ASOCIACIÓN PROVINCIAL SEVILLANA DE CRONISTAS
E INVESTIGADORES LOCALES

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EL ALCALDE DE ÉCIJA SOLICITÓ LA COLABORACIÓN ECONÓMICA PARA CELEBRAR LA FERIA DE SEPTIEMBRE DE 1912

Desde la apertura de la avenida Miguel de Cervantes, en 1912, las ferias ecijanas, -tanto la extinta de mayo como la de septiembre- tomaron estavía urbana como el centro de la actividad ferial. La portada se instalaba al comienzo de la avenidaes decir, en la propia Plaza Mayor. A lo largo y ancho de la misma quedaban los más variopintos puestos feriales. No faltaban los de turrón, juguetes, venta de alimentos y los de los aguadores quepregonaban la procedencia del líquido (“agua de la barranca” “del Trillo” o de la fuente de “Gallardo”). La función de estos puestos era proveer agua a los viandantes que, por una módica cantidad de dinero, podían beber en los botijos de forma “que a real se podía tragar hasta la jartá”.

0104No debían andar las arcas municipales con suficiente presupuesto para organizar la feria, toda vez que a través del periódico local Nueva Écija* el alcalde se dirige a los ecijanos con este tenor:”Para que la feria no desmerezca de las anteriores, preciso es que el vecindario acuda con mano generosa, como otras veces, subvencionando esos festejos que serán fuentes de riquezas para todos y que el Ayuntamiento, por sí solo no puede organizar con ellujo y grandeza que desea, pues sólo cuenta para ello con una subvención de 2.399 pesetas y 38 céntimos a este fin, y para evitar molestias al vecindario, se invita al comercio, sociedades, labradores, industriales y a todos los ecijanos, en fin, para que desde hoy hasta elúltimo día del presente mes, se pasen por la secretaría municipal indicando la suma que piensa contribuir al objeto de saber, siquiera sea aproximadamente, la cantidad con que se cuenta para los festejos. Y concluía el bando con este párrafo:Este Ayuntamiento confía en el patriotismo de todos, para que Écija pueda organizar un festival que no desmerezca del realizado en la feria de septiembre del pasado año. Una nota de la redacción al pie del bando exortaba alos ecijanos a concurrir a esta feria y lo hacía de esta forma “Ahora lo que falta es el pueblo, que es el que se beneficia, acuda al llamamiento que se le hace, pues de no acudir y deresultar la feria una mala velada, culpa será de los que no acudan, los cuales, no tendrán derecho a censurar, pues ellos serán los censurados…”. Los ecijanos tuvieron que acudir a la llamada de la primera autoridad local, pues se pudieron organizar todos los festejos, incluidos los fuegos artificiales.

Los medios escritos de la época nos hablan de unas jornadasbrillantes y festivas. Para mayor esplendor de los actos labanda Municipal de música interpretó los toques dealegres dianas; y la banda del Regimiento de Granada ofreció varios conciertos. Estabanda desfiló a su llegada desde la estación del ferrocarril a la Plaza Mayor.

No faltaron las compañías de Ópera y Zarzuela que tuvieron lugar en el teatro municipal. El circo con elnombre de “La Alegría” fue instalado en la Plaza de la Concepción. Según las crónicas, con “llenos rebosantes”.En esta feria se celebraron los tradicionales mercados agrícolas y de ganadoen los llanos del Valle. Los fuegos artificiales estuvieron a cargo del afamadopirotécnico valenciano Manuel Gómez Sanz y, según las crónicas, “fueron muy buenos en fuerza, brillantes, dibujos de las piezas y combinación de colores. Bien lo apreció el público, que, entusiasmadoaplaudió como se merecía la fiesta que presenciaba”.

*Archivo Municipal. Prensa. Nueva Écija 13 de junio de 1912.

La avenida Miguel de Cervantes, “la calle Nueva” Cien años en la memoria. Juan Méndez Varo.

CONSOLACIÓN Y EL CONDE DUQUE

El Papa Urbano VIII concedió a su excelencia don Gaspar de Guzmán, señor conde de Olivares, el patronazgo honorífico de la iglesia y convento de «la beata Madre de Consolación de Utrera», en 1624, según reza textualmente en el buleto original que encontramos, hace algunos años, escrito en latín eclesiástico, dentro del Archivo parroquial de Santa María de la Mesa. Este mismo documento, especifica que era patrono también del colegio mayor de Santa María de Jesús de Sevilla, origen de la actual universidad hispalense, cuyo primitivo edificio se derribó para abrir la actual Avenida de la Constitución, a comienzos del siglo XX, junto a la capilla que se mantiene en pie en la misma Puerta de Jerez. La adjudicación del patronazgo queda confirmada así mismo por una carta de pago, datada el mismo año, que hemos localizado en el Archivo histórico provincial, entre las escrituras correspondientes al notario Miguel de Baena. Comparece liquidando cierta cantidad económica al convento de Consolación, don Cristóbal Jiménez Gómez, «contador de la hacienda y Estado de su excelencia el señor Conde de Olivares, en nombre y en voz del dicho señor conde». El desembarco en Consolación se produce en los momentos iniciales de su carrera política, después de que en 1621 hubiese sido coronado Felipe IV como rey de España, y se convirtiese, don Gaspar, en el primer representante real.

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En aquellas primeras décadas del siglo XVII, el fenómeno devocional de Consolación no se circunscribe a un ámbito meramente local. Abarca un amplio término supracomarcal. Esos días vive momentos de esplendor y es ya una de las manifestaciones piadosas más populares del Siglo de Oro sevillano. Las peregrinaciones hacia el santuario utrerano se habían incrementado muy considerablemente. Fue cuando alcanzó el mayor número de hermandades filiales, participantes todas ellas en su multitudinaria romería y procesión de cada 8 de septiembre, algo similar a como se formula hoy la del Rocío. En las explanadas de la ermita, ubicada en un enclave estratégico muy bien comunicado con los puertos gaditanos, se desarrollaba durante todo el año una intensa actividad comercial. Allí se instalaba también la feria, estrechamente relacionada con el comercio de las Indias, y en la que atesoraba un protagonismo primordial el mercadeo de la plata y otros metales preciosos. En primera instancia, fue el pueblo llano el que reconoció esta manifestación mariana que se había gestado en un lugar marginal, a las afueras del núcleo urbano. A partir del famoso milagro de la Lámpara de aceite, obrado en torno a 1558, el prestigio de la imagen saltó a América, y universalizaron su bendito nombre los numerosísimos viajeros y soldados de la Armada que le imploraban buen viaje, al pasar por Utrera camino de Sanlúcar de Barrameda rumbo a América. A la aclamación popular le siguió la proclamación oficial. Gracias a un documento del Archivo Municipal de Utrera, sabemos que, a inicios de la década de 1590, había sido nombrada ya patrona de la localidad. A renglón seguido, también comenzaron a rendirle culto las familias aristocráticas más distinguidas del sur de España y las más destacadas de la propia Utrera.

El erudito utrerano Rodrigo Caro publicó la historia del «Santuario de Nuestra Señora de Consolación», en 1622, cuando desempeñaba un cargo relevante como sacerdote y visitador eclesiástico en el arzobispado hispalense. Desentraña los orígenes, detalla numerosos milagros y narra acontecimientos contemporáneos a él. Pero no menciona el nombramiento de Olivares como insigne protector, por lo que este acontecimiento hubo de producirse después de que don Rodrigo terminase su libro. El célebre arqueólogo e historiador, formaba parte del grupo sevillano que constituía el entorno del conde-duque, y tertuliaban con él en los Reales Alcázares, como recrea el profesor Lleo Cañal en su trabajo sobre el círculo sevillano de Olivares. Caro intentó ingresar en la corte varias veces, aunque nunca pudo conseguirlo. Siendo mayor, pretendió ocupar el cargo de cronista de las Indias, aunque sin éxito, como documenta Guy Lazure en el estudio titulado «Rodrigo Caro y la corte de Felipe IV: itinerario de unas ambiciones frustradas». No tenemos documentado si Rodrigo Caro fue quien atrajo al conde-duque a Consolación, aunque es muy probable que su cercanía hubiese influido en la consumación del acercamiento.

Benefactor ilustre

El conde-duque de Olivares fue, en su tiempo, uno de los poquísimos gobernantes españoles comprometidos verdaderamente con la cultura, cuyas acciones de mecenazgos ha glosado maravillosamente su biógrafo John Elliott. Pero en el caso que nos ocupa, su contribución no se centró exclusivamente en el plano artístico, pese a que su amparo terminase enriqueciendo, indirectamente, ciertas cuestiones patrimoniales de este centro religioso y beneficiando el desarrollo de otras cuestiones socioculturales inherentes a Consolación. Aunque el historiador local del siglo XVIII, Pedro Román Meléndez, llegó a adjudicar la financiación del retablo mayor al patrocinio del conde, los documentos no lo corroboran así. Los artífices Luis de Figueroa y Andrés de Ocampo, se comprometieron en 1612 ante notario, con la comunidad de los frailes Mínimos, a realizar unos trabajos que pagaron los conventuales. Además, cuando don Gaspar fue nombrado patrono en 1624, el retablo principal ya estaba concluido. Rodrigo Caro recoge en su historia del Santuario (1622), que en la capilla mayor se levantaba «un hermoso tabernáculo y retablo que estos días le han hecho». Al cabo del tiempo, aquel retablo que comenzó a entallarse en 1612 terminaría siendo sustituido por el que hoy contemplamos, cuya instalación se inició el año 1713.

El mecenazgo dispensado por Olivares, deja entrever algunas claves interesantes, como la protección política e institucional que el nombramiento le proporcionaría al santuario, así como el prestigio mutuo que se brindarían el conde y Consolación, respectivamente. Con el favor suyo, los frailes Mínimos obtuvieron una serie de exenciones fiscales que ayudaron a aumentar el culto de la Señora y extenderlo hacia otras fronteras. Los religiosos consiguieron las autorizaciones administrativas precisas para la elaboración de medallas de la Virgen, labradas en plata de ley, comercializar cintas con la medida de la imagen, así como el permiso eclesiástico oportuno para pedir limosnas en distintos puertos de España y América.

Desde Felipe II, la monarquía hispánica había puesto su mirada en Consolación, al autorizar el desembarco de los frailes Mínimos en 1561. Décadas más tarde, el principal valido del rey termina por incorporar su templo al elenco de santuarios marianos del país vinculados a la corona española, como por ejemplo el extremeño de Guadalupe. En aquellos momentos del barroco en los que el brillo del oro, proveniente del Nuevo Mundo, contrastaba con la gran mendicidad existente en la calle de los grandes pueblos, Consolación sobresalió entre las demás devociones por los innumerables beneficios y remedios que dispensó a los más humildes. ¿Cuánta grandeza y cuánto poder ostentaba la del Barquito en la Mano? La suficiente como para lograr encandilar también al máximo representante de la primera potencia mundial. Se explica así que Olivares eligiese como defensora suya –para que velara por él en todos sus frentes–, a la Madre que mejor encarna el Corazón de Utrera.

JULIO MAYO ES HISTORIADOR

SE CUMPLEN 140 AÑOS DEL NACIMIENTO DEL “BIZCO PARDAL”

El célebre cómico José García, popularmente conocido por el “El Bizco Pardal”, natural de Écija y conocido por sus chascarrillos que le reportaron fama mundial, nació el 9 de septiembre de 1877 en la calle Molero, nº 5. Fue bautizado en la Iglesia Parroquial de Santa Cruz, a pesar de que otras versiones lo hacían natural de Sevilla.Pruebas documentales no dejan lugar a dudas de su nacimiento en la ciudad del Sol.

Sí es cierto que “EL Bizco Pardal” se marchó con sus padres y una hermana a Sevilla, donde vivió en la calle Oviedo, nº 9. Su padre trabajócomo zapatero, y su hermana, en la fábrica de tabaco. Por su parte, “El Bizco Pardal” no tuvo oficio concreto, aunque realizó múltiples actividades: repartidor de carne, becerrista, bailaor, cantaor, cómico de taberna, etc. Su principal ilusión, no obstante, era ser torero, pero no llegó a destacar.El don que lo hizo célebre fue su capacidad como cómico, ocupación a la que no se dedicó de manera profesional, sino de forma espontánea en reuniones de amigos.

Según contaba Francisco Vargas González, popularmente conocido como”El Chato de la Campanera”, “El bizco” pasaba temporadas en Écija, pernoctando en casa de una de sus hermanas. En losmeses que pasaba en la ciudad astigitana siempre estaba rodeado de muchos amigos, con frecuencia en los bares, ambientes en los que era conocido por sus chistes y por su genio alegre y desenvuelto. “El Chato de la Campanera” recuerda que solía asistir a todos los velatorios de que los que tenía conocimiento, si bien lo echaban de muchos de ellos por los escándalos que formaba.

Fue el propio Francisco Vargas quien propuso al Ayuntamiento de Écija la colocación de una placa en el lugar de nacimiento del popular cómico, y que hoy se puede ver en la puerta de su casa natal. Sin embargo, no quedó ahí su empeño:también propuso que la calle donde nació, Moleros, fuese rotulada con el nombre de “Bizco Pardal”, y así se hizo.

Francisco Vargas González fue aún más lejos y durante varios años organizó varias verbenas en memoria del célebre cómico, concretamente en la popular Callejuela del Cojo. En dichas verbenas tuvieron cabida actuaciones de grupos de sevillanas, cantaores locales y cómicos, así como pruebas deportivas y recreativas.

Si bien no existía una comisión organizadora específica para estos eventos,Francisco Vargas siempre contó con apoyo de todos los vecinos, que se prestaban a exornar sus fachadas con macetas y colgaduras. Especial contribución fue también la de la Asociación de Amigos de Écija y los Ecijanos en Madrid. La verbena se celebraba en la vía pública y los actos eran gratuitos,dado que los artistas colaboraban de manera desinteresada. En una de las verbenas se anunció la presencia de dos conocidos cómicos que no pudieron actuar. Una señora comenzó a protestar porque no se había cumplido la intervención de los humoristas,amenazando con formular una denuncia contra los organizadores. Alguien le indicó que Francisco Vargas era el organizador y muy enojada se dirigió a él con sus airadas protestas. Al señor Vargas lo único que se le ocurrió fue contestar que se pasara, en vista de tal eventualidad, por la “ventanilla”, donde le devolverían el dinero que ella había pagado por su entrada.

Texto de Juan Méndez, corresponsal del diario Sur/Oeste.

CICLISMO EN ÉCIJA

La afición al ciclismo se acrecentó en España, y en Écija en particular, a partir del triunfo en el Tour de Francia de Federico Martín Bahamontes. A comienzos de la década de los sesenta del siglo XX, el deporte del pedal tenía sus buenos aficionados, y entre estos, alguien que dedicó muchas horas de trabajo e ilusión para que Écijafuera referente en este deporte tan popular: Emilio Martín Caballero, propietario del que fue famoso “bar Cantarero”. Emilio tenía en su junta directiva a ecijanos emprendedores como José María Martínez, Manuel Gómez, Francisco Blasco, Cristóbal Márquez, Jaime Campoy, Manuel Vargas, Antonio García y Julio Manchado, con los que organizó innumerables pruebas con carácter local, alguna de ellas, coincidiendo con las Ferias de mayo y septiembre o con la popular verbena de Santa Ana del barrio del Puente. Pero esto no quedaba ahí, sino que además la Peña apoyóa jóvenes ciclistas para que pudieran participar en competiciones tanto local como provincial.

