En el mismo Archivo Municipal de Almonte, hemos tenido la oportunidad reciente de encontrar pruebas documentales sobre algunas venidas extraordinarias de la célebre Patrona de aquel pueblo, desde su Santuario, que reportan nuevas noticias de Traslados, hasta ahora no documentados y supuestamente inéditos para la historiografía rociera. Nuestras averiguaciones se han centrado en el examen riguroso de las “Cuentas de Propios y Arbitrios”, y partidas de gastos del presupuesto económico anual, en cuyos asientos contables quedaron consignados los reales, primero, y las pesetas después, que el Ayuntamiento almonteño retribuyó a la fábrica parroquial por los Novenarios, y rogativas públicas, que, en cada ocasión, fueron solemnizándose para apelar a la providencia divina, tanto en la mitigación de males, como en la conmemoración de felices acontecimientos. Con ese primer sondeo de la contabilidad, no hemos querido suplir, sino por el contrario, completar, las distintas lagunas que afectan a las Actas Capitulares, en las que se recogen distintos acuerdos corporativos vinculados a nuestro tema de investigación. Entre las lecturas de los datos obtenidos, sería importante poder profundizar en el análisis del trasfondo simbólico que subyace en estos Traslados, de reforzar la posesión de la imagen por los almonteños, frente a las localidades vecinas y fieles comarcanos, así como el control que ejercieron, conjuntamente, los poderes civil y eclesiástico en la asignación de fechas a los ceremoniales de auxilio, a fin de regular las subidas y bajadas de los precios correspondientes a los géneros de abasto.
Muy poco después de los episodios coyunturales tan adversos que significaron las epidemias de peste de 1649 y 1650, Nuestra Señora del Rocío fue nombrada Patrona –año de 1653– y su prestigio devocional creció considerablemente. Al elenco de invocaciones públicas que le rindió el municipio, ya publicadas, incorporamos hoy la que le suplicó en 1675, con motivo de las enfermedades y mortandad causadas por otro gran contagio bubónico. Los documentos recrean cómo la imagen fue devotamente recibida en el Chaparral por el clero, que “…salió con la Cruz de la parroquia y guión”. Otra de las determinaciones municipales que aún no habían trascendido a la luz pública, fue la traída de “Nuestra Señora a la parroquial”, en 1707, después de acordarlo sus ediles el 22 de mayo de aquel año, en plena Guerra de Sucesión española. Continuó floreciendo el fervor, y distintos sacerdotes locales revitalizaron e institucionalizaron su hermandad, en el siglo XVIII, para la que elaboraron unas nuevas Reglas (1758). En los prolegómenos de aquella efervescencia rociera, se enmarca otra visita de la Reina marismeña a Almonte, el año 1752, para la que se abonaron 500 reales, empleados en “costos de la zera, y Novenario, que se haze a Nra. Sra del Rocio, quando se trae de la hermita a esta Villa como Patrona de ella para el socorro y remedio de las necesidades ppcas y de la Corona, pr falta de aguas y de salud o por guerras”, según registra la contabilidad de entonces. Todavía en el Setecientos hemos hallado, al margen de las divulgadas por los historiadores locales, otra Novena y función de rogativa, programada en 1793, por la que se entregaron al clero 859 reales de vellón en concepto de “Funciones de Iglesia, novenario y misas cantadas a N. Madre y Señora del Rocío en las Rogativas que se hicieron por seca y traerla al pueblo desde su ermita”.
No hay constancia del hipotético acercamiento de la Intercesora al núcleo urbano en el año 1800, por causa de la epidemia de fiebre amarilla, como en otros pueblos de la comarca. En cambio, hemos tenido la oportunidad de autentificar otra venida el año 1804, en la que se emplearon 346 reales y medio en los actos religiosos. El Ayuntamiento sólo sufragaba las Novenas oficiadas en honor de la Virgen del Rocío, cuando ésta acudía a la villa, por lo que los datos de las liquidaciones resultan cruciales para la probatura de las concurrencias extraordinarias. Otras informaciones novedosas, respecto a las visitas de la Protectora, se contextualizan en 1824, cuando el Ayuntamiento se adhiere al monarca Fernando VII tras el Trienio liberal, y en el de 1835, coincidiendo con la alineación monárquica en favor de la reina Isabel II. Así lo revela la subvención de 100 reales, dedicada a la cera de la Función de iglesia organizada cada uno de aquellos años, respectivamente. En comparación con otras épocas anteriores, se advierte una sensible disminución de las ayudas, que cabría atribuir al enfriamiento decimonónico del clima de religiosidad, en la anteposición prioritaria de otros conceptos de interés público. Gracias a estos nuevos hallazgos podremos ahora precisar mejor la frecuencia con la que la Santísima Virgen acudió a su pueblo y revalorar el infinito apego devocional que le profesan a su Abogada defensora, quienes sueñan cada día con una aurora en el Chaparral –¡qué bendición!– para poder contemplar, después del desvelo, su Rostro Divino, tan luminoso como el Sol de Pentecostés.
Traslados procesionales de la Virgen del Rocío a Almonte, recientemente documentados
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1675
Epidemia de peste
Lib. 6 (27/05/1676)
1800
Epidemia de fiebre amarilla
No hay documentos
1707
Guerra de Sucesión
Lib. 7 (22/05/1707)
1804
Sequía
Leg. 667. Propios y arbitrios
1752
Se ignora la causa
Leg. 666. Propios y arbitrios
1824
Calamidad o feliz acontecimiento
Leg. 668. Propios y arbitrios
1793
Sequía
Leg. 667. Propios y arbitrios
1835
Calamidad o feliz acontecimiento
Lib. 15 (15/09/1835)
*Elaboración propia. Fuente: Archivo Municipal de Almonte.
JULIO MAYO RODRÍGUEZ
Historiador y Comisario de la Exposición “Intercesora de Almonte”