ASOCIACIÓN PROVINCIAL SEVILLANA DE CRONISTAS
E INVESTIGADORES LOCALES

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EL ABRAZO DE “LA UNIÓN”

0812Desde que en 1836 hombres de capacidad de las villas de Los Palacios y Villafranca de la Marisma acordasen la unión de ellas debido a la ineficacia en la gestión de ambas jurisdicciones y sus ayuntamientos de forma independiente, varias y variopintas han sido las versiones del escudo oficial de la localidad a lo largo de los casi 180 años que han transcurrido desde aquella histórica fusión que aún perdura.

En las profundidades de los orígenes y la evolución de dicho escudo ha estado sumergido durante meses el historiador y archivero palaciego Julio Mayo. Varias son las conclusiones a las que ha llegado en su investigación. Entre ellas destaca el hecho de detectar varias incorrecciones heráldicas llevadas a cabo en los diferentes diseños con el paso de los años, siempre de manera involuntaria y, según Julio Mayo, motivadas por la tosquedad del sello de la estampación del sello municipal que pudo haberse tomado como modelo, en la que es posible que no se apreciaran con nitidez los detalles y dieran lugar a la confusión.

Quizá el más revelador sea el desliz llevado en la calle central del escudo, en el que se plasma de dos modos diferentes (uno en su origen y otro desde 1864 y vigente hoy día) el acuerdo alcanzado entre las dos villas en el que de manera simbólica dos hombres «sellan» dicho pacto entre el señorío y el ramo de labradores. Según documentos a los que ha tenido acceso el archivero, el señor representado con sombrero alto de copa y elegante levita puede representar a la Casa Ducal de Arcos, concretamente un administrador suyo en la villa de Los Palacios; mientras que el hombre con la chaquetilla más corta y sombrero de inferior altura es probable que personificara a los agricultores de ambos pueblos.

El error en dicha representación por los motivos ya expuestos consiste en que en el original estas dos personas confraternizan y oficializan el acto con un abrazo, al modo del «famoso abrazo de Vergara» de 1839 pero a pie, mientras que posteriormente éste es sustituido por un apretón de manos.

En cualquier caso, el escudo palaciego destaca por el poder de sus símbolo, en un reconocimiento de todos los componentes que integran el ser individual: sentido de pertenencia, noción de identidad, curso de su historia y razón de su cultura.

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Julio Mayo

Fuente: http://sevilla.abc.es/provincia/sevi-cambian-error-abrazo-apreton-manos-escudo-palacios-y-villafranca-201510280712_noticia.html

LOS GRANDES APÓSTOLES DE LA DEVOCIÓN DEL ROSARIO EN LA EUROPA MODERNA

0780En este artículo se estudian a los tres grandes propagadores de la devoción del Rosario en Europa durante la época moderna: los frailes dominicos Fray Alano de la Roca, Fray Timoteo Ricci y Fray Pedro de Santa María Ulloa. Cada uno se convierte en referencia de una etapa histórica de la devoción del Rosario en Europa: Alano, la fundacional o kerigmática, Ricci la de la primera gran universalización o lepantina y Ulloa la de la popularización o “explosión” rosariana.

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JUNÍPERO SERRA Y JUAN RAMOS DE LORA

0776Dos métodos pastorales diferentes para las misiones de California

En su viaje a los Estados Unidos, el Papa Francisco acaba de hacer santo al misionero fray Junípero Serra (1713, Petra (Mallorca) – 1784, Monterrey (California), uno de los españoles más célebres de Norteamérica debido al protagonismo que desempeñó en la construcción de California, como fundador de las «Misiones» que dieron como origen a las ciudades californianas de San Francisco, San José, Monterey, Santa Bárbara, Los Ángeles o San Diego.

Fray Junípero recibió inicialmente una valiosa ayuda en sus labores de adoctrinamiento y civilización de parte del franciscano sevillano, nacido en Los Palacios, fray Juan Ramos de Lora. Ambos formaron parte de una expedición de misioneros franciscanos que partió de Cádiz hacia América del Norte en agosto de 1749. Llegaron al puerto de Veracruz de México, a finales de diciembre del mismo año, y se alojaron en el colegio mexicano de misioneros de San Fernando.

Junto a ocho compañeros más se esmeraron en preparar una Misión en Sierra Gorda, de Querétaro, que fue donde iniciaron su carrera misionera. Después de que frailes de otra orden religiosa fracasasen, los misioneros dirigidos por fray Junípero supieron adaptarse para aprender la lengua de los nativos, tradujeron textos religiosos al idioma de los indígenas, les enseñaron a cultivar la tierra, a montar granjas, instalar talleres e iniciarlos en las artes y el comercio, todo ello, además de adoctrinarlos en los principios de fe católica. De unas tierras prácticamente salvajes consiguieron crear un enclave bastante productivo. El mismo grupo de misioneros cooperó, en 1758, al frente de la Misión de Nuestra Señora de la Luz de Tancoyol. Ramos de Lora trabajó durante seis años en este proyecto. En aquel período de tiempo se construyó su templo parroquial, en la diócesis de Querétaro (México), aunque el acto fundacional oficial de aquella iglesia corrió a cargo de fray Junípero en 1767.