0093Y si digno de elogios es la figura del presidente de la Peña Ciclista Ecijana, Emilio Martín Caballero, también es digna de mención la Antonio Vera Martínez -uno de los pocos empresarios que apoyaron económicamente al deporte base-, pues gracias a su apoyo económico fue posible llevar a la práctica esta bella disciplina en la ciudad. En una de las instantáneas, Antonio Vera posa con el equipo que él patrocinaba en la Plaza de España.

Otras imágenes nos traen a la memoria una insólita estampa de la Plaza Mayor. Se trata de una carrera ciclista celebrada en el año 1961: junto a los participantes, se aglutinan curiosos y aficionados que presencian cómo los jueces daban la orden de salida a los ciclistas y a los vehículos auxiliares que componían la caravana de la prueba.La competición estuvo organizada por la Peña Ciclista Ecijana, que consiguió ya por este tiempo gran prestigio en Andalucía, pues participaron corredores de Dos Hermanas, Osuna y Córdoba. Los ciclistas dieron una vuelta neutralizada al “Salón”, para emprender la salida oficial en la Avenida de Italia.

El apoyo moral y económico del municipio a la Peña Ciclista y el trabajo de los componentes de la junta directiva, hizo posible que el ciclismo llegara a alcanzar sus mejores días de gloria. Hay que señalar que sólo en el año 1960, se organizaron tres pruebas: en el mes de junio la ruta Écija-La Carlota; en julio la de Écija-La Luisiana-La Carlota Écija; y en agosto Écija-Carmona-Écija.

La afición al ciclismo fue en auge en estos años pues la Peña Ciclista Ecijana después de las pruebas de carácter local que se llevaban a cabo sobre un circuito urbano: avenida de Italia, La Victoria, Carretera de Osuna y carretera genera hoy Avenida de Andalucía, calles La Victoria, San Benito y Avenida del Genil. Además la peña organizó los trofeos “Ciudad del Sol”,Lo que dio lugar a que se formaran hasta cuatro equipos representativos de la localidad, bajo el patrocinio de otras tantas casas comerciales:Cil, Sigma, Vera Hermanos yCasa Cantareros.

Ni que decir tiene que estas pruebas llegaron a despertar gran expectación. Según un periódico local “La superación de todos sus componentes, se veía apoyada por el animar constante de la multitud, que si en la prueba anterior hubo abundante expectación, ésta sobrepasaba los límites, originando a veces, graves problemas a los corredores, por el gentío tan inmenso que se agolpaba a lo largo del espaciosos y prolongado recorrido.”

La Peña Ciclista Ecijana organizó en el verano de los años sesenta del siglo XX una prueba con dos fases: la primera, por equipos; y la segunda, individual cuya carrera fue retransmitida por Radio Juventud con la voz de Pepe Herráinz. Obtuvo un sonoro triunfo el equipo de Casa Cantarero, tanto en la prueba por equipo, como en la individual. Los ganadores fueron Enrique GarcíaGarcía, Manuel Lafuente González y Enrique Martín Bermudo.

Las pruebas de mayor prestigio de las organizadas por la Peña Ciclista Ecijana fueron los Trofeos “Ciudad del Sol”, que suscitaron interés en el ámbito provincial y en el nacional, como se puede demostrar en la repercusión que tuvoen la prensa y radio al concurrir ciclistas de prestigio que también participaron en el Tour de Francia.

La primera edición del Trofeo “Ciudad del Sol” tuvo lugar el día 24 de septiembre de 1960 y recorrió las ciudades de Écija, Marchena, Osuna, Aguadulce, Estepa, Herrera y Écija, siendo su ganador Antonio García del Moral, con un premio de 2000 pesetas y un colchón Flex.El día 1 de octubre de 1961 se celebra la II Edición del Trofeo “Ciudad del Sol”, de 180 kilómetros, con el recorrido Écija, El Viso del Alcor, Mairena, Dos Hermanas, Sevilla, Carmona y Écija. Esta prueba tuvo un presupuesto de 20.000 pesetas y quedó clasificado en primer lugar Jiménez Quiles, que ganó la prueba “Ciudad del Sol’ con trofeo donado por el Ayuntamiento de Écija y 3.000 pesetas en metálico. El premio de la montaña, consistente en una copa de plata y 1.500 pesetas, fue para Joaquín Galera. El de la combatividad, 500 pesetas y copa de plata lo obtuvoSebastián Fernández Dueña. La llegada a meta coincidió con las primeras imágenes de la televisión en Écija.

Fuente Memoria de una Década. Écija 1960-1969.
Juan Méndez Varo

LA PROLONGACIÓN DE LA AVENIDA DE MIGUEL DE CERVANTES

Los que llegamos a conocer la Alcarrachela a mediados del siglo XX, la recordamos como una gran escombrera llena de inmundicia. Las huertas fértiles se dejaron de cultivar y los árboles frutales envejecieron, la maleza comenzó a cubrir la tierra que antes había mostrado una fertilidad asombrosa, y las acequias fueron arañadas por el paso del tiempo hasta derramar el agua y resultar inservible. Lo mismo ocurrió con las norias, almatriches y toda la red de riego y así fue desapareciendo la fecunda Alcarrachela, paraíso de la vega del Genil.

La construcción de la nueva variante de la carretera nacional IV era una de las principales demandas de los ecijanos. Y eran lógicas estas reivindicaciones dado que el tránsito de vehículos que circulaba por la carretera nacional Madrid-Cádiz lo hacía a través del casco urbano de la ciudad: doctor Fleming, Avda de Italia, y calle La Victoria. Y es el nuevo trazado de la variante el que propició la construcción de la prolongación de la avenida Miguel de Cervantes, y con ello, de nuevo, la conexión de esta vía con la carretera nacional.Una deobras imprescindibles que hubo que acometer fue la entubación del arroyo de la Guitarrera, que iba a desembocar al arroyo de la Argamasilla, y que ya en 1965 se encontraba totalmente ejecutada.

Si al alcalde Felipe Encinas y Jordán le cabe el honor de haber hecho posible la apertura de la avenida de Miguel de Cervantes que, como se sabe,consiguió tras muchos años de trabajo y dificultades; al alcalde Joaquín de Soto Ceballos,le cabe también el honor de ser el artífice de la apertura de la prolongación de Miguel de Cervantes. A tal efecto concertó con Antonio Marín Gallardo la compra de 3.082 metros cuadrados de terrenos a razón de 13 pesetas el metro cuadrado. Estos terrenos fueron necesarios para que la avenida tuviera el trazado que hoy todos disfrutamos. El señor Marín también concertó con el Ayuntamiento la venta de otra parcela de terreno que fue destinadaa recinto ferial y que en la actualidad ocupa el conjunto de viviendas denominado “Plaza de Europa”.

En la acera de la derecha una de las primeras edificaciones fue el popular “HotelPirula”. Posteriormente,dos socios (Juan Pavón Rojas y Antonio Tamarit Rodríguez) construyen en proindiviso un grupo de cincuenta fincas (entre locales y viviendas). Lindando con al anterior se alzaotro edificio promovido también por dos ecijanos: José Jiménez Ferrero y Pedro Ostos Benítez.El Excmo. Ayuntamiento de Écijatambién a través del PatronatoMunicipal de Viviendas, promueve la construcción de viviendas y levanta un edificio con destino a losfuncionarios municipales.

En la margen izquierda, Antonio García Gallardo promueve diferentes viviendas, conocidas popularmente por “pisos de Marín”. Posteriormenteentre los años 1963 y 1964 el señor Marín y Miguel ÁngelCárdenasLlavanera construyen la famosa “torreta”, con arreglo a los planos levantados por el arquitecto madrileño José LarañoLapuebla. El edificio, elevado con estructura de hierro, consta de once plantas destinadas a locales comercialesyviviendas.

Como se sabe Écija es conocida por la ciudad de las torres, por lo que un edificio de once plantas que se alza a la altura de los bellos campanarios barroco, no fue bien recibido por los ciudadanos, de ahí que se le denomine despectivamente “la torreta”.
Quizás estén Vds. conmigo que el nuevo tramo de la avenida denominado “Prolongación”, se debía haber rotulado “avenida de Luis Vélez de Guevara”, en honor del insigne ecijano y,quedando la primera fase,como “avenida Miguel de Cervantes”. Todavía estamos a tiempo.

Fuente: Memoria de una Década 1960-1961, Juan Méndez Varo.

LA VIRGEN DE LOS REYES Y SU DESAPARECIDA FERIA DEL 15 DE AGOSTO

Durante buena parte de los siglos XV y XVI, se celebraba todos los años una feria el 15 de agosto, más los ocho días de la octava de la festividad de la Asunción de Nuestra Señora, advocación titular de la catedral. Este importante evento litúrgico lo conmemoraba la Iglesia hispalense con la procesión de la santísima Virgen de los Reyes, a la que concurría muchísima gente debido a la fama milagrosa que la imagen había adquirido. Se suscitó la feria allá por el año 1434. Mientras se construía la actual Capilla Real, la hoy patrona fue ubicada de modo provisional en una dependencia, establecida entre las naves del lagarto y los conquistadores, a la altura de «la antigua Mezquita, en el salón de la Librería», que daba al patio de los naranjos. Lo cuenta así José Maldonado Dávila, en su Discurso histórico sobre dicha capilla, impreso en 1672. La puerta de su altar transitorio, permanecía abierta todos los días de la octava y durante las horas de la noche, que era cuando se velaba a la sagrada efigie con música, bailes y danzas por todo el perímetro del corral. Los puestos feriales eran instalados dentro del patio y fuera del entorno catedralicio (en el sector de la calle Alemanes), junto a las casas que entonces se hallaban adheridas al propio templo. Los géneros que se comercializaban eran de primer nivel, pues Sevilla representaba, en aquellos momentos de esplendor americano, el centro económico, cultural y religioso del imperio español, en detrimento de Toledo, y su Iglesia era madre en la gestación de otras fundadas en el Nuevo Mundo.

La procesión de Nuestra Señora de los Reyes del 15 de agosto ya salía y entraba en aquel tiempo por la Puerta de Palos. Rodeaba todo el templo por debajo de las gradas hasta atravesar el arquillo de San Miguel. Cruzaba la plaza de la Lonja (Archivo de Indias), llegaba a la entonces denominada plaza del Arzobispo (hoy del Triunfo) e ingresaba por la de Palos. Entonces, las andas eran portadas por los capellanes reales, ataviados con capas blancas. Delante de la imagen, custodiándola, iban cuatro guardias reales. También figuraban en la procesión todas las dignidades de la catedral, así como el preste que debía decir la misa mayor. Al entrar, la imagen era conducida hasta la Capilla Mayor, donde presidía la función que se celebraba con gran solemnidad y música, hasta que, por la tarde, era llevada a su Capilla por los capellanes. En otras ocasiones extraordinarias, en las que fue sacada para la imploración de remedios, había veces en las que la imagen adoptaba otro itinerario más corto. Salía por la Puerta de Palos y entraba por la del Nacimiento.

En su emplazamiento provisional, la Virgen de los Reyes lució vestidos propios de la corte, como las prendas regaladas por la reina Isabel la Católica, bordadas por ella misma, a tenor del estudio de Teresa Laguna sobre la visita dispensada por los monarcas católicos en el año 1500. Aquella ubicación, tan próxima a un espacio abierto, en la que también se guardaron sus ricos enseres, sarcófagos y simulacros reales, acercó la imagen aún más al contacto con el pueblo. Un modo también de poder acrecentar la popularidad del rey Fernando III, hermanado a esta Virgen desde tiempo inmemorial. No cabe duda de que la de los Reyes, llegó a convertir la catedral en un importantísimo centro de peregrinación anual. Aquellas peregrinaciones poseían un origen muy remoto. Distintos Papas se distinguieron por conceder indulgencias a quienes participasen en las fiestas de la Virgen del 15 de agosto, como la otorgada por el Sumo Pontífice, Alejandro IV, el año 1259, después de que la cristiandad hubiese ganado otra nueva plaza para el orbe católico. En el siglo XVI, venían en romería muchísimos fieles desde distintos lugares del antiguo reino de Sevilla. Quedó testimoniado en reglas de hermandades, como la de Vera Cruz de Villafranca de la Marisma, fechada en 1566, en la que se recoge expresamente que sus cofrades iban andando a Sevilla para asistir a la fiesta. Tan masiva era la afluencia, que el ayuntamiento sevillano solía requerir a los consistorios de Alcalá de Guadaira, Dos Hermanas y Utrera, para que sus panaderos trajesen a la capital raciones dobles de pan para aquel día tan señalado.

Pero el traslado de la Virgen a la Capilla Real que se labró en el interior de la catedral, verificado en 1579 por resolución del rey Felipe II, causó importantes cambios en el culto popular que la imagen había recibido mientras fue venerada en la dependencia del patio de los naranjos, durante más de un siglo. Como la gente asociaba los milagros de la Virgen de los Reyes por la mediación del rey Fernando III, a quien el pueblo veneraba como un santo, la capilla estaba colmada de ofrendas. Pero, a raíz del traslado, todos aquellos exvotos «se perdieron –recoge el mismo impreso de Maldonado (1672)– porque un capellán mayor no quiso que la nueva Capilla Real embarazase su adorno, cubriendo sus paredes con los cuadros y ofrendas, ni se ha consentido hasta ahora y se ha culpado mucho a los capellanes reales que no formasen Libro particular de los Milagros».

La retirada de la Virgen de los Reyes del atrio, también incidió en la decadencia de la feria. El cabildo eclesiástico, no permitió que se montase en años sucesivos dentro de aquel enclave. Al no existir ningún tipo de acceso hacia el interior del templo, no podía velarse. Para ello, era preciso tenerlo abierto toda la noche y, ante este inconveniente, los canónigos determinaron extinguir la celebración ferial los días de la festividad. Muchas expresiones propias de la religiosidad popular que, con el tiempo, habían ido suscitándose en torno a la Virgen, fueron mandadas depurar por el entonces arzobispo, don Cristóbal de Rojas, acorde a las exigencias que marcó el Concilio de Trento. Con aquella medida, los canónicos apartaron a la imagen de un fervor similar al que recibían otras devociones sevillanas. Pero tales restricciones no lograron, sin embargo, apagar la incandescente llama devocional ni hacer desaparecer las arraigadas peregrinaciones. En las primeras décadas del siglo XX, sobrevivía la llegada de romeros desde los pueblos más cercanos y algún resquicio de la feria a las afueras del templo, según refiere el sacerdote e historiador, don Manuel Serrano Ortega, en su «Homenaje de Sevilla a la Virgen de los Reyes» (1910).

No pasa inadvertido el afán del Cabildo de la catedral por preservar a la imagen de ese halo especial de majestad que, históricamente, la ha vinculado tanto con la monarquía, como evidencia su título devocional dedicado a los Reyes. Ello terminó por definir la rendición de un culto algo más litúrgico que festivo, cuya peculiaridad aún pervive tal como puede apreciarse en la forma de procesionar por la calle. Recordemos que esta imagen mariana, según la leyenda, es regalada a la Iglesia de Sevilla por el rey Fernando III, en agradecimiento del triunfo en las armas obtenido en esta ciudad. Ella lo había hecho todo, la victoria era de la Virgen. Así se entiende que, cuando el Vaticano declaró al rey Fernando III como santo, se relacionasen los milagros atribuidos al emblemático representante regio con la intermediación de la Virgen de los Reyes. Esta advocación singular, que ha estado presente desde la incorporación de Sevilla a la corona de Castilla, hoy continúa manteniendo intacto su reinado matriarcal. Gracias a esta tradición religiosa de tantos siglos, iniciada mucho antes de que los Reyes Católicos forjaran la unidad de la nación, han encontrado todos los reyes de España la maternal protección de su Reina aquí, en la catedral de Sevilla.

JULIO MAYO ES HISTORIADOR

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