Julio Mayo
En las primeras semanas de 1962, coincidiendo con la disputa del derbi local al que hace referencia Joaquín Romero Murube en su artículo publicado el domingo 28 de enero, volvieron a registrarse en Sevilla nuevas lluvias torrenciales. Nuestros dos equipos militaban entonces en primera división. El encuentro se disputó en el campo del Betis que venció al Sevilla por tres goles a uno. En cambio, eran momentos de gran adversidad. Las inundaciones de la Vega de Triana y parte de la Alameda de Hércules, de los primeros días de enero de 1962, volvieron a traer el dramático recuerdo de la riada provocada por el arroyo Tamarguillo (25 de noviembre de 1961), y el accidente de la avioneta de la «Operación Clavel» (19 de diciembre). Después de aquello, se habían quedado más de 30.000 personas sin hogar. Los destrozos sacaron a la palestra las condiciones calamitosas en las que vivía un sector importante de la población sevillana, hacinada buena parte de ella en corrales de vecinos y suburbios de la ciudad. Sumemos a todo ello, los veintitrés muertos y el centenar de heridos del accidente de la «Operación clavel». Pues bien, ni la crudeza de aquella terrible catástrofe pudieron eclipsar la emoción, y la pasión, del partido entre los eternos rivales, ni impedir que se paralizase la vida de toda la ciudad. La calle, comentaba Joaquín Romero Murube, vivía única y exclusivamente para el fútbol. La actualidad que el escritor traía a su habitual sección de este periódico, tenía que ceñirse, obligatoriamente, al Betis-Sevilla. Un retrato sociológico de la Sevilla de aquel tiempo, que quedaba rendida ante el partido.
«Manque pierda»
El fútbol atraía la atención de todos por igual. Lo mismo de un albañil que del estudiante, el empresario, la monja o hasta el propio articulista. Por encima de un acontecimiento deportivo se había convertido ya en un evento de calado social. Joaquín Romero Murube se había declarado bético, públicamente, en reiteradas ocasiones. Nuestro diario ABC, publicó un número extraordinario, al cumplirse el 50º aniversario fundacional del Real Betis, en 1958, que contó con la participación del brillante articulista. «Por qué soy bético» es el título del trabajo en el que exalta la moral y fidelidad inquebrantables de los aficionados béticos. Tras las derrotas, el Betis arremetía con más entusiasmo y mayor alegría. No cabe duda de que aquella conducta sin desaliento era la que había dado origen al mítico grito de guerra: «¡viva el Betis, manque pierda!». Confiesa Joaquín Romero Murube que lo que le había seducido para sumarse a esta causa, que ya era un sentimiento vital, había sido la gran fe del equipo de fútbol y los muchos sevillanos que lo seguían. En aquel tiempo, el Real Betis Balompié había suscrito un convenio con el ayuntamiento (noviembre de 1960), mediante el que le adjudicaba el estadio municipal de Heliópolis. Fue a partir del acuerdo cuando el campo pasó a denominarse Benito Villamarín, nombre del presidente del club.
Entre las muchas y variadas lecturas de Joaquín Romero Murube se encontraban también las deportivas del diario «Marca». Conocemos este dato por la «Carta a un muerto vivo», que escribió en el año 1966, dedicada a su compañero de la revista literaria Mediodía, el magnífico poeta Juan Sierra, padre del futbolista bético «Quino». La reseña del ingenuo cronista deportivo, muy mal redactada, venía a decir algo así como que «el primogénito del llorado poeta sevillano, Quino, había marcado el gol de la victoria del Betis sobre el Málaga». Romero Murube se asustó por el empleo del adjetivo llorado y se puso en contacto, de inmediato, con allegados a la familia. Felizmente, descubrió que no habían fallecido ninguno de ellos, ni el padre ni el hijo de su amigo, y que todo se había debido al desacertado empleo expresivo del periodista deportivo.
Reloj de la Giralda
Este artículo tiene una segunda parte muy distinta a la del partido de fútbol al que hemos hecho alusión. La otra, está dedicada a la Giganta de Sevilla. Trajo a su tribuna callejera del diario este tema en el que casi no hubiese reparado nadie, pese a ser de gran interés público. Desde hacía ya algún tiempo, andaba algo desajustado el reloj de la Giralda. El mismo que gobernaba las horas de la ciudad. Pues vaya puntualidad, y menudo gobierno. Joaquín Romero Murube era vecino cercano a la torre catedralicia, que vivía en el Alcázar sevillano, por lo que toda su vida estuvo regida por los toques, solemnes y majestuosos, de la Giralda. Pero, sobre todo, por las horas pautadas desde el alto campanario. Muchas noches esperaba que dieran las doce, según contó a Fausto Botello en una entrevista radiofónica, para persignarse y dormir santificado, tal como le había enseñado su madre desde niño. Joaquín Romero Murube fue el mejor centinela que guardó a la Giralda. Protestó en algunos artículos por las interrupciones de sus campanas. Cuando llevaban algunos días sin oírse, denunciaba que era como dejar sin habla a la Dama más importante de Sevilla. Y en otro artículo, en este caso de 1966, lamentó que hubiesen apartado de la Giralda al relojero, don Rafael Torner, después de que los canónigos prescindiesen de sus servicios. Sus quejas sobre los desajustes horarios, no cayeron en saco roto. Algo tuvo que influenciar sobre los miembros del cabildo de la catedral, que aceleraron ciertas gestiones todavía pendientes por concretar. En la víspera de la festividad del Corpus de aquel mismo año de 1962, qué casualidad, se estrenó el nuevo sistema de electrificación de las campanas de la Giralda, que levantó el recelo de los defensores de los toques tradicionales.
Y con esta entrega, concluimos las líneas contextuales y biográficas que nos ha encomendado esbozar nuestro periódico, a lo largo de esta última semana, en memoria del escritor Joaquín Romero Murube, quien, además de redondear una producción literaria tan imprescindible para nuestra ciudad, se mostró como un gran visionario, capaz de desarrollar y provocar al mismo tiempo una cultura tan rica y amplia para Sevilla.
Fuente: https://sevilla.abc.es/sevilla/sevi-betico-y-vecino-giralda-201911212338_noticia.html