Las Misiones de California

0777Después de la expulsión de los jesuitas por Carlos III (1768), las misiones de la baja California quedaron en manos de los frailes franciscanos comandados por fray Junípero Serra. Pese a la edad bastante gananciosa que tenía ya el padre Serra, éste se encargó a de tutelar a doce frailes (siete voluntarios y cinco misioneros de Sierra Gorda) bien experimentados que habían mantenido una intensa actividad entre los indios durante doce años, entre los que se encontraba el palaciego fray Juan Ramos de Lora.

Con el nombre de «Misiones» se conocía al perímetro territorial en el que quedaba establecido el templo, así como a todo el ámbito poblacional en el que los frailes desarrollaban sus tareas de cristianización y civilización. A propuesta de la autoridad civil española, se procedió a transformar las misiones en asentamientos poblacionales, o pueblos, propiamente dicho. Por esta razón, estos religiosos misioneros se convirtieron en auténticos diseñadores de las nuevas sociedades en el Nuevo Mundo, durante el transcurso de aquel siglo XVIII.

La primera de las establecidas por fray Junípero Serra fue curiosamente la de San Diego de Alcalá, en homenaje al santo franciscano sevillano, dando origen, por tanto, a la ciudad de San Diego (1769).

El ejercicio de los misioneros no quedó circunscrito exclusivamente a la difusión del evangelio, sino que también consistió en difundir, entre los indios, un sistema productivo que fuese autosuficiente de cara a un nuevo modo de supervivencia. Aunque fuesen los frailes los principales agentes dinamizadores de las misiones californianas, la fundación de nuevas poblaciones y planteamientos agropecuarios difundidos por los religiosos, no cabe duda de que siguieron muy de cerca el modelo español de colonización promovido en las nuevas poblaciones de Andalucía y Sierra Morena, junto a la reforma agraria emprendida por el ilustrado Pablo de Olavide. Misiones y pueblos cobraron una relevancia especial para la Corona española, como parte de la estrategia globalizadora planificada desde Madrid, en un momento histórico en el que España luchaba todavía por mantener vivo su imperio en América y Sevilla rivalizaba con Cádiz por el control del monopolio comercial de las Indias. Hoy forma parte del legado cultural español toda la obra de aquellos franciscanos que tanto ayudaron a labrar también la propia identidad de la California moderna.

Religiosidad popular en la evangelización de Norteamérica

España siempre ha sido una primera potencia cultural, en cuyo mérito ha tenido muchísimo que ver nuestra ciudad de la Giralda. Se valieron los religiosos misioneros de algunos de los ejercicios y prácticas cultuales, propias del devocionario popular hispalense, como método pastoral para extender la creencia católica sobre los nativos californianos. Fray Junípero atesoraba importantes dotes como predicador y sus biógrafos destacan cómo se valió de muchos ejercicios pasionistas, relacionados con el tiempo cuaresmal de la Semana Santa, para ganarse el corazón de los indígenas, por lo que el sistema de adoctrinamiento empleado se alejaba bastante del ideal ilustrado que ya, en el último tercio del Setecientos, comenzó a difundirse desde las altas esferas eclesiásticas de nuestra península ibérica. El contacto con el pueblo les hacía ver a los misioneros una realidad totalmente distinta a la que los doctores de la Iglesia pretendieron imponer. Por diversos documentos sabemos que los nativos de aquellos lugares mostraron una mayor complicidad con los franciscanos, a quienes le mostraban una mayor obediencia, por lo que los métodos puestos en práctica por fray Junípero, y su equipo, fueron muy eficaces.

Métodos pastorales de Junípero Serra y Ramos de Lora

0778Sobre las misiones llevadas a cabo en California se conserva un extenso informe enviado por Ramos de Lora al Virrey, Antonio María de Bucareli y Ursúa (Sevilla, 1717- México D.F., 1779), fechado en 1772 cuando el noble sevillano había sido recién nombrado para el desempeño de su cargo en Nueva España. Al margen de las acciones pastorales realizadas por los frailes, esta carta de Ramos de Lora ha servido para conocer ciertos detalles de actividades colonizadoras de carácter civil, encaminadas a obtener el mayor rendimiento de los recursos naturales de aquellos asentamientos, como por ejemplo el refinamiento de las minas de oro y plata.

Con independencia de las actividades religiosas, los padres misioneros se empleaban como maestros y auténticos agentes civilizadores. El método de fray Junípero abogaba por transmitir sus enseñanzas de modo pacífico. Supo tratar a los nativos con sencillez y humildad, en su propósito de hacerlos cristianos. Desde que los jesuitas fueron expulsados en 1768, hasta el año 1772, fueron cuatro los años que fray Juan Ramos de Lora estuvo vinculado a las misiones californianas.

Cada fraile entendía de modo diferente la transformación de las sociedades indígenas, en su afán de educarlos y moralizarlos. Fray Junípero sustentó su método de trabajo en una estrecha convivencia con los indios, a fin de acercarlos a la salvación de sus almas, mientras que Ramos de Lora le otorgó gran prioridad al carácter formativo de los nativos y a los cambios de los hábitos y costumbres de los indios. Este último fraile asume en su trabajo pastoral las ideas ilustradas de mostrar una religión despojada de instrumentos devocionales de la religiosidad popular, herramientas esenciales usadas por fray Junípero para acercarse a las comunidades indias. Los ilustrados veían en la religiosidad popular una acusada falta de compromiso moral y consideraban que aquellas expresiones estaban algo alejadas de una depurada espiritualidad evangélica. El pensamiento ilustrado trató de combatir el barroco artístico y religioso, aunque no con mucho éxito.

Las discrepancias entre Junípero y Juan Ramos de Lora se hicieron patentes cuanto que llegaron a Loreto, en el sur de California. El padre Serra repartió a los misioneros y envió a fray Juan Ramos a la Misión del Pilar, o «Todos los Santos», en la parte meridional de California, con el encargo de que no modificase nada hasta que no llegase el visitador general Gálvez, enviado por Carlos III. Este enfrentamiento obligó al Virrey Bucareli a enviar al norte de California a fray Junípero, y al sur, a fray Juan Ramos, que luego pasaría al convento de los misioneros de San Fernando. El misionero de Los Palacios se quedó apartado, así, de los pobladores nativos, pese a que el mismísimo Gálvez alabase en un informe el modo ejemplar de comportamiento del palaciego con los indios.

Cuando Ramos de Lora regresó en 1772 al colegio misionero, comenzó una nueva etapa como vicario de la comunidad franciscana, hasta que en 1783 fue nombrado por Carlos III como obispo de la recién creada diócesis de Mérida de Maracaibo. De este modo, terminó ocupando la Mitra y pasó a la historia desde los Andes, como hombre visionario, sembrador de una fertilísima semilla cultural que selló, además, la vocación estudiantil de Venezuela.

FRAY JUAN RAMOS DE LORA
(Los Palacios, Sevilla, 1722 – Mérida de Maracaibo, Venezuela, 1790)

Juan Manuel Antonio Ramos de Lora, nació el 23 de junio de 1722, del matrimonio formado por don Manuel Ramos y Bárbara María de Lora, donde fue bautizado cinco días más tarde en la Parroquia de Santa María la Blanca, donde se conserva asentada su partida bautismal en el libro número 13 de Bautismos, al folio 125 vuelto del año en cuestión. Su primer apellido corresponde a una antigua familia de Los Palacios, aunque guarda parentescos con los Ramos utreranos, mientras que su madre, Bárbara María de Lora, es descendiente del que fuese Alguacil mayor de Villafranca de la Marisma, Francisco de Lora, nombrado en la cédula real otorgada por Felipe IV, fechada el 21 de marzo de 1630.

Su carrera como religioso franciscano comenzó cuando ingresó como novicio en el convento de San Antonio de Padua de Sevilla, a los 15 años, donde estudió gramática y humanidades. Profesó como religioso de coro el día 19 de febrero de 1743. Cuando contaba con veinticuatro años, este franciscano de la provincia de Ángeles se ordenó como sacerdote, en el colegio del Santo Ángel de los carmelitas descalzos, el sábado 24 de septiembre de 1746. Con veintisiete años se embarcó en el puerto de Cádiz hacia América como misionero (1749). Hasta 1772 formó parte del grupo misional de fray Junípero. Luego se separaron y terminó siendo nombrado obispo de una ciudad venezolana (1783–1790). Su gran obra fue la fundación del Seminario de Mérida (1787), a cuyo centro donó su biblioteca particular integrada por 600 obras. Al calor de este Colegio se fundaría luego la universidad de los Andes.

UN VIRREY SEVILLANO EN NUEVA ESPAÑA

Fray Junípero Serra y Ramos de Lora mantuvieron con el Virrey, don Antonio María de Bucareli, una relación muy estrecha, pues la coordinación gubernamental fue realmente constante y minuciosa. El Virrey designó en 1775 como gobernador de las Californias a Felipe de Neve, hijo del sevillano Felipe de la Neve Noguera, con quien también se cruzaron numerosos documentos los religiosos misioneros. Cuando falleció el Virrey sevillano lo sintió muy profundamente el padre Serra, quien siempre lo mantuvo informado al detalle del estado de las misiones, acuartelamiento de soldados en los presidios, así como de las carencias que padecían los asentamientos poblacionales.

JULIO MAYO

EL AZULEJO DE LA INMACULADA EN LA PARROQUIA DE SANTA MARÍA

0771En el pórtico de la Iglesia Parroquial de Santa María, en el testero de la derecha, se encuentra un interesante retablo cerámico devocional dedicado a la Santísima Virgen en el Misterio de su Concepción Inmaculada. Fue donado por el benefactor Joaquín Castilla y ejecutado en los talleres de Casa González en el popular barrio sevillano de Triana.

En el archivo de la referida parroquia se conserva el acta que recoge su solemne colocación. Gracias a este acta se sabe que a las diez de la mañana del día 12 de octubre de 1930, día de la Virgen del Pilar, Francisco Domínguez Fernández, en su calidad de Arcipreste de esta ciudad y su partido, y el coadjutor, el presbítero José Antonio Jiménez Aguilar, celebraron solemne función de conmemoración, promesa, voto y juramento que a principios del siglo XVII hizo el Cabildo ecijano.

