Este Domingo de la Ascensión, 24 de mayo de 2020, a tan solo una semana de la festividad de Pentecostés, era la fecha en la que debía de haberse cumplido el regreso de la Santísima Virgen del Rocío a su Santuario, después de los nueve meses que tendría que haber permanecido en Almonte. La noche del sábado hubiese salido de la parroquia de la Asunción, luciendo galas de Pastora, en dirección al Chaparral, donde su rostro divino hubiese quedado cubierto con el pañito, y el cuerpo de la imagen guarecido bajo el traje del camino, que le protege del polvo de las arenas. Tras dejar Almonte, estaba previsto que llegase a la aldea al caer la tarde, para, a continuación, entrar en el santuario terminando así con ello todo el ritual concerniente al Traslado 2019-2020.
Sin embargo, no pudo ser así. Todos los actos vinculados a la Llevada de la Virgen, así como los de la propia romería, han quedado pospuestos para el año que viene, debido a la emergencia sanitaria impuesta por el estado de excepcionalidad instaurado a causa de la pandemia del coronavirus.
Entre las motivaciones históricas que han propiciado algunos Traslados, figuran también las distintas epidemias padecidas a lo largo de estos siglos. Especialmente en el Seiscientos, el pueblo de Almonte imploró a la Virgen del Rocío como valiosa Protectora ante la amenaza de las mortíferas pestilencias.
Para la historiografía rociera ha pasado completamente inadvertida la Venida del año 1648, pues no consta entre las contabilizadas a lo largo de aquella centuria. Es cierto que tampoco existen unas fuentes documentales primarias que acrediten la estancia de la Virgen en el templo parroquial, durante las oleadas epidémicas de 1649 y 1650, aunque sí se tiene constancia de ello por otras vías indirectas.
Con anterioridad a la dramática peste de 1649, se produjo una importante incursión del contagio por Huelva en el mes de mayo de 1648, cuyas primeras manifestaciones se produjeron en la localidad de Villablanca.
Defensora de epidemias
Diversas piezas documentales del Archivo ducal de Medina Sidonia, descubren el Traslado de la entonces invocada como Nuestra Señora de las Rocinas al pueblo, a cuyo patrocinio, según refieren estos mismos documentos obrantes en Sanlúcar de Barrameda, atribuyeron los vecinos de Almonte la conservación de la salud de toda la población. En aquellos años, la imagen aún era venerada bajo el título vinculado al mítico paraje en el que se criaban las yeguas (las Rocinas), si bien pasaría muy pocos años más tarde a intitularse ya como Virgen del Rocío. Entonces, cuando el pueblo de Almonte defendía una serie de derechos que poseía en los límites del criadero de yeguas con el coto de Doñana, el icono mariano se convirtió en el principal símbolo de la unidad vecinal frente al poder señorial.
A esta administración ducal correspondía el señorío de Almonte, gobernado por un Corregidor que nombraban los Guzmanes durante el Antiguo Régimen. Y es en su Archivo, uno de los más importantes de Europa, donde se guarda la documentación que prueba fehacientemente la traslación de la devotísima imagen a Almonte aquel año de 1648.
Los expedientes del Archivo ducal revelan que se ordenaron cerrar hasta las iglesias, solo abierta, en el caso de la parroquial, en festividades muy señaladas como las de San Pedro y San Pablo. Y dentro de ella es donde debió recibir culto la Virgen, tras ser desplazada desde su ermita por los caminos hasta el núcleo urbano.
Resultan bastante desconocidos estos expedientes, pese a la difusión efectuada ya de algún que otro dato por la gran investigadora, doña Luisa Isabel Álvarez de Toledo, en su libro «Historia de una conjura (1985)». Por tanto, estos testimonios, además de ser indispensables, han pasado a convertirse en únicos, toda vez que terminaron desapareciendo todos los documentos de aquel periodo histórico del Archivo Municipal de Almonte.
En el fondo documental de Juan Infante Galán que custodia la hermandad Matriz, hemos hallado alusiones a las imperiosas necesidades que los vecinos de Almonte padecieron aquel año de 1648. Fueron tomadas por el referido historiador rociero, de los libros de actas municipales en cuestión. El investigador indicó con gran precisión la fecha de la sesión plenaria, datada en el mes de enero, así como la página exacta. También llegó incluso a acopiar noticias del cabildo celebrado el 23 de mayo de 1649. Sin embargo, no reseña nada sobre una supuesta imploración de rogativas por parte del vecindario a la Santísima Virgen del Rocío. Es muy posible que la imagen permaneciese todavía en la parroquia local, después de haber sido traída en 1648. De todos modos, la estancia prolongada de la imagen entre los años de 1648, 1649 y 1650, de modo ininterrumpido, no está rigurosamente probada.
Un impreso posterior, precisamente las reglas de 1758, rememora que la imagen había sido traída en aquellos años tan calamitosos, transcurridos entre 1649 y 1650, aunque omite que pudiera haber venido en 1648. El texto constitutivo añade que se costeó un vestido para la efigie de tela blanca, muy en consonancia con la simbología de la pureza original de la Virgen María, tan en boga durante aquellos años barrocos de gran fervor mariano e inmaculista. En 1653, fue proclamada patrona de Almonte, con motivo de un traslado extraordinario al templo parroquial, la Santísima Virgen del Rocío.