ASOCIACIÓN PROVINCIAL SEVILLANA DE CRONISTAS
E INVESTIGADORES LOCALES

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LA ÚLTIMA CENA DE JOAQUÍN ROMERO MURUBE

El excatedrático de Derecho Mercantil Manuel Olivencia es uno de los pocos comensales que tuvieron el privilegio de cenar con Joaquín Romero Murube la noche del 14 de noviembre de 1969, muy pocas horas antes de que sufriese el infarto de miocardio que le causó la muerte al que había sido director-conservador del Alcázar. El catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la Hispalense Jaime García Añoveros, que luego llegaría a ser ministro de Hacienda con UCD, fue el anfitrión del banquete, organizado en el salón comedor de su piso del entonces flamante barrio de Los Remedios. Según rememora Olivencia, Romero Murube no era una persona de militancia activa, ni mucho menos conspirador. Su posicionamiento lo cataloga como el de un intelectual libre e independiente, que nunca aceptó ataduras de nadie. En definitiva, un ejemplar empleado público, tal como llegó a autodefinirse el propio Joaquín entre plato y plato.

Olivencia no considera, por tanto, que Romero Murube compartiese en aquel momento su misma idea política ni de la de García Añoveros -ambos situados más al centro que Joaquín-, como fundadores muy pocos años después del Partido Social Liberal Andaluz, finalmente integrado en la Unión de Centro Democrático de Suárez. Romero Murube se encontraba la noche de su última cena muy cerca del «cura rojo». A una pregunta de Pablo Atienza, marqués de Salvatierra, sobre el sonriente sacerdote que tanto simpatizaba con la izquierda, contestó Joaquín presumiendo de ser un gran conocedor de José María Javierre, cuya pluma también piropeó. El entonces director de «El Correo de Andalucía» comenzó a defender los derechos de los trabajadores frente a los dictámenes del franquismo, amparándose en la protección del cardenal Bueno Monreal y comenzó a pensar en los valores democráticos al regreso de Roma, después del Concilio Vaticano II en 1965. Y Romero Murube, según recuerda Olivencia, ciertamente se sentía bastante comprometido con ellos.

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Con la irrupción del desarrollismo franquista propulsado por los tecnócratas, a inicios de los años 60, llegó a Sevilla la picota y comenzaron a acometerse grandes obras de transformación. Es entonces cuando estalla Joaquín y se emplea a fondo contra la destrucción patrimonial mediante una combativa lucha intelectual, principalmente desarrollada desde las páginas de este periódico con aquellos artículos tan peleones. Romero Murube no se oponía a una adaptación a los tiempos. Lo que pretendía impedir era que la evolución fuese solo materialista y arrolladora.

Pese a la declaración de conjunto histórico-artístico monumental en 1964, Urbanismo no impedía la demolición y resolvía los expedientes de infracciones urbanísticas mediante la liquidación de una sanción económica. No pudieron salvarse de la especulación algunos conventos ni muchas casas palacio. Así comenzó a certificarse la defunción de buena parte del caserío antiguo y la idiosincrasia arquitectónica de la ciudad.

Libro sobre Sevilla

El asunto que verdaderamente había motivado la convocatoria de la cena -que sirvió como estreno de una majestuosa lámpara de cristal de murano colocada con el asesoramiento artístico de Joaquín-, fue el ambicioso proyecto editorial que Murube llevaba meses coordinando después de haber entusiasmado a García Añoveros, con cuyo concurso había logrado el patrocinio del Banco Urquijo, del que el catedrático era director de estudios. Romero Murube estaba capacitado para diseccionar e interpretar como nadie la identidad socio cultural sevillana y concebir aquel proyecto respetando su tradición y previendo la modernidad. Siguiendo la estela de otros libros editados en capitales europeas (París y Venecia), Romero Murube había ideado realizar un amplio estudio de autorías conjuntas que se titularía «Sevilla, biografía de una ciudad», con la coordinación de Muñoz Rojas, el propio Jaime García Añoveros, José Guerrero Lovillo y Francisco Aguilar Piñal. Un resumen elegante, agudo y completo de una ciudad vitalista, aún viva, no petrificada en el pasado. Se celebraron varias reuniones en la sede sevillana del Banco Urquijo y levantó actas de todas las sesiones el historiador Aguilar Piñal. A sus 86 años, desde su residencia en Madrid, recuerda que los borradores de aquel gran trabajo que finalmente no vio la luz, tras el repentino fallecimiento de Romero Murube, los depositó en el Archivo Municipal de Sevilla.

El testimonio más hermoso de Olivencia sobre el poeta del Alcázar lo define como un «amante de Sevilla», cuyo dolor fueron todas las transgresiones que se cometieron. A su juicio, fue un ser con una extraordinaria sensibilidad poética, un gran filósofo y, sobre todo, dotado de una actitud ética muy elogiable. Entendía que los sevillanos tenían la obligación moral de conservar el tesoro que se estaba dilapidando. Aunque había nacido en la calle Real de Villafranca de Los Palacios en 1904, el mismo Romero Murube dejó escrito que, cuando se muriese, quería ser la gracia pura de una ciudad de la que estaba locamente enamorado. Así lo reconoce en su Canción del Amante andaluz, en la que proclama emocionado y orgulloso: «…qué novia tengo en el aire de Sevilla».

http://sevilla.abc.es/cultura/libros/sevi-ultima-cena-joaquin-romero-murube-201711150941_noticia.html

JULIO MAYO ES HISTORIADOR

PRESENTACIÓN DE “LA DESPENSA DEL ALMA” ÚLTIMA OBRA DE LA POETA ROSA MARÍA GARCÍA BARJA

1297El pasado día 14 se celebró en la iglesia parroquial de Santiago el Mayor de Villanueva del Río un acto excepcional. Y lo califico así porque no fue un acto religioso sino un acontecimiento sociocultural, social porque ha logrado congregar a vecinos, amigos y familiares que, en algunos casos, llevaban largo tiempo sin verse, y cultural porque se trataba de la presentación de la última obra de la poeta Rosa María García Barja, un libro que contiene ciento veintitrés estro relatos y que ha titulado “La despensa del alma”. Pero también fue excepcional por su magnífica organización, por la presencia de autoridades civiles y eclesiásticas, por la jubilosa acogida protagonizada por los villarroteños y villarroteñas en respuesta a la categoría humana y artística del personaje principal.

Minutos antes de la hora acordada, la explanada de la iglesia se asemejaba a la de algún domingo de los años sesenta del pasado siglo, la de la celebración de alguna boda o de algún bautizo, con la sola excepción de que, en este caso, solo había un niño y las señoras no portaban velo.

Recién escondido el sol tras las desgastadas paredes del palacio entraron a la iglesia los últimos rezagados y dio comienzo el acto.

Visiblemente emocionado y con una casi imperceptible sonrisa, que yo interpreté como de satisfacción, tomó la palabra el infatigable trabajador por la cultura, Antonio Céspedes que, actuando como presentador, ofreció la palabra a las autoridades presentes. Solo hizo uso de ella el párroco, Manuel Dana, que se congratuló por el hecho de que una antigua feligresa hiciera uso del templo para presentar allí su obra.

Antonio Céspedes narró una semblanza de Rosa María, destacando sus vivencias en el pueblo y los recuerdos que él mismo tenía de esa época, relatando después las diferentes y a veces contradictorias emociones experimentadas con las repetidas lecturas de los estro relatos.

La protagonista, elegantemente vestida para la ocasión y con voz temblorosa, agradeció a los asistentes su presencia remarcando la relación afectiva con ellos y ellas.

Tras la lectura del relato que da nombre al libro y otro por la intérprete artística Rosana Núñez García, Rosa María dio lectura a su último trabajo, premiado en Burgos, “Tercer domingo de mayo”, lo que afectó a las fibras más sensibles del público que, quizás sintiéndose reflejado en el poema, la ovacionó con vehemencia.

Digno de destacar fue también la improvisada celebración en la plazoleta, que incluía aperitivos dado lo avanzado de la noche, y que también recordaba a tiempos pasados cuando amigos y vecinos se congregaban en ese lugar con motivo de cualquier festividad. Allí se departió sobre el libro que acariciaban los asistentes y que aun olía a imprenta y, en casi todos los corrillos, se terminaban de perfilar parentescos y parecidos familiares entre los tertulianos. ¡Qué bonito reencontrarse y recordar!

No obstante, me asombra que una población que tiene su origen entre los siglos II y IV a.C., que perteneció a la demarcación de Flavia hasta ser tomada por los árabes, reconquistada después por Maestre de Santiago, que recibió Carta Puebla y Fuero Real de don Alfonso el Sabio en 1242, que, en 1494, le fue otorgado por los Reyes Católicos el título de Muy Leal, que fue puerto fluvial en época romana y que fue capaz de reconstruirse tras la ocupación árabe, haya sido incapaz de persuadir a los poderes públicos de la necesidad que sus ciudadanos tienen de contar con una sede pública donde llevar a cabo actividades culturales, lúdicas, formativas, artísticas, etc. Por eso animo a los villarroteños a empeñarse en ello y no desfallecer hasta conseguirlo.

Post Data:

Faltaron unas palabras de la concejala de cultura, Clara Cabeza, y del alcalde de Villanueva del Río y Minas, Miguel Ángel Barrio, que asistieron al acto acompañados del concejal por Villanueva, José Mª García, alias “Chico”.

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