Después de cantada tercia, el clero y numerosos fieles se trasladaron procesionalmente, precedidos por la Cruz Parroquial, al atrio del templo donde se encuentra el azulejo, en cuyo faldón inferior figura la siguiente inscripción: «En agosto de 1615, el cabildo de esta Muy Noble Muy Leal, Constante, Real y Fidelísima Ciudad de Écija, hizo la promesa, voto y juramento de creer, enseñar y defender el Ministerio de la Concepción Inmaculada de María».

A la bendición asistió la autoridad municipal, representada por el teniente de alcalde, Manuel Castellano del Real. También se hallaban presentes los señores oficiales de la Guardia Civil y fuerzas a sus órdenes, y el Jefe de Correos, cuerpos ambos que tienen por patrona a la Virgen del Pilar. Asimismo, los acompañaron el venerable clero secular y regular, junto a las comisiones y representaciones de las hermandades y cofradías, ostentando sus pendones o estandartes.

0772El arcipreste autorizado por el Exmo. Rvdo. Señor don Eustaquio Ilundain y Esteban, Cardenal Arzobispo de esta Diócesis, procedió a su solemne bendición pronunciando unas palabras de exhortación para que todos pidieran a la Virgen Santísima por las necesidades «y por pacificación de los espíritus, tan agitados en estos tiempos por las luchas sociales». Acto seguido, fue descubierto el azulejo por la Srta. María Concepción Muñoz y Mantilla de los Ríos. El coro de la Parroquia, secundado por los fieles, entonó las coplas de Miguel del Cid «Todo el mundo en general» y el himno del Congreso Mariano Hispano Americano, dándose entusiastas vivas a la Inmaculada Concepción, a la Iglesia Católica y a Écija.

Seguidamente, se celebró la Santa Misa, que fue oficiada por José María Camacho, superior de los salesianos de esta residencia. Después del Evangelio, ocupó la Sagrada Cátedra el arcipreste de la vecina ciudad de Carmona y cura propio de la Parroquia de San Pedro en dicha ciudad, José María Molina y Rivero, que ensalzó las glorias de María Santísima y las muestras de mariano fervor que han manifestado los ecijanos en todos los tiempos.

Igualmente, gracias a la documentación que se conserva en el archivo parroquial conocemos los gastos originados por la colocación del azulejo. Para este fin se emplearon cuatro días e intervinieron dos albañiles: un oficial y un peón. Llama la atención el precio de un saco de cemento, 6,00 pesetas, si lo comparamos con el sueldo de los dos trabajadores, con ocho horas de labor. También es destacable el número de horas empleadas en su colocación, 37, así como que las obras concluyeron un día antes de su bendición el 12 de octubre de 1930, día de la Virgen del Pilar.

Los gastos ocasionados, tanto en mano de obra como en materiales, se hallan detallados de la siguiente forma:

Gastos colocación del azulejo

El día 5. 1 peón y un oficial de albañil 8 horas 9,75 pts.
El día 9. 1 peón y un oficial de albañil 10 horas 12,25 pts.
El día 10. 1 peón y un oficial de albañil 10 horas 12,25 pts.
El día 11. 1 peón y un oficial de albañil 9 horas 11,00 pts.
Dos fanegas de cal de Sánchez Malo a 2,50 pts. 5,00 pts.
Medio carro de arena…………………………………. 1,75 pts.
Un saco de cemento…………………………………… 6,00 pts.
Media de yeso……………………………………………. 1,00 pts.
Espíritu de sal y brocha………………………………… 0,85 pts.
Suma 59,85 pts.

Dejamos, pues, constancia del acto de bendición de uno de los azulejos más representativos de la Inmaculada Concepción, que hoy forma parte del interesante conjunto de retablos callejeros de Écija y que el próximo mes va a cumplir 85 años. Del mismo modo, quedan reseñados datos de interés, como son el acto religioso organizado al efecto, el benefactor y las cantidades invertidas en su colocación en el monumental atrio de la Parroquia de Santa María de nuestra ciudad.

JUAN MÉNDEZ VARO

SEVILLA, EN EL ORIGEN DE LOS ESTADOS UNIDOS

0767El fundador de San Agustín, la primera ciudad de Estados Unidos, maduró su plan en la cárcel de las Atarazanas hace 450 años

Ahora que los Reyes se disponen a celebrar con su presencia la huella hispana en los Estados Unidos y, más concretamente, el inicio español de la primera ciudad fundada en aquel territorio, la de San Agustín de la Florida hace 450 años, sería importante recordar la vinculación histórica que la entrelaza con Sevilla, en la que su conquistador Pedro Menéndez de Avilés organizó todos los detalles de la expedición que consiguió la victoria en aquellos territorios norteamericanos. Llegó a ser tan notoria la repercusión del triunfo que hasta la mismísima Giralda fue elevada, y recrecida, en conmemoración de las distintas victorias conseguidas por España en aquellos tiempos, como refiere algún historiador de siglos pasados.

Un buen número de documentos de los Archivos Generales de Simancas y de Indias, así como del de Protocolos Notariales de nuestra ciudad, acreditan la estrechísima relación que Menéndez de Avilés mantuvo con esta metrópolis hispalense durante los años previos a su intervención militar, como capital funcional que fue Sevilla del Imperio español en la Carrera de Indias, al tiempo que desvelan detalles relevantes sobre el respaldo institucional que, por mandato del rey, le ofrecieron la Casa de la Contratación y el Consejo de Indias, así como todo el apoyo eclesiástico, financiero, naval y humano altamente especializado que, para poder consumar con éxito la ocupación de aquella península de América del Norte, ocupada por una colonia de franceses luteranos, únicamente era posible encontrarlo, dentro del país, en las riberas sevillanas del Guadalquivir del entorno de la Torre del Oro.

0768Seducido por ambiciones patrióticas, como las de ayudar a construir el primer imperio global de Felipe II, favorecer el crecimiento del catolicismo, controlar también un enclave geoestratégico esencial del entramado marítimo del Nuevo Mundo, como era aquella península de América del Norte; junto a otras motivaciones de índole particular, como el derecho de explotación de industrias en las tierras que llegase a conquistar, el hábil marino don Pedro Menéndez –también sobresaliente arquitecto naval–, proyectó organizar un sistema de flotas que, partiendo desde distintos puertos de nuestro país, pudiese finalmente reagruparse en Canarias y continuar hacia Norteamérica.

Como las embarcaciones de gran tonelaje no podían partir de Sevilla debido a la escasa profundidad del río en determinadas zonas de su curso hacia la desembocadura, fue muy habitual que los expedicionarios, y soldados que conformaban la Armada, se trasladasen por caminos terrestres para embarcar en las costas onubenses o gaditanas, con todo su equipaje, desempeñando sus puertos la misma función que cumple hoy el Cabo Cañaveral estadounidense en el lanzamiento de los cohetes y transbordadores espaciales. Precisamente, el jefe general de la Armada Menéndez de Avilés zarpó desde Cádiz el 28 de junio de 1565 al frente de un grupo de naos y chalupas, después de conseguir organizar su sistema de flotas en Sevilla, una vez que la Corona ordenó a la Casa de la Contratación que se le concediese una cuantiosa financiación económica. Pero en Sevilla no todo fueron facilidades. Antes, fue necesario que el mismísimo rey interviniese para sacarlo de la cárcel de las Atarazanas, donde se encontraba preso con su hermano Bartolomé Menéndez por haber introducido cantidades de plata sin legalizar procedentes de América.

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En ocasiones anteriores se había encargado ya Avilés de capitanear barcos de la Armada, que custodiaban a las naves que venían cargadas de oro y plata desde Tierra Firme, con cuyos metales preciados se realizaba la acuñación de monedas españolas. Por esta razón, el general conocía mejor que nadie la potestad económica del medio sevillano, como una de las plazas mercantiles más poderosas de Europa, desde donde se dirigía la economía de medio mundo. La permisividad con la que las autoridades de la Casa de la Contratación actuaban en Sevilla, sobre los negocios del dinero, respecto al negocio colonial, hizo que nuestra ciudad llegase a convirtiese en una plaza de altísimo poder financiero, similar a la actual «City de Londres». Sólo en ella podía encontrar Menéndez Avilés a banqueros como Domingo de Ocariz, con quien consta documentalmente haber negociado ciertos préstamos para su empresa conquistadora de la Florida; en ella podía recibir el apoyo de hombres de negocios influyentes como Gaspar de Astudillo (mercader burgalés) y Juan Antonio Corzo, quienes actuaron como fiadores suyos cuando estuvo encarcelado; y en ella llegó a alcanzar la colaboración inversionista de un mercader alemán residente en la ciudad para acometer su particular proyecto empresarial, una vez que realizase la conquista.

Los mejores pilotos y cosmógrafos del momento trabajaban para la Casa de la Contratación, por lo que don Pedro pudo recabar en esta tierra un valioso asesoramiento técnico para su navegación; consiguió además unos testimonios privilegiados de tres reclusos franceses mandados traer por el gobernador desde aquel lugar norteamericano, y a los que llegó a conocer cuando estuvo preso en las Atarazanas, utilizándolos para preparar el abordaje y consumar el asedio de unos parajes tan difícilmente accesibles. No tuvo más remedio Menéndez de Avilés que venirse a elaborar el diseño de su proyecto conquistador a este lugar, porque Sevilla también era el principal centro receptor de noticias provenientes del Nuevo Mundo. Gracias a esta circunstancia llegó a enterarse de que se había apoderado de aquel lugar un grupo de luteranos. La intervención militar en la Florida estuvo principalmente legitimada por la defensa del cristianismo ante el avance protestante, acaparando la Iglesia de Sevilla un gran peso específico en la dirección espiritual de la expedición. Fue la fundación de San Agustín un acto de la propia Iglesia sevillana, que bendijo el nacimiento de una nueva población en el Nuevo Mundo, bajo unos rituales litúrgicos que se exportaron a aquel continente desde el principal templo sevillano.

Y no deja de ser curioso que, cuando España no necesitaba más territorio porque todavía poseía extensiones enormes por civilizar, centró su atención en hacerse con el control de una de las zonas, eso sí, más estratégicas de aquellos mares, desde el punto de vista económico y financiero. Perseguía el estado español el dominio de la Florida, pese a las miradas desafiantes de Francia e Inglaterra, pues muchos de nuestros barcos cargados de oro y plata no llegaban a la península ibérica, después de ser interceptados por los piratas. La victoria obtenida en aquel emplazamiento, que ayudaba a asegurar el tráfico naval, hubo de ser muy celebrada en Sevilla por la gran repercusión económica que supuso para los intereses españoles. Y fue la Iglesia de Sevilla la institución que con mayor júbilo manifestó su alegría. Hemos documentado que en la Catedral llegaron a bautizarse, con solemnísimos ceremoniales, hasta cinco indios de la Florida que se trajo Menéndez de Avilés al regreso de su primer viaje, a semejanza de los indígenas que Cristóbal Colón llevó a bautizar al santuario extremeño de Guadalupe (a tenor de muchas de sus acciones, el capitán asturiano creía encarnar al mismísimo Almirante).

El erudito Antonio Ponz recoge en el tomo VIII de su «Viage de España» (1777) que el éxito lo festejó la Iglesia de Sevilla elevando su principal torre «unos cien pies», con ocasión de los triunfos del catolicismo sobre el luteranismo. Además, nosotros hemos constatado por la inscripción recordatoria de la obra de ampliación de la Giralda, fechada en 1568, que las máximas autoridades eclesiásticas le dedicaron al entonces «Señor del Mundo» –designación conferida a Felipe II por el hispanista Hugh Thomas–, unos piropo tan encendido como el de «victorioso padre de la patria». Produce, por ello, un gran sinsabor que Sevilla haya estado ausente en la efeméride del hispanismo de la primera potencia mundial y mucho más después de saber que nunca se ponía el Sol en un Imperio que tuvo centralizados casi todos sus poderes fácticos y económicos en esta Híspalis nuestra, un paraíso distinto al de los enclaves exóticos de las Antillas, las Bahamas, el Caribe o el área de la isla Florida, pero desde el que irradiaba todo el brillo de la luz que posibilitó la iniciación política y sociocultural de los Estados Unidos.

Julio Mayo es historiador
juliomayorodriguez@gmail.com

Consolación de Utrera unida al principio de los Estados Unidos

La Virgen de Consolación y los Estados Unidos quedaron vinculados después del milagro providencial que Menéndez de Avilés atribuyó a la Madre utrerana, en el momento que uno de los barcos dirigidos por él mismo se encontraba dispuesto ya para entrar en la orilla de la Florida. En aquel momento no llevaban armas suficientes para hacer frente a dos navíos luteranos que se aproximaban y en el aprieto, relata en su Diario de Navegación el capellán López de Mendoza: «pusiéronse en oración a Nuestra Señora de Consolación, que estaba en Utrera, pidiéndole socorro de un poquito de viento, porque ya los franceses venían sobre ellos, y pareció que ella mesma llegó al navío, y con un poquito de viento que se bulló, entró el navío por la barra». A inicios del siglo XVII, el historiador Rodrigo Caro resaltó ya la cualidad protectora de Consolación frente al avance de los protestantes. La devota imagen se hizo famosa en la segunda mitad del siglo XVI, a partir del crecido culto e imploraciones que comenzó a recibir de muchos viajeros y soldados de la Armada española, cuando transitaban el camino terrestre que unía Sevilla con los puertos gaditanos, y pasaban por Utrera, para embarcar rumbo a América. Es muy sintomático que la primera misa celebrada en la Florida se oficiara el 8 de septiembre de 1565 (primer año en el que comenzó a celebrarse en Utrera la festividad de Consolación, antes conmemorada en marzo), produciéndose con el otorgamiento del acta fundacional el nacimiento del «Fuerte y Misión» de San Agustín. Con este hecho, Consolación de Utrera pasó a convertirse en el primer referente mariológico invocado por la Iglesia española en Norteamérica.

Preparación de la Conquista
1564 – 1565

1 de enero. Desde agosto de 1563 se encontraba preso en la cárcel de las Atarazanas y escribe a Felipe II, quien le había ordenado que se viniese a Sevilla para servir como general de la flota al capitán de la Armada don Juan Tello de Guzmán, Conde de Niebla
1 de julio. Ya ha salido de la cárcel y se formaliza escritura de compromiso con el banquero Domingo de Ocariz
6 de julio. Se desplaza a Madrid, donde realiza importantes gestiones en la Casa Real
14 de julio. Mientras que Menéndez Avilés está en la corte de Madrid prosiguen en Sevilla todas las gestiones para organizar la conquista. Un documento sitúa como fiadores suyos en Sevilla a los mercaderes Gaspar de Astudillo y Juan Antonio Corzo
7 de diciembre. El Consejo de Indias acuerda otorgar un importante sueldo para los ocupantes de los barcos 20 de marzo. Se le despacha el título de gran capitán general de la Florida
22 de marzo. Carta del rey Felipe II a la Casa de Contratación de Sevilla para que se le dispongan 15.000 ducados
5 de mayo. El Consejo Real de las Indias autoriza la provisión de vituallas y municiones
12 de mayo. Llega de Madrid a Sevilla y obtiene financiación privada de un mercader alemán residente en Sevilla
18 de mayo. Avisa a Felipe II que para echar de la Florida a los luteranos se le abonasen 15.000 ducados
28 de mayo. Pedro Menéndez pide que se le pague para poder salir hacia la Florida
28 de junio. Se embarca en el puerto de Cádiz al frente de la flota con rumbo hacia Canarias
28 de agosto. La expedición alcanza la costa de la península de Florida
8 de septiembre. Desembarco de Menéndez de Avilés y fundación de San Agustín

