Un estudio histórico analiza la transformación del templo dominico de Sevilla desde su erección como parroquia en 1966, destacando su papel como paradigma de la renovación eclesial y sus conflictos con la religiosidad popular tradicional.
Durante la segunda mitad del siglo XX, el convento de San Jacinto en Triana no fue solo un centro de culto, sino un verdadero campo de experimentación pastoral bajo los nuevos aires del Concilio Vaticano II. Según la investigación de Carlos J. Romero Mensaque, la evolución de este enclave dominico estuvo marcada por una profunda renovación social, el auge de los movimientos juveniles y un sonoro desencuentro con las hermandades locales.
El nacimiento de la parroquia (1966)
Ante el crecimiento demográfico de Triana y la necesidad de dividir las feligresías de Santa Ana y la O, el Cardenal Bueno Monreal erigió la parroquia de San Jacinto el 23 de abril de 1966.
- El acuerdo: Se firmó un convenio entre el arzobispo y la Provincia Bética de los Dominicos, nombrando a Fray Agustín López como primer párroco ecónomo.
- Primeros cambios: La comunidad tuvo que adaptar su vida conventual a las exigencias parroquiales, buscando compaginar la observancia religiosa con la labor pastoral. Se realizaron mejoras materiales, incluyendo una pila bautismal regalada por la Hermandad de la Estrella.
La “Revolución” Conciliar y el Club de Jóvenes
A finales de los años 60, con la llegada de Fray Pedro León Moreno como prior y párroco, San Jacinto experimentó un cambio radical de paradigma.
- Enfoque social: Se pasó de una pastoral de culto y devoción a una centrada en los problemas sociales del barrio y la juventud, inspirada en una incipiente teología de la liberación y el compromiso político del tardofranquismo.
- El “Club”: Se creó una comunidad o “club” de jóvenes que organizaba actividades formativas, teatro y un famoso coro con instrumentos modernos, convirtiéndose en el “buque insignia” de la renovación. Las homilías de Pedro León, descritas como “épicas” y directas, atraían a multitudes y, en ocasiones, multas gubernativas.
El conflicto con las Hermandades
Uno de los capítulos más tensos fue la relación con las corporaciones de la feligresía, el Rocío y la Estrella, que no encajaron en el nuevo modelo de “pobreza” y sencillez litúrgica promovido por los frailes.
- El caso del Rocío: La tensión estalló en 1970 cuando la parroquia emitió normas prohibiendo altares teatrales que taparan el retablo y exigiendo que la liturgia se centrara en la eucaristía y no en el Simpecado. Tras una fuerte polémica en prensa y la intervención del Cardenal, la Hermandad abandonó San Jacinto en 1982 tras 167 años de estancia.
- La Estrella: Aunque la relación fue más cordial, la hermandad optó por construir su propia capilla, trasladándose definitivamente en 1976 para evitar conflictos litúrgicos y ganar autonomía.
Estabilización y propiedad del templo
Tras las convulsiones de los 70, las décadas siguientes trajeron una estabilización pastoral bajo párrocos como Francisco Collantes.
- Cesión de propiedad (1990): Un hito fundamental fue la cesión oficial de la propiedad de la iglesia y dependencias a la Orden de Predicadores por parte del arzobispo Fray Carlos Amigo Vallejo, resolviendo una situación jurídica que venía de la desamortización.
- Final de siglo: La parroquia se consolidó con consejos pastorales y económicos estructurados, manteniendo una fuerte implicación laical y una comunidad de frailes dedicada a labores sociales, como la atención a personas sin hogar.
El estudio concluye señalando que, tras 2015, se inició una nueva etapa de acercamiento y normalización de relaciones con las hermandades históricas del barrio.





