importante vida de nuestro católico Monarca y felicidad de esta monarquía».

El Gran Poder sostuvo otra disputa con la cofradía del Silencio, mientras anduvo enfrentada a la de la Carretería, y se preocupó entonces por hacerle llegar al Consejo que anualmente costeaba una función «el día de Pascua de Reyes, por nuestros católicos monarcas, real familia y felicidad de la Monarquía». Comunicó así mismo que había celebrado una misa cuando nacieron los infantes gemelos (1784) y organizado una procesión de rogativas, con gran acogida del pueblo, el día que se publicó la Guerra contra Francia (1793). Hay que tomar en consideración que el Gran Poder tenía ya, en aquellos años de transición del Antiguo al Nuevo Régimen, un buen número de hermanos vinculados con la aristocracia sevillana, como se deduce del apoyo que las reglas confieren a favor de la figura del rey. En el mismo templo parroquial residía igualmente la cofradía de la Soledad, a la que pertenecieron significados miembros de la nobleza local, por lo que es probable que algunos de los cofrades perteneciesen simultáneamente a ambas corporaciones.

0880Estas reglas están fechadas en Sevilla, el 21 de febrero de 1826. Aquel año volvieron a recuperarse las salidas procesionales de las cofradías, después de que se hubiesen llevado siete años sin salir, desde 1819, debido al ambiente anticlerical que se suscitó en torno el Trienio Liberal (1821-1823). Con la restitución monárquica de Fernando VII volvieron a reorganizarse muchas de las hermandades. La copia manuscrita de estas reglas están firmadas por el secretario primero de la hermandad del Gran Poder, don Carlos Serra, quien también consta haber sido hermano de la Sacramental de San Lorenzo. El documento, que ahora ha sido digitalizado por la Biblioteca Nacional y expuesto en el portal de la Biblioteca Digital Hispánica, llegó a la Biblioteca Nacional de Madrid mediante la donación que realizó el catedrático del Instituto de Toledo, don Antonio Delgado, el 7 de julio de 1876. Hoy forma parte de la sala Cervantes.

*Enlace: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000096138&page=1

FINAL

En la mentalidad de la sociedad de aquella época, una de las máximas que legitimaban el poder absoluto se basaba en el origen divino de la monarquía y la alianza entre la tradición católica española y la sucesión dinástica. De la misma forma que nuestras cofradías fueron asimilando la cultura monárquica que todas poseen hoy, fue calando en esta ciudad la tradición que el pueblo les profesa a unos Reyes Magos que, todos los años, hacen aquí su mejor regalo. Dedican el día seis de enero al auténtico Rey de Sevilla. A ti, Señor del Gran Poder.

JULIO MAYO ES HISTORIADOR
juliomayorodriguez@gmail.com

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad