ASOCIACIÓN PROVINCIAL SEVILLANA DE CRONISTAS
E INVESTIGADORES LOCALES

Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

SOBRE LAS MÁS ANTIGUAS COPLAS DEL ROSARIO DE LA AURORA. UN INTERESANTE HALLAZGO

El Rosario de la aurora es una de las manifestaciones más importantes de la devoción al Rosario en España, y particularmente en Andalucía. Surgido en Sevilla en 1690 junto a los cortejos de prima noche y tarde, alcanzó su máximo apogeo en los siglos XVIII y XIX, sobre todo en el ámbito rural al cuidado de congregaciones y hermandades denominadas de la Aurora y que solían tener como sedes capillas o ermitas, ya que, debido a la hora en que salía el cortejo (en torno a las cuatro de la mañana) las parroquias debían permanecer cerradas.
De estos rosarios son especial exponente las coplas, de amplia tipología: de campanillas (que eran cantadas por los avisadores para convocar al rosario), de misterios (que se entonaban en la dedicación de los mismos durante el cortejo), las de ánimas (durante el mes de noviembre) y otras diversas en función de algunas festividades.

Breve artículo sobre una de las coplas de la aurora más antiguas en Andalucía. Fueron impresas en Sevilla en 1697. Responden ya, en parte, al esquema de la estrofa de siete versos que se hizo tradicional.

SOBRE LAS MÁS ANTIGUAS COPLAS DEL ROSARIO DE LA AURORA. UN INTERESANTE HALLAZGO (PDF)

GRAN PODER, REY DE LOS REYES

0878Entre los repertorios documentales que atesora la Biblioteca Nacional de España, se conserva una Regla de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y de Nuestra Señora del Mayor Dolor y Traspaso, sita en la iglesia parroquial de San Lorenzo de Sevilla, cuyo ejemplar se halla fechado en Sevilla, en febrero de 1826, y del que ni su propia hermandad tenía constancia hasta la fecha. Se trata de una copia literal manuscrita, y encuadernada, del mismo texto que fue aprobado por el Real Consejo de Castilla en el año 1791, que sí obra desde entonces en el archivo de la cofradía de la Madrugada. Gracias a estas reglas elaboradas a inicios de la última década del siglo XVIII, cuando numerosísimas hermandades penitenciales estuvieron a punto ser suprimidas, en función de la gran reforma en materia de religiosidad popular que, con la llegada de las ideas ilustradas a España, se propuso introducir la administración civil borbónica, sabemos que la del Gran Poder de Sevilla basó en la adhesión monárquica la salvación de su continuidad existencial.

Pero después de obtener desde Madrid la aprobación de sus estatutos, se enquistó el problema muy seriamente. En 1798 tuvo que intervenir el Consejo de Castilla en un asunto que no terminaba de arreglar la justicia eclesiástica hispalense entre las cofradías del Gran Poder y Las Tres Necesidades, del barrio de la Carretería, a cuenta de la prioridad en el orden de sus respectivas procesiones en Semana Santa. El real órgano decretó, el 23 de septiembre de aquel mismo año, la extinción de las dos y que les fuesen retiradas sus respectivas capillas, imágenes titulares, alhajas, enseres, insignias, ornamentos litúrgicos y todas las propiedades urbanas y rústicas que poseían. En el expediente de los autos, que hemos tenido la oportunidad de consultar en el Archivo General del Arzobispado, argumenta la del Gran Poder la labor de auxilio económico y social que ofrecía al vecindario del barrio de San Lorenzo, en momentos tan adversos como los que se sufrían a consecuencia de las inundaciones del Guadalquivir. Se solían quedar aislados los vecinos en sus casas y era la hermandad la que socorría «a aquellos pobres afligidos, repartiéndoles pan que conduce en barcas, por medio de las calles, siendo por estos medios útiles a la sociedad».