Los Piratas del Caribe

Franceses e ingleses representan una seria amenaza para el tráfico comercial de Sevilla y América. La expedición militar de Pedro Menéndez asestó un duro golpe a las pretensiones territoriales de Francia en América, pero no pudo dejar resuelto el problema del asentamiento definitivo de España en la Florida, por las constantes extorsiones de los piratas ingleses y franceses hacia los buques españoles que venían a Sevilla colmados de riquezas. Cuando el Inca Garcilaso de la Vega terminó en 1592 su obra sobre la «Isla Florida» reivindicó la necesidad de cerrar este capítulo inconcluso de la epopeya hispana en América, argumentando que la fe católica necesitaba consolidarse en aquella zona. Las aguas del Caribe, costa de las Bahamas y el cabo Cañaveral acaparan la atención de los buscatesoros que se sumergen a localizar naufragios de barcos asaltados, o averiados, que nunca pudieron llegar hasta aquí. Forma parte del atractivo cultural e histórico de la Florida esa seductora fascinación por el hallazgo de tesoros perdidos en las profundidades de sus costas.

LA CATEDRAL DEL GUADALQUIVIR

0762Los altos perfiles de la Catedral hispalense y todo el conjunto de su majestuosa silueta formaban parte del hito paisajístico del entorno del río, en aquellos años fascinantes del Descubrimiento de América, cuando el entramado urbanístico no era tan abigarrado como hoy. Debido a su proximidad geográfica con la zona portuaria –conectada con la gran iglesia por la antigua calle de la Mar (actual García de Vinuesa) y otras vías que partían de las inmediaciones de la Torre del Oro–, la relación entre ambos espacios se mantuvo bastante cercana, pues el amplio templo constituía todo un atractivo lugar de auxilio espiritual para quienes llegaban a nuestra ciudad, o tenían que partir, por el río. De hecho, en el siglo XV, la compañía que poseía la exclusividad de la carga y descarga de los barcos que atracaban en la ribera honraba a la Virgen del Pilar que se veneraba en su interior. Dentro de aquella relación suscitada entre la Catedral y el Guadalquivir fueron muy numerosos los beneficios mutuos que se ofrecieron con asiduidad. La corporación catedralicia contó hasta con muelle propio, en el embarcadero de la torre ya citada, donde poseía establecida una elevada rueda de madera, que a modo de grúa descargaba los pesadísimos sillares de piedra que se trajeron a Sevilla por el Guadalquivir para realizar la obra gótica de la Catedral y posteriores labores constructivas del siglo XVI. Durante los años de las conquistas americanas, nuestra Catedral continuó prestando ese consuelo piadoso, en este caso, a los participantes de las expediciones oficiales, como las de Colón, Pedrarias o Hernán Cortés. Constituye una estampa bastante significativa de este tipo de atención religiosa la visita de agradecimiento que le rindieron a la vieja pintura de la Virgen de la Antigua, en 1522, los veintidós marineros supervivientes a la arriesgadísima vuelta al mundo que capitaneó Juan Sebastián Elcano. Las vírgenes de los Reyes y de la Sede también recibieron culto de la gente que embarcaron hacia América.

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Navegantes y viajeros que arribaban al puerto de Sevilla con noticias de los nuevos descubrimientos realizados y experiencias de otras culturas y tradiciones de Occidente, tuvieron que visitar alguna vez la Catedral, como gran espacio del conocimiento que era. La institución más importante de la Iglesia sevillana la formaba toda una «corte eclesiástica» de altas dignidades, dotada de un elevado nivel intelectual e importante reputación humanística en las más diversas disciplinas, que contaba con la lealtad de toda la nobleza aristocrática residente en la ciudad, después de que la monarquía le hubiese conferido un poder superior al otorgado al propio Ayuntamiento de Sevilla. No olvidemos que mediante el Guadalquivir se adentraron en Sevilla corrientes nuevas de pensamiento como el Humanismo, cuyo mensaje cultural iluminó tanto saber a los integrantes del Cabildo Catedral. Ahí está el ejemplo del canónigo magistral Maese Rodrigo de Santaella, fundador del colegio de Santa María de Jesús (1505–1509) –germen de la Universidad de Sevilla–, quien se distinguió por sacar de los muros de la Catedral el legado de la cultura grecolatina para depositarlo en la sociedad. Este fecundo intercambio humano y cultural, que tienen a la actividad del río y la sabiduría de la Catedral como protagonistas, fueron los ejes motrices de la importante transformación que experimentó nuestra ciudad en el surgimiento de la Edad Moderna.

En las primeras décadas del siglo XVI, la Catedral recibió también el sobrenombre de Patriarcal, en razón de la dirección espiritual que ejercitó sobre las primeras diócesis de América (México, Santo Domingo y Lima), Gran Canarias y Filipinas, vislumbrándose así a la sevillana como un poderosísimo centro administrador de normas para la fundación y construcción tanto de templos, como de poblaciones, del Nuevo Mundo. Al menos, inicialmente, muchas de aquellas ciudades se hicieron a imagen y semejanza de la nuestra. Es el caso de Lima, conocida entonces como la pequeña Sevilla. Los Reyes Católicos, que encontraron en la evangelización del nuevo continente la legitimación de sus conquistas militares, con las que tamizar las abultadas ganancias económicas que supuso la explotación de nuevas demarcaciones territoriales, también depositaron en los dirigentes eclesiásticos más cualificados de la Catedral el control absoluto de las actividades mercantiles del comercio colonial. Lo mismo que congraciaron a Sevilla con que su puerto regentase el monopolio exclusivo de la Carrera de Indias, Sus Majestades don Fernando y doña Isabel encomendaron al entonces deán de la Catedral, don Juan Rodríguez de Fonseca, tanto la organización eclesiástica de las Indias como, sobre todo, la creación de la Casa de Contratación (1503). Fonseca, que está considerado el primer organizador de la política colonial castellana en las Indias, era miembro del consejo de los Reyes Católicos y fue un estrecho colaborador de Colón, con quien también discrepó muchísimo. Influyó el deán Fonseca para que la tesorería de Contratación la regentase otra persona del cabildo catedralicio, en este caso el canónigo Sancho Ortiz de Matienzo, y completó el tercero de los puestos más importantes de la Casa con la colocación del padre de otros dos canónigos, los hermanos Jerónimo y Pedro Pinelo. De esta guisa, quedó nombrado como factor de la Contratación el progenitor de los anteriores, don Francisco Pinelo, un riquísimo comerciante genovés afincado en Sevilla, que llegó a ser amigo personal de Cristóbal Colón. En el contexto humanístico de la época se entiende que su hijo Hernando Colón, erudito y bibliógrafo, colmase su biblioteca privada de manuscritos, impresos y una sugerente colección de estampas que hoy proporcionan tanta riqueza documental a la Biblioteca Colombina de la propia Catedral.

Dinero de medio mundo

En el siglo XVI, se dirigió la economía de medio mundo desde las Gradas, por no decir desde el seno de la misma Catedral. En los aledaños del templo se resolvieron y organizaron muchísimos de los viajes a América. El arzobispo de Sevilla quiso censurar la permisividad de los oficiales de la Casa de Contratación, controlada por algunos dirigentes destacados de la Catedral, que dejaban negociar libremente con el dinero en la ciudad. Fue entonces el rey don Fernando el Católico, quien aconsejó al prelado que permitiese el negocio de los préstamos (1509). Tan intensa fue la participación de la cúpula directiva catedralicia en los negocios coloniales que, además de anunciarse con gran algarabía la llegada de los barcos cuando se aproximaban por el río a Sevilla, llegaron a realizarse muchos de los tratos incluso en el interior del templo, tal como narra el historiador Rodrigo Caro.

Marinera y Americanista

Debido a las relaciones marítimas que el Guadalquivir atrajo a Sevilla, la Catedral tuvo ya desde la Edad Media un programa devocional, y todo un personal eclesiástico, capaz de albergar la atención religiosa y pastoral tanto de pilotos y marineros, como de toda la gente de la mar. Tras el descubrimiento de América, nuestra Catedral se convirtió en el principal templo americanista de este lado del Atlántico. Esta vocación americana es perceptible en numerosos elementos del conjunto monumental, enriquecido gracias también a las suculentas inversiones de capital indiano con las que se financiaron muchas de las obras. Traigamos el ejemplo del canónigo Matienzo, quien se encargó de solicitar ayuda a la Corona, cuando fue primer tesorero de la Casa de la Contratación, con el fin de costear los trabajos de reputados maestros canteros en el arreglo del cimborrio que se desplomó en 1511.

A lo largo de sus diversas etapas históricas, el río permaneció vinculado al mercadeo y mantuvo a Sevilla introducida en un considerable ajetreo comercial, como lo pone de manifiesto la presencia en ella de comerciantes nacionales (catalanes, burgaleses, vizcaínos…) y europeos (placentines –de Piacenza–, genoveses, milaneses, alemanes, flamencos, portugueses, franceses, ingleses…). Merced a ello, la Catedral alcanzó, durante la Edad Media, un notorio prestigio nacional e internacional dentro del concierto europeo aunque realmente fue a partir del Descubrimiento, cuando esta misma vía fluvial hizo mundialmente famosa a Sevilla y terminó por consagrar la universalización de esta Metropolitana y Patriarcal «Catedral del Guadalquivir».

Julio Mayo es historiador

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