ASOCIACIÓN PROVINCIAL SEVILLANA DE CRONISTAS
E INVESTIGADORES LOCALES

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SANTÍSIMA VIRGEN DE LAS NIEVES, PATRONA DE LOS PALACIOS

0752En la festividad litúrgica de la Santísima Virgen de Las Nieves recordamos este año las prendas de vestuario y piezas de plata que integraban el alhajamiento de la Señora, según diversos documentos e inventarios de la segunda mitad del siglo XIX, justo después de que el imaginero sevillano Gabriel de Astorga la tallase en 1864. El manto rojo que luce en la fotografía, que ilustra el artículo publicado en el Boletín de la Hermandad, cumple este año el 150º aniversario de su confección para que lo luciera nuestra Patrona (1865-2015).

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Julio Mayo

TRIANA SIGNIFICA MADRE ANA

0748«Tris Anne plene gracie nobis…». Así reza la invocación litúrgica correspondiente al día de la festividad de la santa (26 de julio) que recoge, en latín eclesiástico de la Edad Media, el Misal Hispalense más antiguo que conserva la Biblioteca de nuestra Catedral, datado en el siglo XIII. Desde tiempo inmemorial, los escritores clericales conocieron bien el empleo de tris como abreviatura de mater-matris, según relata José Francisco de Isla en su «Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas», por lo que no deberíamos descartar la posibilidad de que el topónimo trianero pueda significar Madre Ana, y que su origen se encuentre asociado a la cultura castellana y católica.

0749La reconquista de Sevilla protagonizada por el rey Fernando III se consumó definitivamente cuando se expulsaron a los musulmanes atrincherados en el castillo de aquella orilla del río, como estratégico enclave económico y comercial para la ciudad que era. Tras librarse una durísima batalla naval en el Guadalquivir, la flota castellana comandada por el almirante Bonifaz consiguió romper la gruesa cadena del primitivo puente de barcas que se hallaba anclada a la Torre del Oro, dejando a los enemigos completamente aislados. Después de que los cristianos arrebatasen el dominio de Ixbilia a los andalusíes (23 de noviembre de 1248), los nuevos pobladores cristianos pudieron exponer al culto a Santa Ana en el viejo castillo almohade, donde se erigió la primera parroquia del arrabal, tal como se deduce de algunos documentos eclesiásticos que designan a la fortaleza bajo las advocaciones conjuntas de San Jorge y Santa Ana. Unos años más tarde, mandó construir en el lugar de hoy el rey de Castilla Alfonso X el actual templo parroquial dedicado a Santa Ana (entre 1266 y 1280) –del que se conmemorará el próximo año su 750 aniversario constructivo–, como indican los analistas sevillanos.

Aunque las autoridades castellanas respetaron la disposición del antiguo núcleo almohade, y los barrios de la ciudad prácticamente continuaron siendo las mismas arterias del periodo anterior, los cambios se produjeron en la reordenación de los usos de edificios civiles y religiosos, según las necesidades de los nuevos habitantes, así como en la denominación de calles y barrios. Alfonso X presume en su Libro del Repartimiento de haber cambiado la toponimia musulmana con el fin de anteponer el alma castellana a las huellas enemigas. En aquel afán de acristianamiento, los poderes civiles y eclesiásticos de Sevilla acometieron juntos un laborioso proceso de bautizar, con nombres cristianos, todos los emplazamientos del entramado urbanístico y arquitectónico de la capital.

0750El documento medieval más antiguo que se conoce, en el que aparece Triana nombrada ya como tal, por primera vez, se fecha en 1250 y se trata de un ordenamiento efectuado por el rey Alfonso X para encomendarle la guarda del castillo trianero a 100 caballeros nobles y 300 peones. La Iglesia hispalense estableció el reparto de las feligresías parroquiales en collaciones, adjudicándole por lógica a cada circunscripción denominaciones del santoral religioso propio del medievo. Si analizamos la nómina de los barrios sevillanos (Santa María, San Salvador, San Pedro, Santa María Magdalena, San Andrés, San Martín, San Gil, Omnium Sanctorum, Santa Catalina, Santa Lucía, San Julián, Santa Marina, San Lorenzo, San Vicente, San Miguel, San Juan de la Palma, San Marcos, etc…), advertimos que todos poseen nominaciones vinculadas al catolicismo castellano, por lo que carece de sentido que alguna collación dejase de recibir un nombre de naturaleza cristiana, entre otras razones porque los propios vecinos cristianos de cada sector no terminarían sintiéndose identificados con él. El ayuntamiento de aquel periodo usó como punto de partida, en la división administrativa de la ciudad, el organigrama eclesiástico implantado por la Iglesia sevillana a raíz de la erección de su Archidiócesis, después de la reconquista fernandina. De modo que el nombre conferido por la Iglesia a las demarcaciones parroquiales, terminaron convirtiéndose en el de cada barrio, produciéndose así una plena identificación entre barrio y parroquia.

Otras explicaciones

Con independencia de nuestra reivindicación referida al probable origen castellano del topónimo, históricamente se ha venido manteniendo otras teorías respecto a la raíz etimológica del vocablo. Una de ellas apunta a la procedencia romana, relacionando su significado con el emperador Trajano (Traiana/Tariana/Atrayana), como recogen los autores clásicos de la historia sevillana Ortiz de Zúñiga, Rodrigo Caro o Justino Matute. La otra tesis, en cambio, se decanta por la filiación islámica del nombre. En el Museo Arqueológico de Sevilla hay una inscripción del siglo XII que hace referencia al entorno trianero, aunque no contiene una palabra árabe que propiamente pueda traducirse como Triana. En este sentido, otros arabistas del mundo académico interpretan que ese mismo epígrafe alude a una localización muy ambigua, o genérica, que traducen como «lo que hay al otro lado del río». Una tercera y última sugerencia quiere justificar el topónimo con argumentos topográficos, explicativos del antiguo trazado del Guadalquivir, precisando que Triana significa «tres ramas del río».

Santa Ana Triple

En la baja Edad Media se extendió ampliamente el modelo iconográfico denominado Santa Ana Triple. Se trata de un solo grupo escultórico en el que aparecen representadas como un bloque piramidal de modo jerárquico, en función de sus edades, las tres figuras de la Santa, Nuestra Señora la Virgen María y el Niño Jesús. No se tienen noticias claras de si en el origen más remoto la titular de la parroquia trianera fue, o no, una imagen que respondiese a esta modalidad iconográfica. A comienzos del siglo XVI, decayó la representación de Santa Ana Triple. En ese supuesto habría que contemplar que el grupo de Triana hubiese sufrido en los años del Siglo de Oro una reforma que descompusiese el agrupamiento iconográfico original.

En el castellano antiguo, la pervivencia de la voz Triana denota la cantidad de latinismos que convivieron durante tanto tiempo, como lo demuestra el hecho de que aún siga en uso una pronunciación originaria bastante aproximada, pese a la vulgarización que sufrió su lengua madre. Desde el punto de vista formal, Triana es una simplificación de la invocación, integrada por los nombres Matris Anna, con los que se resaltan en latín la cualidad maternal de la procreadora de la Santísima Virgen y abuela, al mismo tiempo, de Jesús de Nazaret. Si nuestra hipótesis de trabajo se contemplase como efectiva, no sería ningún disparate poder acristianar a las recién nacidas con el bendito nombre de Triana, pues aquellos primeros cristianos no pudieron rendir en esta tierra mariana un homenaje tan precioso, rebosante de arte y todavía más ángel, que dedicar su templo principal al título de la Madre de la Virgen, Señá Santa Ana, con el fervor de que se mantuviese siempre colmada de lo que, precisamente, el término hebreo quiere decir en nuestro idioma: toda llena de gracia. Triana.

Julio Mayo es historiador

ABC de Sevilla, sábado 25 de julio de 2015, pág. 26
http://sevilla.abc.es/sevilla/20150725/sevi-triana-madre-201507251147.html

GUADALQUIVIR MISIONERO

Aportaciones de la Carrera de Indias a la definición de la religiosidad popular sevillana (siglo XVI)

El Río trajo tanta riqueza… que el brillo del oro y la plata relegaron al olvido funciones tan valiosas como la de haber sido, durante muchas décadas del siglo XVI, el principal puerto de partida para las expediciones de religiosos misioneros, encargados de evangelizar las tierras descubiertas. Hoy, festividad litúrgica de Nuestra Señora del Carmen, efectuamos esta evocación tan vinculada a las entrañas históricas del Guadalquivir, al hilo de la relación que guarda también con sus inmediaciones –aunque más cercana a nuestros días–, la devoción suscitada alrededor de un cuadro pequeñito de la Virgen marinera, colocado en una capillita callejera que se alza sobre el puente de Triana, como escribió que existía ya a mediados del siglo XIX el cronista González de León.

0742Desde que Sevilla y América abrazaron sus miradas, en 1492, nuestra ciudad detentó el monopolio mercantil de los negocios coloniales, convirtiéndose en la principal vía comercial del continente europeo y la mayor fuente económica de la corona española. Pero también se erigió en lugar obligado de embarque para el envío de las comitivas misionales, después de que el Papa pusiera en manos de los Reyes Católicos el gobierno de la organización eclesiástica de los territorios conquistados por Cristóbal Colón, mediante el Patronato Indiano, en cuyo organismo desempeñó un papel determinante la Iglesia de Sevilla. Además, las campañas misionales de la primera mitad del siglo XVI fueron costeadas íntegramente por el Estado, que financió la fundación de templos, y su dotación ornamental, con los presupuestos de la Casa de Contratación de Sevilla. Desde luego, en aquellos años éramos el primer centro religioso del país, por encima del mismísimo Toledo.

La subida de los religiosos a las naos se solía consumar con gran solemnidad y bajo el ejercicio de algunas prácticas cultuales, correspondientes al riquísimo programa de la piedad popular local, pues la cercanía de los frailes con el pueblo siempre fue mucho mayor que la del clero secular y catedralicio. Aquellas expediciones misioneras, narran los documentos del Archivo General de Indias, tenían como costumbre ir en procesión desde el convento de su propia orden, donde los padres habían permanecido alojados a la espera de que zarpasen los galeones durante algunos días, o también algunos meses. Cuando llegaba el día de la partida, el cortejo desfilaba con paso lento, entonando con gran dramatismo invocaciones, súplicas, rogativas, aves marías y letanías lauretanas por las explanadas de San Telmo hacia la Torre del Oro, en donde uno de los padres misioneros pronunciaba una plática de despedida. De fondo el repiqueteo de las campanas de sus conventos, las de la Catedral y la esquila de alguna que otra iglesita. Estaban muy familiarizados los frailes con el entorno del Río, porque concurrían con frecuencia a pedir limosnas y poner huchas en nombre de sus conventos. Por lo común, se hallaba presente el Comisario General de Indias, quien en el momento del embarque de la misión que le correspondiese se despedía de todos los miembros otorgándoles la bendición papal. El instante de la partida era emocionante porque los misioneros se despedían como si fuera para la eternidad. Este acontecimiento constituía todo un espectáculo, seguido por multitud de personas que se arracimaban en el puerto, e incluso se extendían por las orillas hasta la salida de Sevilla.

0743Los expedicionarios, de gran formación teológica y humanística, se nutrieron de la forma de vida y el estrecho vínculo que sus respectivas órdenes mantenían aquí con el pueblo. Varios documentos de los siglos XVII y XVIII desvelan cómo los misioneros empleaban para seducir a los indígenas ciertas fórmulas propias de la religiosidad popular sevillana, como método pastoral para adoctrinarlos en el credo católico. A los nativos de aquel continente les atraían cuestiones relacionadas con la Pasión, la estética del dolor plasmado en las imágenes de Cristo y la Virgen y el ritual de las procesiones. Bien es cierto que nuestra Semana Santa se formalizó como la conocemos hoy a partir del Concilio de Trento (1545-1563), pero probablemente, en las primeras décadas del Quinientos, tuvieron que influir bastante en la definición de muchas formas externas de nuestra piedad popular otras prácticas paralitúrgicas, ejercitadas por los componentes de aquellas legiones de misioneros y frailes de los conventos sevillanos. Aunque, con anterioridad a la irrupción de la Carrera de Indias, Sevilla fue ya una ciudad conventual, a partir de la segunda mitad del siglo XVI comenzó a incrementar el número de conventos, gracias a la inversión del capital indiano recibido por parte de algún benefactor acaudalado. Fue en el siglo XVII cuando, al contar ya con representación masculina de casi todas las órdenes religiosas (franciscanos, cartujos, trinitarios, jerónimos, benedictinos, dominicos, carmelitas calzados, jesuitas, hospitalarios de San Juan de Dios, mínimos, mercedarios, agustinos, camilos, filipenses y capuchinos), y otras muchas de ellas del ámbito femenino, terminó de alcanzar su definitiva identidad como una de las más destacadas ciudades conventuales barrocas de toda Europa. Este carácter conventual no sólo incidió en la fisonomía morfológica de nuestro mapa urbanístico, sino que repercutió sobre todo en la elevación de su nivel cultural, sobredimensionado hasta unos límites insospechados. El trasiego junto con el ir y venir de tantos hombres entregados a la catequesis y a la enseñanza, que llevaron allende los mares el habla, tradiciones y costumbres de esta tierra, sabemos hoy que sirvieron para componer el monumental mosaico de expresiones tan plurales que definen a Sevilla.

América rezaba en sevillano

Las primeras diócesis de América (México, Santo Domingo y Lima) se crean como sufragáneas de la Santa Iglesia Metropolitana de Sevilla, también Patriarcal porque ejerció todo el control, por encima de la primada de Toledo, de las iglesias americanas, las de Gran Canarias y Filipinas. Todas se regían por el ceremonial sevillano, reglamentado por el Cardenal y Cabildo catedralicio, a través de los Sínodos y Concilios provinciales. Los obispos que iban destinados al Nuevo Mundo solían consagrarse en nuestra Catedral. Al modo de nuestra tierra, se ordenaban bajo el modelo hispalense los rezos, oraciones, cantorales, celebraciones eucarísticas, rituales, administración de los sacramentos (bautismo, matrimonio, comunión y entierro) y toda la liturgia en general de los templos del Nuevo Mundo, cuando iniciaron sus primeros pasos. El Archivo de la Catedral de Sevilla posee testimonios documentales sobre consultas realizadas por las autoridades eclesiásticas de las diócesis transoceánicas sobre cómo había de regirse la liturgia en sus jurisdicciones. Aquellos feligreses tuvieron que oír, en innumerables ocasiones, de labios de los predicadores hablar del sentimiento con el que los sevillanos vivían la fe. A partir de 1546, cuando se formalizan las diócesis de México, Santo Domingo y Lima, cesó la dependencia sevillana. No obstante, el influjo se mantuvo, como lo corroboran la persistencia de devociones populares importadas desde aquí y las procesiones, que tanto calaron en América.

Principales devociones marianas importadas desde Sevilla al Nuevo Mundo en el siglo XVI

Victoria (de los Mínimos de Triana), Buen Aire (de los Mareantes, que pasó después a la capilla de San Telmo); Coral (pintura mural gótica en San Ildefonso), Inmaculada Concepción «Sevillana» (hoy en San Buenaventura), Merced (Casa Grande, ahora en manos de las Mercedarias en su convento en la Barqueta), Roca Amador (pintura mural gótica en San Lorenzo), Guadalupe (cuadro de la Catedral que es copia de la extremeña, en paradero desconocido), Hiniesta (San Julián), Antigua (Catedral), Sede (Catedral) y Reyes (Catedral), Consolación (Utrera)…

JULIO MAYO

FRANCISCO ESPINOSA: LUCHA DE HISTORIAS, LUCHA DE MEMORIAS. ESPAÑA 2002-2015

0741Dentro de cierto tiempo habrá quien diga que la lucha de ciertos historiadores a partir del final de la dictadura por restablecer la verdad de lo ocurrido y el movimiento social pro memoria desde fines de los noventa y muy especialmente de la pasada década, no existieron o no tuvieron la menor importancia. No sería la primera vez que esto ocurre en nuestro país.

Este libro, escrito por un historiador implicado en el movimiento pro memoria, reúne una serie de artículos cuyo factor común es precisamente ese: gira en torno a esas luchas que dan título a la obra. El autor fue consciente de la importancia de la memoria vivida desde sus primeros trabajos. Al menos tanto como la de esos documentos que tanto nos ha costado ver, parte de los cuales aún oculta el poder.

Leer más: http://www.aconcagualibros.net/news/lucha-de-historias1

UNA APORTACIÓN A LA BIOGRAFÍA DEL MAESTRO CANTERO Y ARQUITECTO ANDRÉS DE ZABALA, TERCIARIO FRANCISCANO (1704-1780)

0740Presentamos en este artículo una visión ordenada y sistemática sobre la vida y obra del maestro cantero y arquitecto Andrés de Zabala (Éibar, 1704- Jaén, 1780), uno de los autores menos conocido de la arquitectura barroca sevillana, utilizando para ello tanto la bibliografía existente sobre el personaje como documentación inédita.

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