0879
VER EN PDF

Finalmente, el Consejo de Castilla decidió anular el mandato de suspensión impuesto sobre ambas hermandades, solucionándose el pleito mediante escritura de Concordia, rubricada aquel mismo año. Cada una de ellas pudo recuperar los bienes y ninguna se vio abocada a su desintegración. Si no hubiese surtido efecto la enorme presión que recibieron en la Corte, tanto a nivel popular como por otros conductos burocráticos, y las medidas que el gobierno de Carlos III, sobre cofradías, no hubiesen fracasado tan rotundamente a la hora de llevarlas a la práctica, desde luego que aquellos hombres de la Ilustración, sobre los que nos ha llegado una imagen tan mitificada, hubiesen consumado una represión popular de no poca dimensión y terminado, además, con una parte muy importante de nuestro activo patrimonial, sin el cual hubiese sido imposible comprender la cultura sevillana.

La festividad litúrgica de la Epifanía del Señor, en la que una de las antífonas del día exalta el poder sobrenatural (como recuerda el lema In manu ejus potestas et imperium) de aquel Rey de Reyes que llevó la cruz a cuestas, camino del Gólgota, permitió a la hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder honrar de forma ambivalente, tanto a los Magos de oriente como a las católicas majestades, muy especialmente después de que los Borbones instituyesen la celebración del día de los reyes de España, el 6 de enero de 1782. El origen de esta novena dedicada al Señor que habría de oficiarse fuera de las fechas cuaresmales, si bien en la actualidad se rinde un quinario, se retrotrae al año 1768. Fue promovida por varios cofrades bienhechores, como aclaran unas anotaciones de otras reglas antiguas, de esta misma hermandad, que descubrió en el Archivo Histórico Nacional de Madrid el amigo y profesor don Antonio José López Gutiérrez, y que ha estudiado también el doctor Mira Caballos. Conforme pasaron los años, fueron introduciéndose algunos elementos novedosos, derivados de la actividad impulsora que el misionero capuchino fray Diego José de Cádiz otorgó a estos cultos.

Muchos de los detalles quedaron incorporados a los capítulos de las reglas autorizadas por el Supremo Consejo, en las que se previene que las imágenes titulares pudiesen entronizarse en el altar mayor de la parroquia de San Lorenzo –que era la iglesia en la que radicaba entonces el Gran Poder, antes de trasladarse a su actual basílica–, solamente en la novena, «por el mucho trabajo que cuesta la remoción de dichas santas imágenes a otro sitio y por las quiebras y otros perjuicios que puedan resultar». Según el texto de 1791, los cultos debían dar comienzo el veintinueve de diciembre de cada año y culminar la mañana del seis de enero. Ese día, en el que los hermanos estaban obligados a pagar sus cuotas y renovar el voto en defensa de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, subrayan las reglas que la solemne celebración religiosa «se ofrecerá y aplicará por la importante vida de nuestro católico Monarca y felicidad de esta monarquía».

El Gran Poder sostuvo otra disputa con la cofradía del Silencio, mientras anduvo enfrentada a la de la Carretería, y se preocupó entonces por hacerle llegar al Consejo que anualmente costeaba una función «el día de Pascua de Reyes, por nuestros católicos monarcas, real familia y felicidad de la Monarquía». Comunicó así mismo que había celebrado una misa cuando nacieron los infantes gemelos (1784) y organizado una procesión de rogativas, con gran acogida del pueblo, el día que se publicó la Guerra contra Francia (1793). Hay que tomar en consideración que el Gran Poder tenía ya, en aquellos años de transición del Antiguo al Nuevo Régimen, un buen número de hermanos vinculados con la aristocracia sevillana, como se deduce del apoyo que las reglas confieren a favor de la figura del rey. En el mismo templo parroquial residía igualmente la cofradía de la Soledad, a la que pertenecieron significados miembros de la nobleza local, por lo que es probable que algunos de los cofrades perteneciesen simultáneamente a ambas corporaciones.

0880Estas reglas están fechadas en Sevilla, el 21 de febrero de 1826. Aquel año volvieron a recuperarse las salidas procesionales de las cofradías, después de que se hubiesen llevado siete años sin salir, desde 1819, debido al ambiente anticlerical que se suscitó en torno el Trienio Liberal (1821-1823). Con la restitución monárquica de Fernando VII volvieron a reorganizarse muchas de las hermandades. La copia manuscrita de estas reglas están firmadas por el secretario primero de la hermandad del Gran Poder, don Carlos Serra, quien también consta haber sido hermano de la Sacramental de San Lorenzo. El documento, que ahora ha sido digitalizado por la Biblioteca Nacional y expuesto en el portal de la Biblioteca Digital Hispánica, llegó a la Biblioteca Nacional de Madrid mediante la donación que realizó el catedrático del Instituto de Toledo, don Antonio Delgado, el 7 de julio de 1876. Hoy forma parte de la sala Cervantes.

*Enlace: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000096138&page=1

FINAL

En la mentalidad de la sociedad de aquella época, una de las máximas que legitimaban el poder absoluto se basaba en el origen divino de la monarquía y la alianza entre la tradición católica española y la sucesión dinástica. De la misma forma que nuestras cofradías fueron asimilando la cultura monárquica que todas poseen hoy, fue calando en esta ciudad la tradición que el pueblo les profesa a unos Reyes Magos que, todos los años, hacen aquí su mejor regalo. Dedican el día seis de enero al auténtico Rey de Sevilla. A ti, Señor del Gran Poder.

JULIO MAYO ES HISTORIADOR
juliomayorodriguez@gmail.com

UN PARADIGMA DE PRÁCTICAS RELIGIOSAS EN TIERRAS DE HUELVA DURANTE LA EDAD MODERNA: EL ROSARIO DE LA AURORA Y SUS COPLAS

0870Este artículo ofrece una panorámica general del fenómeno de los Rosarios públicos y las coplas de aurora en tierras onubenses durante el siglo XVIII, concretamente en varias poblaciones representativas. El Rosario público o callejero constituye un paradigma de la religiosidad moderna española y crea una amplia tipología de cortejos con sus faroles y estandartes y, sobre todo, las coplas de aurora, cuyas letras hemos recuperado en este artículo.

LEER ARTÍCULO COMPLETO

OTRA MUJER EN LA VIDA DE CERVANTES

0868Miguel de Cervantes tuvo “una relación personal especial” con Magdalena Enríquez, bizcochera, vecina de Sevilla, casada y madre de dos hijos, según dice a Efe José Cabello Núñez, archivero municipal de la Puebla de Cazalla (Sevilla), quien ha investigado esta figura tras hallarla en un documento cervantino.

Magdalena Enríquez figura en las biografías del autor del Quijote, pero su relación con Cervantes fue de tanta confianza que el autor le concedió poder notarial para que le cobrara su sueldo como recaudador de impuestos.

El nombre de la mujer figura en dos de los seis documentos cervantinos -uno con firma del autor del Quijote- que Cabello Núñez ha descubierto en los dos últimos años en archivos históricos de Sevilla, hallazgo que ha ido completando con otros nuevos relacionados con Enríquez que ha localizado en el de Indias y en el de Protocolos Notariales de Sevilla, todos ellos aun inéditos.

El investigador se puso sobre la pista de Magdalena Enríquez gracias a un poder notarial fechado en Sevilla en julio de 1593, otorgado por el autor del Quijote a esta mujer con la que nunca antes se le había relacionado.

“Ante escribano público, Cervantes la facultaba para que en su nombre cobrara el salario que la Casa de la Contratación de le debía -19.200 maravedís- por sus servicios como comisario real de abastos”, según Cabello Núñez.

El primero de los nuevos documentos localizados recientemente -igualmente inédito hasta ahora-, es la carta de pago que el 28 de marzo de 1594 otorgó Magdalena Enríquez a favor de la Casa de la Contratación, acreditativa de haber cobrado el salario de Cervantes, nombre que también figura en el documento.

Transcurrieron ocho meses desde la fecha de aquel poder notarial de 8 de julio de 1593 y el justificante o recibo de 1594 en el que Magdalena reconoce haber recibido el salario de Cervantes.

Durante ese periodo de tiempo, Cervantes siguió ejerciendo como recaudador en pueblos sevillanos, y supo de la muerte de su madre, Leonor de Cortinas, acaecida en Madrid el 10 de octubre de 1593.

Ese nuevo documento notarial ha permitido al investigador adentrarse y profundizar en la vida y personalidad de esta mujer, fijando su domicilio, su estado civil y su nivel de formación, “desvelando parte del misterio que hasta ahora rodeaba a su persona”.

La relación entre Magdalena y Miguel “fue mucho más allá de la puramente comercial, formando parte de un privilegiado círculo de amistades que Cervantes cultivó en Sevilla, como fue el caso de Tomás Gutiérrez de Castro, cómico y dueño de una de las posadas más afamadas de Sevilla, en la calle Bayona -actual Federico Sánchez Bedoya- donde también tenía Magdalena su domicilio”.

Magdalena, años más tarde, ya casada en segundas nupcias con el bizcochero Francisco de Montesdoca, quien también fue comisario real de abastos como Cervantes, actuará como madrina del bautizo de un hijo de Tomás Gutiérrez, acto social que recogió el académico Norberto González Aurioles en “Cervantes y el Monasterio de Santa Paula de Sevilla”, publicado en 1912.

Según las primeras conclusiones de Cabello Núñez, cuando Cervantes le otorga poder notarial para que cobre su salario, Magdalena era una mujer casada, y mantenía aún su estado civil en 1596 -su primer marido, con el que consta vínculo matrimonial desde al menos el año 1579, fue Cristóbal Bermúdez-.

En 1589, dos años después de que Cervantes comenzara su andadura andaluza como comisario real, Magdalena ya era madre de dos hijos, nacidos del matrimonio con Bermúdez: Ana María Enríquez y Francisco Enríquez, cuyas edades aún no ha podido precisar.

Magdalena aparece como una próspera comerciante, proveedora habitual de la Casa de Contratación de Sevilla, a la que suministraba importantes cantidades de bizcocho para las tripulaciones de los galeones de la Armada y Flota de las Indias, como lo acreditan numerosos asientos y contratos.

Cabello Núñez ha destacado que entre 1579 y 1591 Magdalena no firmaba los documentos porque manifestaba que no sabía escribir, pero que, en cambio, sí los firmará de su puño y letra desde al menos enero de 1593, meses antes de que Cervantes le otorgara su poder notarial, firmando esta carta de pago de 28 de marzo de 1594 en la que nuevamente figura el nombre de Cervantes.

Ante ese hecho, se pregunta “si la amistad de Magdalena con Cervantes y el conocimiento que ella pudiera tener de su faceta de escritor, y la amistad compartida con su vecino y comediante Tomás Gutiérrez, y de éste a su vez con autores de comedias como Mateo de Salcedo, hubieran despertado en Magdalena interés por disfrutar de la obra de Cervantes, motivándola para que aprendiera a leer y escribir”.

Su marido firmaba documentos desde al menos 1579 y no parece haber mostrado interés durante esos años para que su esposa aprendiera a hacerlo, a pesar de que era Magdalena quien llevaba, desde hacía más de veinte años, las riendas de sus negocios.

MACARENA, UN NOMBRE PROHIBIDO

0865Los días 17, 18 y 19 de diciembre del año de la Exposición universal de 1929, hace hoy ochenta y seis años, se distribuyeron en el besamanos de Nuestra Señora de la Esperanza, celebrado en la parroquia de San Gil, unas estampas religiosas de recuerdo que llevaban, al dorso, una oración en la que no pudo ponerse, junto a su advocación, el nombre de Macarena. Un documento que ahora sacamos a la luz, hallado en la serie de los Asuntos Despachados del Archivo del Arzobispado de Sevilla, precisael reparo eclesiásticoque se dispuso desde el Palacio episcopal contra el uso del vocablo, con anterioridad a la impresión de las preces, en base a un informe de censura firmado por el canónigo don Modesto Abín y Pinedo, el 25 de octubre de aquel mismo año. El erudito liturgista, y rector del Seminario, don Modesto Abín, lo calificaba en su escrito como: «un epíteto muy impropio de la seriedad del culto y depresivo de la altísima dignidad de la Santísima Virgen». Además, argumentó que su denominaciónsuponía: «descender al estilo pedestre y vulgarote del propio callejero y ofrecer ocasión a las censuras de los detractores de la religiosidad del pueblo sevillano y de sus renombradas cofradías, es, en una palabra, empequeñecer la grandeza de aquella incomparable criatura que Dios escogió para ser su Madre».

Esta desaprobaciónse contextualiza en unos momentos de poca cordialidad entre la hermandad y el Arzobispado, después de que varios vecinos del barrio se enfrentaran a la decisión adoptada por el cardenal Ilundáin de nombrar como nuevo hermano mayor a don Leoncio Martínez de Bourio Sánchez (1 de febrero de 1929), y que éste no pudiera llegar ni a tomar posesión de su cargo, por impedírselo una gran multitud contrariada con la designación impuesta. La curia decretó el cese de su junta de gobierno, el 26 de abril, y nombró, como regidor circunstancial de una gestora, al militar don Ernesto Ollero Sierra, abuelo del capataz Alejandro Ollero Tassara.

 

0864
VER ARTÍCULO EN PDF

Aunque el pueblo le rezabaa la imagen aclamándola como Macarena, es muy probable que esa connotación despectiva a la que hace alusión el enjuiciamiento revisor, proviniese de la dudosa reputaciónque –a los ojos de la Iglesia sevillana– poseían algunas personas,así como el anticlericalismo e izquierdismo latentedel vecindariode un barrio que, en aquel tiempo, era mucho más castizo que el de Triana. No olvidemos que el arrabal macareno fue la cunade la mayoría de los cantaores, de finales del siglo XIX y los albores del XX, así como el escenario de fiestas irrepetibles que inspiraron numerosísimas composiciones intelectuales (literatura, música, trabajos artesanales, etc.). Quien captó de inmediato el peso que en Sevilla representaba la auténtica religión del pueblo fue Federico García Lorca, que en uno de sus poemas la piropeó como Macarena (1924). El señor arzobispo don Eustaquio Ilundáin, no obstante, permitió a los hermanos Álvarez Quintero, unos años después,que la invocasen como Macarena, en la conocida Salve que le dedicaron los comediógrafos utreranos, en 1935. Y ni qué decir tiene cómo mi paisano Joaquín Romero Murube contribuyó especialmente a dignificar el uso del nombre en su Oración a la Virgen de la Macarena; o la exaltación que hizo de ella Rodríguez Buzón al ensalzarla como, ¡Macarena Soberana!, en las letras que compuso de las coplillas que danzaron los Seises en las vísperas de su coronación canónica(1964). En aquellos años, las mujeres no podían ser bautizadas todavía con el hermosísimo título macareno, por no formar partedel santoral de la Iglesia.

Se convirtió en nombre de mujer

Muchas mujeres se han llamado Macarena,aún sin contar con consentimiento eclesial para tomarlo. Es el caso de Esperanza del Río Rodríguez, hermana del ilustre macareno Sabas del Río. Ella, que nació en 1947, ha tenido que sufrir el castigo de llevarlo casi oculto. De niña tuvo que aguantar alguna que otra reprimenda en el colegio, cuando las religiosas carmelitas de la calle Bustos Tavera, se percataron de que, en su cartilla de escolaridad, figuraba identificada como Macarena.Hasta el año 1959 no comenzaron a inscribirse en el Registro Civil algunas Macarenas, cuando llegó a la Mitra hispalense el arzobispo don José María Bueno Monreal. Es cierto que, algunos años antes, comenzaron a inscribirse algunas niñas con el nombre de Macarena, pero cuando verdaderamente irrumpieron las Esperanzas Macarena, Marías Macarena y otros nombres compuestos con Macarena fue a raíz del anuncio dela concesión vaticana, en 1963. La Iglesia comenzó a ser algo más condescendiente a partir de que la imagen se coronase canónicamente en 1964.A pesar de ello, la Iglesia continuó exigiendo que Macarena fuese un nombre complementario, y no exclusivo. Las niñas han comenzado a ser bautizadassólo como Macarenadesde hace relativamente poco tiempo. Después de todos estos avatares, celebramos, por fin, en el día de las Esperanzas, la onomástica también de las Macarenas.Algunas,se están tomando la molestia de gestionar en los Registros civiles la sustitución del nombre que le pusieron por el que verdaderamente deseaba tener, el de Macarena, como ha hecho la sevillana, afincada en Jerez, Macarena Ferguson Amores, a quien la autoridad civil le autorizó el cambio en el año 2006.

FINAL

Cuando Juanita Reina comenzó ya a cantar, sin ningún miedo, la plegaria escrita por Rafael de León,«Esperanza y Macarena», podemos decir que se había consumado la consagración del triunfo de la piedad popular sobre las directrices del culto oficial. Por encima del folclore, detrás de la Macarena hay religión en el sentido más evangélico y teológico de la palabra. La espiritualidad popular de nuestra ciudad es, esencialmente, marianista, porque la Madre de Dios es un icono también cultural, que representa la realidad más humilde y sencilla de sus barrios. Y ésta es nuestra verdadera consecución, la de contar con una cultura tan rica, que ya quisieran muchas ciudades de Europa poder atesorarla como Sevilla, que encima es capaz de definirla, y resumirla,tan sólo conel llanto, la sonrisa y el suspiro eterno de la Macarena.

JULIO MAYO ES HISTORIADOR

JUAN MANUEL RODRÍGUEZ OJEDA, ROCIERO DE TRIANA

0834La restauración del Simpecado que confeccionó Sirve para revisar la amplia obra del genial bordador

Del color del río Guadalquivir es el verde macareno del Simpecado de la hermandad del Rocío de Triana que confeccionó el genial bordador sevillano Juan Manuel Rodríguez Ojeda, compendiando en él piezas y elementos del antiguo, para la ocasión extraordinaria de la coronación canónica de la Virgen del Rocío de Almonte, en 1919. El canónigo promotor de aquel importante acto religioso, Muñoz y Pabón, hubo de servirse de los conocimientos artísticos de Rodríguez Ojeda, para dignificar un ceremonial de tanta trascendencia, que iba a celebrarse en un entorno rural carente de componentes estéticos fuera de los del paisaje, con la introducción de elementos ornamentales que nunca habían estado presente en las celebraciones rocieras (perfecto atavío de la imagen titular, amplio ajuar de ornamentos litúrgicos, vestiduras sagradas, montaje exterior del altar de cultos, colgaduras y engalanamiento del entorno y uniformidad estética de los cortejos romeros, para los que realizó banderines, estandartes y los simpecados de las hermandades de Huelva y Triana).

Pero las actuaciones de Juan Manuel Rodríguez Ojeda (1853-1930) en el ámbito rociero se remontan bastantes años atrás, como gran devoto que fue de la Santísima Virgen del Rocío. Aunque de momento no podamos precisar con exactitud la fecha de su ingreso en la hermandad de Triana, sí sabemos que entre los años de 1892 y 1895 tuvo que influir ya muy decisivamente en la transformación del simpecado trianero, estrenado tras la conmemoración del dogma concepcionista, en el año 1855. Antiguamente, muchos de los simpecados rocieros de las filiales eran de color blanco y fue precisamente Rodríguez Ojeda quien introdujo el terciopelo verde en la cara principal del mismo, reforzando la ornamentación con bordados mucho más ricos, que seguían de cerca el modelo de la estética neobarroca, que ya se habían puesto de moda en los ambientes de las cofradías penitenciales de la ciudad, y de los que él, precisamente, fue uno de los principales definidores.

0835Juan Manuel trató de otorgarle a la hermandad de Triana una personalidad estética que realzara su identidad, e hiciera más presente su prestigio institucional con respecto a la de los pueblos, pues no en vano era la hermandad de Sevilla capital. A su talento se debe la puesta en escena del imponente cortejo romero que terminó consiguiendo organizar Triana para su desfile, no sólo mediante la disposición ordenada de unos elegantes romeros caballistas, perfectamente engalanados, en cuyo cuerpo iba lo más granado de la aristocracia ganadera sevillana y hasta sus toreros más renombrados, sino hasta con la estudiada disposición de unas atractivas insignias (banderín de guía, bandera blanca con cruz verde con varios bordados y estandarte), y el empleo de enseres (varas, medallas, frontiles, candelabros, e incluso la carreta del Simpecado que llegó a renovar). Estas aportaciones de Juan Manuel Rodríguez Ojeda ayudaron también a que fuese alcanzando un mayor esplendor la romería del Rocío los años aquellos que había recobrado tanta vigencia la revalorización de las señas históricas de nuestra cultura andaluza, reivindicadas desde revistas como «Bética», que dedicó un amplísimo reportaje al Rocío, y creaciones literarias y musicales inspiradas en este fenómeno devocional como la compuesta por Joaquín Turina.

