ASOCIACIÓN PROVINCIAL SEVILLANA DE CRONISTAS
E INVESTIGADORES LOCALES

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LUZ INMORTAL DE SAN BERNARDO

Buena parte del prestigio que atesora esta hermandad se debe a la idiosincrasia y popularidad de su barrio

 

En plena guerra civil española comenzó la reconstrucción patrimonial de esta hermandad, después de haber perdido sus dos imágenes titulares en el ataque incendiario que sufrió la parroquia de San Bernardo en julio de 1936, donde quedaron destruídas también buena parte de las insignias y enseres procesionales. Lo ha contado con detalle el investigador José María Lobo Almazán, en su reciente publicaciónSevilla vivió también la otra Memoria Histórica’.

En cambio, pudo sobreponerse a los desmanes de aquella cruel hoguera, gracias a la sabia conducción de su entonces hermano mayor, el influyente cofrade y abogado don Antonio Filpo, quien se apoyó en dos estamentos determinantes para renacer de las cenizas: el eclesiástico y el militar.

Todavía con la guerra abierta, los hermanos celebraron sin imágenes la función principal del quinario del año 1937, ante unas fotografías de los titulares perdidos. En tan precaria situación, comunicó a las demás hermandades, afectadas por los asaltos a los templos, que no podría estacionar aquel año. Y fue en aquella complicada coyuntura en la que prendió la chispa para iniciar la epopeya de su reconstitución.

Desde luego, resultó clave la cercanía que mantenían algunos de sus dirigentes con el cardenal Segura, quien permitió ceder a la hermandad un antiguo crucificado de muy buena factura artística, que se veneraba en la Escuela de Cristo. Fue todo tan rápido que, el Miércoles Santo de 1938, volvió a realizar la hermandad su primera estación penitencial en el único paso que se salvó de las llamas.

El 1 de enero del año siguiente de 1939, el mismo Segura se encargó de bendecir la nueva Virgen del Refugio, primera imagen que talló para nuestra Semana Santa el imaginero onubense Sebastián Santos. A esta bella dolorosa se le impuso, en aquel mismo acto, la nueva corona que tuvo que labrarse siguiendo la traza de la anterior, bendecida también por el cardenal, a quien la hermandad distinguió con el título honorario de hermano mayor.

La cofradía a su paso por el puente de los bomberos
La cofradía a su paso por el puente de los bomberos – ABC 

Barrio torero

La presencia del Matadero y los corrales adjuntos donde se guardaba el ganado vacuno, propició que la chavalería más valiente se atreviera a torear las reses encerradas antes de su desuello para el consumo público. Muchos vecinos del barrio trabajaban en aquel sitio periférico de la Puerta de la Carne, que favoreció tanto la aparición de una amplia cantera de aficionados y buenos toreros.

Han estado vinculados a la hermandad lidiadores como el mítico Curro Cúchares, hermano mayor efectivo, cuyos restos reposan en el altar del Cristo desde 1885. También su hijo Currito, su yerno El Tato y Pepete, todos ellos miembros de la junta de gobierno. Han formado parte de ella Pepe Luis, Rafael y Manolo Vázquez, que fue hermano mayor, así como Antonio, Juan y Diego Puerta.

En la Sevilla de la década de 1920 era un acontecimiento espectacular la llegada de esta cofradía al puente, con el acompañamiento multitudinario de los vecinos ataviados con sus trajes de fiesta y cantando saetas. Por esta razón la definió el articulista Muñoz San Román como la cofradía de los toreros, en un artículo publicado en la revista ‘Blanco y Negro’, el 10 de abril de 1927.

Todo el donaire sevillano de su vecindario, tan cercano geográficamente al campo antiguo de la Feria de Sevilla, terminó influyendo también la formación de la identidad de la hermandad, enriquecida con la impronta popular de sus convecinos.

En el cortejo procesional tampoco faltaron militares vestidos de uniforme azul, con bombas en el cuello y correaje, y en las gualdrapas azules festoneadas de doble galón rojo en sus monturas. Ni, por supuesto, al mítico brigada Rafael tocando la corneta durante tantos años. Lo recordó, con viva emoción, en un precioso artículo publicado en este mismo periódico, el teniente general don Manuel Esquivias Franco, hermano de San Bernardo.

En varios pasajes de la película del torero «Currito de la Cruz», estrenada en 1925, aparece fielmente reflejado el arquetipo de cofradía popular de barrio sevillano, que mejor define a esta corporación. Inmortalizó el tránsito de la procesión por la calle Ancha.

El Cristo de la Salud baja por la calle Mateos Gago camino de la Carrera Oficial
El Cristo de la Salud baja por la calle Mateos Gago camino de la Carrera Oficial – ABC 

Se percibe, con sonido real, la fiesta que constituía la salida y el retorno al barrio, en la película cinematográfica de la Fox que ha recuperado el Consejo de Hermandades. También el paso de la Virgen del Refugio, por la noche, a la luz de luminosas bengalas que aparecen entorchadas desde balcones del vecindario, recreando un ambiente festivo parecido al de la calle Castilla de Triana cuando volvían las carretas del Rocío.

Don Manuel Chaves Nogales refirió en uno de sus grandes reportajes periodísticos sobre nuestra Semana Santa que la de San Bernardo era, en la década de 1930, una de las principales cofradías de la ciudad.

Antonio Filpo Rojas

Pero el verdadero promotor del éxito alcanzado en los años veinte del pasado siglo, y el autor intelectual del rescate patrimonial e institucional tras las pérdidas de 1936, fue el reconocido abogado don Antonio Filpo Rojas. Mantuvo una estrechísima relación con el barrio, su universo humano y la vieja torería de San Bernardo. En 1915 protagonizó una anecdótica vivencia con Gallito. Presidiendo la plaza de toros de la Maestranza, tuvo el honor de concederle una oreja al célebre torero macareno, saltándose la vieja tradición que había en Sevilla de no darle orejas a los matadores.

Hizo mucho porque se acercasen a la hermandad, a inicios del siglo XX, altos mandos del Arma de Artillería como los dirigentes y empleados de las fábricas militares de artillería y pirotecnia. Gestionó la incorporación a San Bernardo de la efigie barroca de Santa Bárbara, patrona de los artilleros, proveniente de la parroquia de Santa Ana.

Ayudó a solventar un conflicto recaudatorio de rifas de papeletas en 1924. Por ello le rindieron un homenaje hermanos de San Bernardo, el Cristo de Burgos, Dulce Nombre y la Carretería. En aquel espinoso asunto colaboraron con él Miguel Bermudo Barrera, José Vaca Librero, el diputado don Tomás de Ibarra y Lasso de la Vega, Luis Benjumea y el general don Luis Hermosa. Todo ello lo narró en este periódico su hijo, Antonio Filpo Stevens.

Fue un gran capillita, hermano también de la Macarena, el Dulce Nombre, las Siete Palabras, el Silencio, San Bernardo o el Santo Entierro. En 1949 dio el pregón de nuestra Semana Santa, en cuya intervención recordó a «Caravaca», un antiguo empleado de la pirotecnia, que fue prioste muchos años de San Bernardo, a quien se debía el inconfundible estilo del paso de Cristo.

Cuando llevaba 25 años como hermano mayor, era el año de 1945, tuvo la genial idea de exponerle al Ayuntamiento, del que también fue concejal, el deseo de que la hermandad solicitara la inclusión del lema «Muy Mariana», en el blasón municipal, como felizmente se consiguió.

Reemplazó con éxito, de modo efectivo, a dos imágenes tan emblemáticas como las perdidas, a las que se les profesaba muchísima devoción en toda la ciudad. Supo trazar con diligencia un programa de reconstrucción patrimonial de los principales enseres procesionales perdidos. Se sometió entonces a un proceso de reproducción el magnífico conjunto textil del paso de la Virgen (manto, palio y faldones), que había bordado Rodríguez Ojeda, cuya labor se encargó de acometer el taller de los sobrinos de José Caro, entre 1939 y 1944.

Esta hermandad posee impregnada en su alma toda la gracia y elegancia del viejo arrabal torero. La imperante cuando todavía tocaban allí los pianillos y había corrales de vecinos. Era similar, en animación, a la Macarena y Triana. Es el gran referente del barrio el que ha modelado el estilo y la personalidad del colectivo piadoso, hasta convertirlo en uno de los de mayor enjundia de nuestra Semana Mayor.

A golpe de piqueta fue desapareciendo el primitivo entramado urbano durante los años del desarrollismo. Entre los edificios emblemáticos, que prácticamente han quedado en pie, se encuentra el templo parroquial, desde cuyo centro religioso esta hermandad obra el milagro, todos los Miércoles Santo, de atraer a tantas y tantas familias oriundas, y resucitar el espíritu que antaño lo caracterizó. Por ello, Sevilla necesita la inmortalidad de la luz de San Bernardo.

 

LA HINIESTA: LA PRIMERA EN LA CALLE

Hubo un tiempo en el que la Hiniesta era la cofradía que inauguraba nuestra Semana Santa

Mucho antes de que se fundase la hermandad de La Paz, y para ello tenemos que remontarnos a los albores del pasado siglo XX, llegó a convertirse la Hiniesta en la iniciadora del Domingo de Ramos, incluso por delante de la Estrella cuando salía de San Jacinto. El caso que nos ocupa representa un claro ejemplo del resurgimiento en Sevilla de las cofradías populares en las últimas décadas del siglo XIX. Fue en 1879 cuando un grupo de devotos de la feligresía de San Julián se afanaron en promover la reorganización de la antigua cofradía de sangre de la Hiniesta, aletargada ya desde hacía muchísimos años, con la aprobación del cardenal Lluch y Garriga, y el beneplácito del párroco, don Antonio Naranjo.

Los reorganizadores eligieron un crucificado que existía en la parroquia, que pusieron bajo la advocación de la Buena Muerte, así como a una Dolorosa de enorme valor. La intención inicial fue la de llevar nazarenos con túnica negra y cinturón de esparto. Realizó su primera salida procesional la tarde del Lunes Santo de 1881, con un solo paso, en el que se dispusieron a modo de Calvario, un Crucificado de pasta madera, la Virgen y San Juan.

Dos años más tarde, en 1883, se unió a la Sacramental de San Julián y salió de Madrugada, acompañada por un grupo de soldados romanos. Pasó al Miércoles Santo en 1885, originándose ese año cierto desorden en su procesión. El revuelo provocó una retención de casi 12 horas. Finalmente, pudo regresar a San Julián en torno a las 3 de la mañana.

Probó salir también el Jueves Santo entre los años 1888 y 1891, hasta quedar prácticamente disuelta. Pese a varios intentos de rescate, no pudo volver a salir hasta 1906, pero ahora ya en la tarde del Domingo de Ramos.

 

Domingo de Ramos

Era entonces el año 1906, hace hoy 115 años. Tras un periodo de años sin salir, un grupo de cofrades del barrio se esforzaron en volver a sacar los pasos a la calle y para ello los reorganizadores solicitaron permiso a la autoridad eclesiástica para poder hacerlo el Domingo de Ramos, a primera hora de la tarde. Aquel señalado día del estreno estaba en Sevilla, nada más y nada menos, que el rey Alfonso XIII, alojado en el Real Alcázar, a punto ya de presentarse en los palcos de la Plaza de San Francisco, a escasos días de contraer matrimonio con la princesa británica doña Victoria Eugenia. Desde el Alcázar se dirigió el monarca hasta el Ayuntamiento a eso de las siete y media de la tarde, donde lo aguardaban las autoridades municipales con el alcalde, don Cayetano Luca de Tena, a la cabeza. La Plaza de San Francisco estaba repleta de público, y los palcos permanecían ya llenos de sevillanos, y muchas otras personas que habían venido, en tren, desde distintos lugares del país. El Imparcial de Madrid, del lunes día 9 de abril de aquel año, narra que la primera cofradía en recorrer la carrera fue la de Nuestra Señora de la Hiniesta, que no salía a la calle desde hacía algunos años.

Refiere la crónica que llevaba tres pasos. El primero acogía la representación alegórica del triunfo de la Santa Cruz. El segundo, el Calvario, en el que figuraba el antiguo crucificado que había recuperado la hermandad, mientras que en el tercero procesionaba, bajo palio, la Virgen de la Hiniesta. En aquella primera salida, sus nazarenos vistieron ya túnicas blancas de cola rizada, con cinturón de esparto y antifaz azul, cuyo hábito penitencial llamó muchísimo la atención del público. No pasó inadvertido para el corresponsal el mérito escultórico de la Dolorosa, quien dedicó a aquel semblante rebosante de gracia más de un elogio.

Es el especialista Antonio Mañes quien refiere el estreno, en 1906, del palio y manto bordados por Juan Manuel Rodríguez Ojeda, entonces con una fisonomía de cajón. En un principio, tales piezas fueron bordadas en plata sobre raso azul, hasta que con posterioridad fueron pasadas a nuevo terciopelo y el palio se transformó a uno de figura.

La salida de la Hiniesta era señal inequívoca de que habían comenzado ya las procesiones en Sevilla

Como no se podía contar con la primitiva talla de la Hiniesta en Semana Santa, los dirigentes decidieron incorporar aquella antigua dolorosa, a cuya imagen le rindieron culto bajo la advocación mariana de Hiniesta en su Soledad. Era de ascendencia medieval la desaparecida escultura gótica de la Hiniesta, según estudios del profesor Francisco Ros González, cuya imagen había gozado en el pasado de una amplísima devoción popular. Hasta el punto de haber podido ser patrona de Sevilla, como puso de manifiesto el historiador, Justino Matute, en sus Noticias de la imagen, publicadas en 1804. Con acierto, el investigador Emilio José Balbuena ha sabido conectar la reorganización penitencial del último tercio del siglo XIX, y los primeros años del XX, con la antigua cofradía letífica de la que fue titular la Virgen de la Hiniesta.

En 1907, su segundo Domingo de Ramos, no llegó a ser la primera cofradía en pasar por los palcos. Se antepuso La Estrella, que salía entonces de la iglesia de San Jacinto. Y, a continuación venía la de San Julián de la Hiniesta. Pero al salir de la catedral, el itinerario de regreso lo hizo, como novedad, por las calles Placentines, Francos, Villegas y plaza del Salvador para continuar hacia San Pedro y poder llegar así hasta San Julián. La prensa de la época reflejó que no hubo público por aquellas calles céntricas porque se desconocía que iba a pasar por ellas. Aquel año, La Hiniesta entró casi a la una de la mañana.

 

San Julián

Volvió a ser la primera su tercer Domingo de Ramos, el año 1908. Era conocida entonces como la cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Hiniesta, sin referencias ya a otras advocaciones distintas. Salió a las cuatro de la tarde de la parroquia de San Julián, en medio de una gran expectación. A la puerta del templo, reseña El Noticiero Sevillano del día siguiente, se agrupaba un importante gentío. La cofradía llevaba tres pasos y todos ellos iban adornados con mucho gusto. Continuaba llamando la atención de los que se dieron cita allí las túnicas de los nazarenos de cola, de percal blanco, conjuntadas con los capirotes de raso azul.

La Hiniesta pasa por la Alameda en la década de los 30
La Hiniesta pasa por la Alameda en la década de los 30

Narra la crónica del referido rotativo que la primera cofradía en aparecer por la plaza de San Francisco fue la de San Julián. Cuando desembocó su cruz de guía por la calle Sierpes eran cerca de las 6.30 de la tarde. Los palcos se hallaban ocupados por muchas familias, así como las plateas y sillas colocadas frente al Ayuntamiento. El animado aspecto se asemejaba, según el cronista, al de otros años. En el palco se encontraba el alcalde de Sevilla, el conservador don José Carmona Ramos, junto al teniente de alcalde, señor Hoyuela, y el secretario municipal don Miguel Bravo-Ferrer.

La hermandad de San Julián itineró con mucho orden y bastante lucimiento. Iba precedida por los batidores del regimiento de artillería y presidía el paso de la Virgen el párroco de San Julián, don Antonio González. Al salir de la catedral, aguardaba en el balcón del palacio arzobispal, el señor arzobispo don Enrique Almaraz y Santos, ante el que fueron parados los pasos de la hermandad. Estaba recién designado y no conocía la Semana Santa de nuestra capital, de la que se quedó realmente admirado por la belleza de sus imágenes, la honda devoción con la que participaba el pueblo sevillano, y el riguroso orden de los desfiles procesionales.

A las seis y media de la tarde del Domingo de Ramos, 4 de abril del año 1909, volvió a ser la primera de las hermandades sevillanas en acudir también, aquel año, a la plaza de San Francisco. Llevaba el acompañamiento musical de la banda de música del Hospicio, dirigida por el maestro Palatín, y tras ella venía la cruz de guía de la hermandad de la Estrella.

No fue la primera el Domingo de Ramos, 20 de marzo de 1910, porque se le adelantaron San Roque y Los Negritos que salió este día. La dificultosa salida del paso de palio se había convertido en toda una atracción. No cabían más personas en la puerta de San Julián. Los contornos ojivales de la puerta obligaban a tener que tirar a tierra el palio más de metro y medio. Refleja el noticiero que la dificultosa faena se hizo de modo admirable, ganándose una ovación el capataz que la dirigió. Llevaba tres pasos. Detrás de la Virgen continuaba la banda de música del Hospicio, dirigida por el célebre Palatín. Presidió el párroco de San Julián, don José Vides.

El paso alegórico se suprimió en 1912. A partir de entonces, podía contemplarse en el primer paso la imagen del Crucificado de la Buena Muerte y la Magdalena, mientras que en el segundo procesionaba la preciosa imagen de la Dolorosa, bajo el palio bordado por Rodríguez Ojeda. Junto a la Hiniesta, completaban la jornada del Domingo de Ramos en aquel tiempo las cofradías de la Cena, San Roque, la Estrella, las Aguas (hoy del Dos de mayo) desde San Jacinto, la Amargura y la Sagrada Entrada en Jerusalén, con el Cristo del Amor.

Después de los oficios religiosos de la mañana de olivos y Hosannas del Domingo de Ramos, la multitud que comenzaba a tomar la ciudad, a muy temprana hora de la tarde, iba repitiendo de unos en otros: «¡Ya está la primera en la calle!». Y es que la cofradía de la Hiniesta de la parroquia de San Julián estaba saliendo. Aquel rumor popular era señal inequívoca de que habían comenzado ya las procesiones de la Semana Santa de Sevilla.

 

ANTONIO FALCÓN ARIZA, ÚLTIMO ALCALDE REPUBLICANO DE LA RINCONDA: ESCLAVO DE FRANCO

Antonio Falcón Ariza nació en 1.888 en La Rinconada. Se casó con Josefa Suárez Esperatero. Tuvieron tres hijas: Felisa, Dolores y Josefa, que murió joven en 1961. Antes de 1936 había sido cosario y tuvo un bar llamado el El Rinconcillo. En el pueblo era conocido por Antonio el Gatito.

Junto a los republicanos de su pueblo, celebró la proclamación de la Segunda República, cuando ya tenía 42 años. Habían sabido mantener su lucha y postura, a pesar del caciquismo imperante.

Fue elegido concejal del Ayuntamiento de La Rinconada en las elecciones municipales del 31 de mayo de 1931. Estaba afiliado al Partido Republicano Radical (PRR), el partido de Alejandro Lerroux. En 1933 fue detenido, sin más consecuencias, por supuesta participación en la proclamación local del Comunismo Libertario en La Rinconada. No era anarquista, pero simpatizaba con la CNT, el sindicato anarcosindicalista, mayoritario en el municipio.

Entre julio y octubre de 1934 se produjo el mayor atentado posible contra la democracia que había traído la República: la destitución de los Ayuntamientos elegidos en 1931 y su sustitución por Corporaciones Municipales de radicales (lo que quedaba del PRR, tras su crisis, determinada por su deriva derechista), católicos de derecha (Acción Popular)[1] o agrarios (Partido Agrario Español), impuestas por el Gobernador Civil, siguiendo las instrucciones del ministro Salazar Alonso (PRR), amigo íntimo de terratenientes, con el claro propósito de volver al sistema caciquil anterior a la República. Por tanto, el 12 de octubre de 1934 Antonio Falcón Ariza y sus compañe-ros concejales fueron destituidos de sus cargos municipales[2]. Agustín Amores Carbonell se convirtió en el nuevo Alcalde.

Las elecciones del 16 de febrero de 1936, que dieron la victoria al Frente Popular,  trajo pronto cambios impor-tantes para los municipios. La primera medida del nuevo Gobierno, presidido por Manuel Azaña, el 20 de febrero, fue la adecuación de los Ayuntamientos a las elecciones municipales de 1931. Los concejales “de la primera elec-ción”, como aparece en las actas municipales, volvieron a tomar posesión de sus cargos, aunque ya no lo harán todos, pues algunos o no se presentaron o renunciaron en el mismo acto. Antonio Falcón fue nombrado Alcalde por los demás concejales. En aquellos momentos, pertenecía a Unión Republicana (UR), el partido de Diego Martínez Barrios, presidente del Parlamento español, escindido en 1934 del PRR, y desde enero de era miembro de su Comité Local de Sevilla, como delegado de distrito.[3]

En el acta de la sesión ordinaria del Ayuntamiento de 1 de julio de 1936, bajo la presidencia de Antonio Falcón Ariza, aparece, entre otros puntos del orden del día, que “fue designada una comisión especial que informe el proyecto de Estatuto Andaluz, compuesta por los Srs. Martínez, Fernández y De la Fuente.

Cuando La Rinconada fue ocupada el día 27 de julio de 1936 por fuerzas militares al mando del capitán Pedro Castro Lasarte, aunque ya estaba desde horas antes bajo el control de la Guardia Civil, se dio la circunstancia que Antonio Falcón Ariza, último alcalde republicano, tuvo que estar presente en la toma de posesión (mejor de usurpación) de la Comisión gestora fascista, formada por Rafael Sánchez Fernández[4], como alcalde-presidente, y Francisco Fernández Morales, Gregorio López Perza y José Martínez Suárez, como gestores.[5] Con él estuvo –durante los dos días siguientes– Rafael Estévez Conde, que era concejal republicano interino en 1936.[6]

Después, posiblemente aterrado por las consecuencias, Antonio Falcón estuvo los tres años de la guerra escondido: primero en el campo, en un maizal, regresando de noche a su casa todos los días; después, lo encerraron entre paredes un largo tiempo, pero le tuvieron que preparar una cama en el soberao por paludismo, una grave enfermedad en aquellos momentos, que llevó a la familia a preparar en el corral un lugar para enterrarlo, si moría. Fueron tres largos años, dolorosos y tristes, para evitar que lo encontraran y asesinaran. Lo único que “amenizaba” sus días era una gramola con discos republicanos y el poder escuchar de noche la Pirenaica (Radio España Independiente). Igual que él, en su misma calle Julia Palomo, estuvo también entre paredes Antonio Cristina, al cual esa situación afectó a su cuerpo, quedando encorvado para siempre. Durante la guerra y la posguerra hubo muchos casos similares al sufrido por ambos.

Terminada la guerra, se presentó voluntariamente en el Cuartel de la Guardia Civil el 13 de  abril de 1939, y tras su declaración, lo dejaron marchar, pero poco después, en agosto, fue denunciado, junto a otros 23 vecinos, por un grupo de rinconeros, encabezados por Rafael Sánchez Fernández. Lo detuvieron y estuvo preso en la Prisión Provincial de Sevilla (La Ranilla) hasta el 20 de febrero de 1940, cuando fue absuelto por Consejo de Guerra. No obstante, fue enviado “por su alta peligrosidad”, como le ocurrió a otros muchos absueltos, a un Batallón de Trabajadores (BT), en este caso al existente en Almoraima (Cádiz) el 9 de marzo de 1940[7] para realizar trabajos como esclavo de Franco. Terminó en un batallón de Tarifa.

Estos batallones de trabajadores estuvieron ubicados en la comarca del Campo de Gibraltar: en Almoraima, San Roque, Guadalmesí, Los Barrios, La Línea, Algeciras, Jimena de la Frontera y Tarifa, y formaron parte la represión franquista desde la finalización de la Guerra española. También, los asentados en Rota y Conil. Durante la II Guerra Mundial, la Dictadura llevó a cabo las Fortificaciones del Sur de España[8], para lo cual utilizaron a los presos políticos como mano de obra esclava, encuadrados en esos batallones disciplinarios. Esta represión tendrá como objetivo: la posible conquista de Gibraltar o, en su caso, impedir la posible invasión aliada de las costas del Estrecho con la construcción de búnkeres en la costa, así como conseguir el pleno sometimiento y sumisión de los republicanos al “Nuevo Estado” en toda España. Junto a muchos presos andalu-ces en los batallones, hubo asturianos, catalanes y gallegos. Las obras las realizó oficialmente la empresa AGROMÁN S.A.

No hay constancia de la fecha de su vuelta a La Rinconada, pero en esa situación, como  miembro de un BT, trabajando como esclavo para “redimir penas”, tuvo que estar entre seis meses y un año. A su regreso pudo trabajar como mulero en el cortijo La Jarilla.  Falleció en 1963 a los 74 años de edad.

San José de La Rinconada, 14 marzo 2021

 

FUENTES y BIBLIOGRAFÍA:

– Archivo Municipal de La Rinconada, Libros de Actas Capitulares

– Entrevista a Diego González Falcón, nieto de Antonio Falcón Ariza, el 21/05/2018. Foto de Antonio Falcón, propiedad de Diego González.

–BARRAGÁN REINA, Ramón. DE LA CLANDESTINIDAD A LA LIBERTAD CONQUISTADA. Antifranquismo y lucha obrera en la Vega Media del Guadalquivir, 1939-1976. Círculo Rojo, 2014, pp. 70, 80, 95 y 461. Con modificaciones y aportaciones propias y el testimonio oral de mi padre, fallecido en 1996, que trabajó entre 1940 y 1943 en el Campo de Gibraltar.

–ESTÉVEZ GUERRERO, Rafael, COMUNISMO LIBERTARIO EN LA RINCONADA, Ed. de Autor, 2019, p 414-415. Rafael nombra a Antonio Falcón en otras muchas páginas de su libro.

[1].     AP: Partido político confesional católico, fundado en 1931 con el nombre de Acción Nacional y que tuvo que cambiar su nombre un año después por prohibición del uso de nacional. Su líder era José María Gil-Robles. Se convirtió en el núcleo aglutinante de la CEDA, la Confederación Española de Derechas Autónomas.

[2].    En las elecciones municipales de 1931 habían sido elegidos por el PRR: Joaquín García Domínguez, José Falcón Cárdeno, Antonio Falcón Ariza, Antonio Conde Domínguez, Antonio Conde Romero de Medina, Felipe Herrera Gallego y José de la Fuente Suárez. También lo fueron por la Democracia Liberal Republicana (DLR): José Sánchez Fernández, Rafael Sánchez Fernández y Jerónimo Amores Carbonell, representantes de la élite local. (AMLR, Libro de Actas Capitulares, Signatura 4137 (1930-1931).

[3].    ESTÉVEZ GUERRERO, Rafael, COMUNISMO LIBERTARIO EN LA RINCONADA, Ed. de autor, 2019, p 414-415.

[4].   Había sido concejal electo en 1931 del DLR y desde 1932 perteneció al PRP,. Este partido concurrió a las elecciones de 1936 con el Frente Nacional Antimarxista y Contrarrevolucionario.

[5]   La vieja élite del pueblo vuelve al gobierno municipal. Rafael Sánchez Fernández fue sustituido por José Espina Pérez el 8 de  julio de 1938. (AMLR, Libros de Actas Capitulares, Signatura 4138, actas capitulares de 1932-1948)

[6].   Hasta ese día habían sido concejales: Antonio Conde Domínguez, José de la Fuente Suárez, Felipe Herrera Gallego, y los concejales interinos: Manuel Fernández Gómez, José Haro Rodríguez, Manuel Martinez Palma y Antonio Rubio Fernández (AMLR, Libros de Actas Capitulares, Signatura 4138, 1932-1948). Juan Pérez Ollero había dimitido con anterioridad, “por no permitírselo sus ocupaciones”. Era presidente del sindicato Obreros de la Tierra de la UGT.

[7].   ATMTS-SE, Causa 5217, Legajo 24-460. Tenía 50 años y era industrial (tabernero). Los Batallones de Traba-jadores, creados por Franco en 1937, al finalizar la guerra pasaron a ser Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores.

[8].    El Plan defensivo del Campo de Gibraltar fue aprobado el 23 de diciembre de1939. Contemplaba la cons-trucción de más de medio millar de obras, entre ellas 498 búnkeres, para las Fortificaciones de la Frontera Sur.

Ramón Barragán Reina

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA HERMANDAD DEL CRISTO DE LA CORONA Y NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE LA PARROQUIA DEL SAGRARIO EN SEVILLA

Carlos José Romero Mensaque

La actual Hermandad y Cofradía de este título es el estadio final de todo un proceso histórico en el que ambos titulares, desde el siglo XVII, gozaron de gran
predicamento devocional: por un lado, el Cristo de la Corona y Cruz a cuestas, tal es su denominación antigua, imagen de mucho mérito en quien se plasma la antigua devoción y culto a la corona de espinas en la Catedral. La devoción al rosario, por otro lado, alcanza en la parroquia del Sagrario uno de los referentes fundamentales en la conformación de los primeros cortejos callejeros a fines del siglo XVII. Ya existía la hermandad en torno a una imagen de esta advocación, regalo del arzobispo dominico Fray Pedro de Tapia.
En este artículo vamos a plantear un breve estado de la cuestión sobre los antecedentes históricos de ambas hermandades y, por tanto, nos circunscribimos al
siglo XVII y primeros años del XVIII, en la confianza de que más adelante pueda tratarse con profundidad la trayectoria histórica de dos instituciones realmente
importantes en la parroquia del Sagrario y, por ende, en la historia de la religiosidad de Sevilla.

ARTÍCULO COMPLETO

 

BARCAS ARENERAS EN EL RÍO GENIL

En los años cincuenta del siglo XX y obtenidas las autorizaciones administrativas oportunas, los hermanos José y Antonio García Castilla promovieron la explotación de áridos del río Genil, mediante barcas de remos; una  actividad que mantuvieron hasta el año 1972.

En el lugar conocido por «Miragenil», junto al Paseo de San Pablo de la ciudad de Écija y próximo a la carretera Nacional IV, de Madrid a Cádiz, se situaba el muelle y la planta de áridos. La necesidad de tener este material de gran consumo en la construcción próximo al casco urbano y la utilización de procedimientos más dinámicos de los que hasta ahora se venían utilizando, hicieron de esta iniciativa industrial una actividad pionera en la ciudad.

La explotación se inició con una barca de segunda mano adquirida en Alcalá del Río, denominada «Elisita». Tenía 9,00 mts. de eslora; 2,70 de manga y 1,65 de calado o puntal, capaz de transportar entre siete y ocho toneladas de áridos.

Las condiciones de trabajo eran durísimas. La jornada se iniciaba con la primera luz del día, sea cual fuera la estación del año. La primera tarea consistía en achicar el agua de la barca mediante cubos y una vez que reunía las condiciones para la faena, tres operarios la arrastraban río arriba, uno al timón y los otros tirando de la sirga desde la orilla. Recorrían entre dos a tres kilómetros, hasta localizar el lugar idóneo para el alijo. La ubicación de la barca era tarea fundamental para el feliz éxito del trabajo, pues debía de contener dos requisitos fundamentales: que el árido no estuviera muy profundo y que la barca pudiera trabajar en las mejores condiciones para que no quedara encallada. Una vez fijada la barca, se iniciaba el duro trabajo manual de extracción de árido mediante cazos.

En esta actividad, como cualquiera otra de la vida, la experiencia y la técnica atenuaban de forma manifiesta la dureza del trabajo. Según testimonio del propio José Castilla, el punto de apoyo del cazo en la barca que se utilizaba como palanca y aprovechar la propia corriente del río eran dos elementos fundamentales. Hay que señalar que el cazo llevaba una vara de cinco metros de longitud, y que una vez lleno podía pesar unos 25 kilogramos. Pero era, además, importante conocer el Genil porque cualquier error podía dar  al traste con la jornada laboral y hundirse la barca con la carga.  El nivel del río por esta zona quedaba,  asimismo, sometido a las necesidades de la fábrica de harinas del puente que mediante sus bigornios que regulaba el agua.

También el rescate de la barca hundida en el río llena de árido tenía  sus técnicas, ya que, sin necesidad de grúa o cualquier otra máquina, la pericia del personal hacía posible que recobrara  su posición natural. Una vez cargada la barca hasta el borde, río abajo y a remos se trasladaba al muelle donde también de forma manual, se procedía al vaciado de la carga.  A pie de río acudían los  carros y los burros, con cerones a reatas  y se hacia la distribución del árido. Ya en la propia obra, mediante diferentes zarandas, manejadas a pulso por los peones de la obras, se llevaba a cabo la división de la grava y la arena según las necesidades.

 

Fuente: Memoria de una década: Écija, 1960-1969. Juan Méndez Varo

COMERCIOS ECIJANOS I Y II

CALLE MAS Y PRAT. I

En la fotografía que ilustra este trabajo podemos contemplar  una de las calles más populares de la ciudad de Écija a la que se accede por la Plaza de España (el salón). En dicha instantánea observamos el edificio perteneciente al famoso Bazar Ecijano propiedad de don Antonio González. En el archivo histórico municipal consta que en 1891 se solicitó licencia de obras en dicho inmueble para la modificación de su fachada sobre edificaciones ya existentes, según proyecto presentado por don Francisco Torres Ruiz (Maestro Torres)1. Estructuralmente está compuesto de dos casas, como consecuencia de la agrupación de las números 11 y 13 de la actual calle.

La calle Más y Prat,  en el siglo XV ya era conocida con los nombres de Zapatería  –tramo inmediato a la Plaza-  y Violería –en el inmediato a Garcilaso y Recogida. Por acuerdo capitular de 20 de octubre de 1868 fue rotulada con el nombre de Topete. Proclamada la I República el 5 de mayo de 1873, pasó a llamarse Fraternidad. Producida la Restauración Borbónica recuperó su antigua denominación de Zapatería. Pocos años después, en sesión capitular de 27 de octubre de 1892, se decidió rotularla con el nombre de Mas y Prat por hallarse en ella casa donde nació tan preclaro hijo de Écija.

Mario Méndez Bejarano, en su obra Diccionario de Escritores, Maestros y Oradores naturales de Sevilla y su actual provincia, escribe de él: Podrá disentirse acerca de los grados de excelencia, mas no cabe discusión sobre dos inconcusas verdades: que Benito Mas  compite con los mejores poetas de su generación, aventajando a la mayor parte, y que no existe escritor contemporáneo que muestre en su inspiración y estilo más profundo sello personal. Oriundo quizá de Cataluña, a juzgar por sus apellidos, fue muy neto andaluz. Nació en Écija el 7 de octubre de 1846, y en su ciudad natal editó su primer libro “Brisas del Genil, colección de lindas poesías  ya delatoras del vigoroso numen de su autor.  También fue autor de la obra La tierra de María Santísima, que como dijo un crítico,  “contiene toda la sal y la gracia de la región mas bella del mundo”

 Nuestro paisano Benito Más y Prat, en 1872 perteneció a la redacción del periódico local  “El Radical. En este mismo año se traslada a Sevilla y  dirigió el diario «El Eco de Andalucía» durante varios años y colaboró asiduamente en «La Ilustración Española y Americana» y en «La Ilustración Artística».  En 1881  fue elegido académico de número de la Real Academia sevillana de Buenas Letras. En mayo de 1890 ingreso en el manicomio de Santa Isabel de Leganés, falleciendo el día 21 de octubre de 1892, en Sevilla.

Tiene esta calle su edificio más notable con la Casa del Gremio de la Seda, obra del siglo XVII que debió tener una entrada de carácter monumental, y hoy convertida en escaparate de un establecimiento comercial. Las plantas superiores están distribuidas de forma análoga a «los miradores»  de la inmediata Plaza de España.

1.- Registro de la Propiedad de Écija. Tomos 23 y 125. Libros 16 y 86. Fincas registrales 288 y 1.696. Dichas fincas fueron inscritas por primera vez en 19 de octubre de 1874.

Fuente;  Memoria de una década. 1960-1969, Juan Méndez Varo.

CALLE MAS Y PRAT . II

La calle Mas y Prat, antes Zapatería, es una de las calles clásicas del casco antiguo de la ciudad y, por consiguiente, de gran actividad mercantil.

El comercio del centro se resiente desde hace algunos años y esta vía, que comunica la Plaza Mayor con la calle Santa Cruz, no iba a ser una excepción. No obstante, a pesar de los nuevos tiempos, los comerciantes luchan por el mantenimiento del comercio tradicional, pese a los avatares de las nuevas formas de vida. La Plaza de Abastos ha hecho, sin duda, que sea uno de los enclaves más importantes de Écija, con un trasiego de compradores y el bullicio propio de las históricas calles de la ciudad. No había una puerta que no fuera un establecimiento. La tradición comercial era es pues herencia de un extenso pasado.

Algunos de los establecimientos típicos de esta calle,  eran sin duda, la bodega de los Gordillos, posteriormente «El Pelón», que conservaba  en su fachada la arquitectura tradicional; Electrodomésticos Campoy, – conocido por «Ciudad del Sol»-, que perteneció a los señores Garrido y Fraile; las tiendas de ropa de gran implantación como Tejidos Bernardino y Casa Moreno… Y no podían faltar la mercería representada por Dalia, con muchos años de servicios,  la oficina de farmacia regentada por Pérez Cabello, Gómez Salado y el Bazar Ecijano, sin olvidar a Gómez Amado.

La imagen nos muestra esta calle llena de vida con su ajetreo cotidiano: guardia municipal responsable de regula estacionamiento de carga y descarga de la Plaza de Abastos, los soldados de uniforme camino del Depósito de Recría y Doma, jaulas de pájaros en la calle y todo un símbolo de la época: «el carrillo de la Churreta».

Fuente:  Memoria de una Década. Ecija 1960-1969

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