JUAN MANUEL RODRÍGUEZ OJEDA, ROCIERO DE TRIANA
La restauración del Simpecado que confeccionó Sirve para revisar la amplia obra del genial bordador
Del color del río Guadalquivir es el verde macareno del Simpecado de la hermandad del Rocío de Triana que confeccionó el genial bordador sevillano Juan Manuel Rodríguez Ojeda, compendiando en él piezas y elementos del antiguo, para la ocasión extraordinaria de la coronación canónica de la Virgen del Rocío de Almonte, en 1919. El canónigo promotor de aquel importante acto religioso, Muñoz y Pabón, hubo de servirse de los conocimientos artísticos de Rodríguez Ojeda, para dignificar un ceremonial de tanta trascendencia, que iba a celebrarse en un entorno rural carente de componentes estéticos fuera de los del paisaje, con la introducción de elementos ornamentales que nunca habían estado presente en las celebraciones rocieras (perfecto atavío de la imagen titular, amplio ajuar de ornamentos litúrgicos, vestiduras sagradas, montaje exterior del altar de cultos, colgaduras y engalanamiento del entorno y uniformidad estética de los cortejos romeros, para los que realizó banderines, estandartes y los simpecados de las hermandades de Huelva y Triana).
Pero las actuaciones de Juan Manuel Rodríguez Ojeda (1853-1930) en el ámbito rociero se remontan bastantes años atrás, como gran devoto que fue de la Santísima Virgen del Rocío. Aunque de momento no podamos precisar con exactitud la fecha de su ingreso en la hermandad de Triana, sí sabemos que entre los años de 1892 y 1895 tuvo que influir ya muy decisivamente en la transformación del simpecado trianero, estrenado tras la conmemoración del dogma concepcionista, en el año 1855. Antiguamente, muchos de los simpecados rocieros de las filiales eran de color blanco y fue precisamente Rodríguez Ojeda quien introdujo el terciopelo verde en la cara principal del mismo, reforzando la ornamentación con bordados mucho más ricos, que seguían de cerca el modelo de la estética neobarroca, que ya se habían puesto de moda en los ambientes de las cofradías penitenciales de la ciudad, y de los que él, precisamente, fue uno de los principales definidores.
Juan Manuel trató de otorgarle a la hermandad de Triana una personalidad estética que realzara su identidad, e hiciera más presente su prestigio institucional con respecto a la de los pueblos, pues no en vano era la hermandad de Sevilla capital. A su talento se debe la puesta en escena del imponente cortejo romero que terminó consiguiendo organizar Triana para su desfile, no sólo mediante la disposición ordenada de unos elegantes romeros caballistas, perfectamente engalanados, en cuyo cuerpo iba lo más granado de la aristocracia ganadera sevillana y hasta sus toreros más renombrados, sino hasta con la estudiada disposición de unas atractivas insignias (banderín de guía, bandera blanca con cruz verde con varios bordados y estandarte), y el empleo de enseres (varas, medallas, frontiles, candelabros, e incluso la carreta del Simpecado que llegó a renovar). Estas aportaciones de Juan Manuel Rodríguez Ojeda ayudaron también a que fuese alcanzando un mayor esplendor la romería del Rocío los años aquellos que había recobrado tanta vigencia la revalorización de las señas históricas de nuestra cultura andaluza, reivindicadas desde revistas como «Bética», que dedicó un amplísimo reportaje al Rocío, y creaciones literarias y musicales inspiradas en este fenómeno devocional como la compuesta por Joaquín Turina.
Miembro de la junta de gobierno del Rocío de Triana
En los libros más antiguos del Archivo de la hermandad del Rocío de Triana, las primeras referencias escritas relacionadas con su pertenencia como miembro de su junta de gobierno corresponden a 1904, año en el que ejerció como mayordomo, aunque su presencia creativa en cuestiones ornamentales es perceptible desde bastantes años antes. Figura Juan Manuel desempeñando el cargo de mayordomo de la filial de Triana en los gastos ocasionados con anterioridad del Rocío de aquel 1904, después de haber promovido la organización de un concurso de carretas en la Feria de Sevilla, con la presencia de la mismísima carreta del simpecado, durante tres días en la calle San Fernando. En 1905, se estrenó el revestimiento plateado del cajón de la carreta –instaurando con ello un canon decorativo similar al de los pasos procesionales–, el mismo día que a Rodríguez Ojeda le robaron, en el Tardón, su cartera, con unas 1.000 pesetas que llevaba, cuando se apeó de su caballo para guardar las insignias en las carretas y comenzar el camino desde la ciudad a la aldea almonteña. Al siguiente de 1906 incorporó la hermandad un nuevo estandarte, bordado en oro sobre terciopelo verde con el escudo de los Montpensier. Continuó ejerciendo el cargo de mayordomo, tal como lo acredita su rúbrica al pie de unas anotaciones de 1907, año en el que comenzó a recogerse dinero para la construcción de un nuevo templete de la carreta. La incorporación de este destacado elemento ornamental vino a rematar el ambicioso proyecto juanmanuelino de renovar la vieja carreta que se hizo en tiempos de los Montpensier, en el siglo XIX. Su compromiso con la reforma de la carreta se deduce del dinero que donó personalmente para saldar el coste del templete.
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Por su cariño al barrio de Triana, Rodríguez Ojeda se puso de acuerdo con el párroco de Santa Ana y repartió limosnas «entre los pobres impedidos y que sean hijos del barrio de Triana» en el lluvioso año de 1908. Con los hermanos José y Anastasio Moreno Santamaría, figuras determinantes también en el emerger rociero, formó parte de la junta de gobierno de 1909, cuando además era consiliario primero de la Macarena y ostentaba otro cargo en la hermandad del Cristo de la Exaltación de Santa Catalina. Y con su inagotable inspiración estuvo trabajando dentro del seno corporativo de Triana hasta el año 1911.
Aquel finísimo bordador que tanto hizo por nuestra Semana Santa, también se puso los zahones, la chaquetilla blanca y el sombrero de ala ancha para acompañar a su simpecado, montado a caballo como mayordomo. Durante muchos años preparaba una de las mejores carretas de la comitiva, adornadas con moños, lazos verdes y flores naturales. El Simpecado restaurado en estos meses por Luis Miguel Garduño, que lo empleó la hermandad en sus peregrinaciones hasta que se hizo el actual en 1936, ha recobrado todo su ángel. Y a uno, le llega al alma los rizos encaracolados de los tallos, que parecen envolver todo el arte de esta tierra en sus redondeles, porque en esa metáfora está cosida, con hilos de oro, la significación de Sevilla y la de una manifestación de piedad popular tan profundamente arraigada en Andalucía. Pero la mayor consecución de Juan Manuel Rodríguez Ojeda ha sido la de atraer, con su prodigio, la mirada de tantas y tantas personas hacia el óvalo central que preside el simpecado de su Virgen del Rocío.
JULIO MAYO es historiador y ha publicado numerosos artículos sobre el Rocío de Triana
Rodríguez Ojeda tenía casa en el Rocío
Rodríguez Ojeda tenía casa en el Real del Rocío. Estaba situada en la calle Sanlúcar. A ella llevó invitadas en muchas ocasiones a las muchachas bordadoras que integraban su taller. Una instantánea recoge el grupo de todas sus empleadas dispuestas en torno a él en el patio de la vivienda bajo un retablo cerámico de la Virgen del Rocío. El poeta y veterano rociero de Triana Manolo Lozano nos ha contado que el bordador sevillano llegó a regalarle a la Virgen del Rocío de Almonte hasta dos sombreros, con unos lazos verdes, para cuando lucía sus galas de Pastora. Debido a sus visitas frecuentes al Rocío, se sospecha con fundamento que tuvo que participar en las primeras décadas del siglo XX en el equilibrio compositivo del atavío y formas de vestir de la Patrona de Almonte, tal como puede comprobarse en algunas estampas antiguas.