Miembro de la junta de gobierno del Rocío de Triana

En los libros más antiguos del Archivo de la hermandad del Rocío de Triana, las primeras referencias escritas relacionadas con su pertenencia como miembro de su junta de gobierno corresponden a 1904, año en el que ejerció como mayordomo, aunque su presencia creativa en cuestiones ornamentales es perceptible desde bastantes años antes. Figura Juan Manuel desempeñando el cargo de mayordomo de la filial de Triana en los gastos ocasionados con anterioridad del Rocío de aquel 1904, después de haber promovido la organización de un concurso de carretas en la Feria de Sevilla, con la presencia de la mismísima carreta del simpecado, durante tres días en la calle San Fernando. En 1905, se estrenó el revestimiento plateado del cajón de la carreta –instaurando con ello un canon decorativo similar al de los pasos procesionales–, el mismo día que a Rodríguez Ojeda le robaron, en el Tardón, su cartera, con unas 1.000 pesetas que llevaba, cuando se apeó de su caballo para guardar las insignias en las carretas y comenzar el camino desde la ciudad a la aldea almonteña. Al siguiente de 1906 incorporó la hermandad un nuevo estandarte, bordado en oro sobre terciopelo verde con el escudo de los Montpensier. Continuó ejerciendo el cargo de mayordomo, tal como lo acredita su rúbrica al pie de unas anotaciones de 1907, año en el que comenzó a recogerse dinero para la construcción de un nuevo templete de la carreta. La incorporación de este destacado elemento ornamental vino a rematar el ambicioso proyecto juanmanuelino de renovar la vieja carreta que se hizo en tiempos de los Montpensier, en el siglo XIX. Su compromiso con la reforma de la carreta se deduce del dinero que donó personalmente para saldar el coste del templete.

0836
DESCARGAR EN PDF

Por su cariño al barrio de Triana, Rodríguez Ojeda se puso de acuerdo con el párroco de Santa Ana y repartió limosnas «entre los pobres impedidos y que sean hijos del barrio de Triana» en el lluvioso año de 1908. Con los hermanos José y Anastasio Moreno Santamaría, figuras determinantes también en el emerger rociero, formó parte de la junta de gobierno de 1909, cuando además era consiliario primero de la Macarena y ostentaba otro cargo en la hermandad del Cristo de la Exaltación de Santa Catalina. Y con su inagotable inspiración estuvo trabajando dentro del seno corporativo de Triana hasta el año 1911.

Aquel finísimo bordador que tanto hizo por nuestra Semana Santa, también se puso los zahones, la chaquetilla blanca y el sombrero de ala ancha para acompañar a su simpecado, montado a caballo como mayordomo. Durante muchos años preparaba una de las mejores carretas de la comitiva, adornadas con moños, lazos verdes y flores naturales. El Simpecado restaurado en estos meses por Luis Miguel Garduño, que lo empleó la hermandad en sus peregrinaciones hasta que se hizo el actual en 1936, ha recobrado todo su ángel. Y a uno, le llega al alma los rizos encaracolados de los tallos, que parecen envolver todo el arte de esta tierra en sus redondeles, porque en esa metáfora está cosida, con hilos de oro, la significación de Sevilla y la de una manifestación de piedad popular tan profundamente arraigada en Andalucía. Pero la mayor consecución de Juan Manuel Rodríguez Ojeda ha sido la de atraer, con su prodigio, la mirada de tantas y tantas personas hacia el óvalo central que preside el simpecado de su Virgen del Rocío.

JULIO MAYO es historiador y ha publicado numerosos artículos sobre el Rocío de Triana

Rodríguez Ojeda tenía casa en el Rocío

Rodríguez Ojeda tenía casa en el Real del Rocío. Estaba situada en la calle Sanlúcar. A ella llevó invitadas en muchas ocasiones a las muchachas bordadoras que integraban su taller. Una instantánea recoge el grupo de todas sus empleadas dispuestas en torno a él en el patio de la vivienda bajo un retablo cerámico de la Virgen del Rocío. El poeta y veterano rociero de Triana Manolo Lozano nos ha contado que el bordador sevillano llegó a regalarle a la Virgen del Rocío de Almonte hasta dos sombreros, con unos lazos verdes, para cuando lucía sus galas de Pastora. Debido a sus visitas frecuentes al Rocío, se sospecha con fundamento que tuvo que participar en las primeras décadas del siglo XX en el equilibrio compositivo del atavío y formas de vestir de la Patrona de Almonte, tal como puede comprobarse en algunas estampas antiguas.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad