ASOCIACIÓN PROVINCIAL SEVILLANA DE CRONISTAS
E INVESTIGADORES LOCALES

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RECITAL DE REYES EN MEMORIA DEL GRAN TENOR ECIJANO FERNANDO VALERO Y TOLEDANO

1825Iglesia de San Francisco. 4 enero 2018. 19:00 h.

Fernando Valero y Toledano (Écija, Sevilla, España, 6 de diciembre de 1856 – San Petersburgo, Imperio ruso, enero de 1914) fue un tenor español.

Siendo muy niño, su familia se trasladó a Granada, donde el celebérrimo tenor Enrico Tamberlick alabó la voz del niño y recomendó a sus padres que se dedicara al canto, comenzando a recibir clases con el maestro Manuel Moya. Posteriormente, ya en Madrid, asistió a las clases del maestro Mariano Martín Salazar.

En 1878 cantó por primera vez en el Teatro Real de Madrid, donde el 4 de febrero interpretó el pequeño papel de Narco, del Poliuto de Donizetti, al parecer sin siquiera haber ensayado previamente. Un mes más tarde, el 30 de marzo, hizo su debut oficial con un papel secundario en la ópera FraDiavolo de Daniel-François Auber, siendo sus compañeros de reparto el tenor Emilio Naudin, la soprano Carolina Ferni y el bajo AristideFiorini. Antes de finalizar la década, alcanzó algunos éxitos notables, siempre en el Teatro Real, cantando Mignon de Ambroise Thomas y el Fausto de Gounod.

En 1880 pasó a Italia donde debutó en el Teatro Brunetti de Bolonia en I Promessisposi, de AmilcarePonchielli.

En 1881 debutó en el Teatro Carcano de Milán con La favorita, de Donizetti, donde alcanzó tal éxito que se le bautizó como “El pequeño Gayarre”.

En 1884 cantó la Carmen de Bizet en San Petersburgo donde alcanzó su consagración definitiva. Desde ese año, el personaje de Don José lo cantó a lo largo y ancho de Europa como en el Teatro San Carlos de Lisboa, el Teatro Costanzi de Roma, el Teatro Real de Madrid, el Teatro Carlo Felice de Génova y de nuevo en la Scala de Milán en la temporada 1885 / 1886.

LA VIRGEN DE LOS REYES Y SU DESAPARECIDA FERIA DEL 15 DE AGOSTO

Durante buena parte de los siglos XV y XVI, se celebraba todos los años una feria el 15 de agosto, más los ocho días de la octava de la festividad de la Asunción de Nuestra Señora, advocación titular de la catedral. Este importante evento litúrgico lo conmemoraba la Iglesia hispalense con la procesión de la santísima Virgen de los Reyes, a la que concurría muchísima gente debido a la fama milagrosa que la imagen había adquirido. Se suscitó la feria allá por el año 1434. Mientras se construía la actual Capilla Real, la hoy patrona fue ubicada de modo provisional en una dependencia, establecida entre las naves del lagarto y los conquistadores, a la altura de «la antigua Mezquita, en el salón de la Librería», que daba al patio de los naranjos. Lo cuenta así José Maldonado Dávila, en su Discurso histórico sobre dicha capilla, impreso en 1672. La puerta de su altar transitorio, permanecía abierta todos los días de la octava y durante las horas de la noche, que era cuando se velaba a la sagrada efigie con música, bailes y danzas por todo el perímetro del corral. Los puestos feriales eran instalados dentro del patio y fuera del entorno catedralicio (en el sector de la calle Alemanes), junto a las casas que entonces se hallaban adheridas al propio templo. Los géneros que se comercializaban eran de primer nivel, pues Sevilla representaba, en aquellos momentos de esplendor americano, el centro económico, cultural y religioso del imperio español, en detrimento de Toledo, y su Iglesia era madre en la gestación de otras fundadas en el Nuevo Mundo.

La procesión de Nuestra Señora de los Reyes del 15 de agosto ya salía y entraba en aquel tiempo por la Puerta de Palos. Rodeaba todo el templo por debajo de las gradas hasta atravesar el arquillo de San Miguel. Cruzaba la plaza de la Lonja (Archivo de Indias), llegaba a la entonces denominada plaza del Arzobispo (hoy del Triunfo) e ingresaba por la de Palos. Entonces, las andas eran portadas por los capellanes reales, ataviados con capas blancas. Delante de la imagen, custodiándola, iban cuatro guardias reales. También figuraban en la procesión todas las dignidades de la catedral, así como el preste que debía decir la misa mayor. Al entrar, la imagen era conducida hasta la Capilla Mayor, donde presidía la función que se celebraba con gran solemnidad y música, hasta que, por la tarde, era llevada a su Capilla por los capellanes. En otras ocasiones extraordinarias, en las que fue sacada para la imploración de remedios, había veces en las que la imagen adoptaba otro itinerario más corto. Salía por la Puerta de Palos y entraba por la del Nacimiento.

En su emplazamiento provisional, la Virgen de los Reyes lució vestidos propios de la corte, como las prendas regaladas por la reina Isabel la Católica, bordadas por ella misma, a tenor del estudio de Teresa Laguna sobre la visita dispensada por los monarcas católicos en el año 1500. Aquella ubicación, tan próxima a un espacio abierto, en la que también se guardaron sus ricos enseres, sarcófagos y simulacros reales, acercó la imagen aún más al contacto con el pueblo. Un modo también de poder acrecentar la popularidad del rey Fernando III, hermanado a esta Virgen desde tiempo inmemorial. No cabe duda de que la de los Reyes, llegó a convertir la catedral en un importantísimo centro de peregrinación anual. Aquellas peregrinaciones poseían un origen muy remoto. Distintos Papas se distinguieron por conceder indulgencias a quienes participasen en las fiestas de la Virgen del 15 de agosto, como la otorgada por el Sumo Pontífice, Alejandro IV, el año 1259, después de que la cristiandad hubiese ganado otra nueva plaza para el orbe católico. En el siglo XVI, venían en romería muchísimos fieles desde distintos lugares del antiguo reino de Sevilla. Quedó testimoniado en reglas de hermandades, como la de Vera Cruz de Villafranca de la Marisma, fechada en 1566, en la que se recoge expresamente que sus cofrades iban andando a Sevilla para asistir a la fiesta. Tan masiva era la afluencia, que el ayuntamiento sevillano solía requerir a los consistorios de Alcalá de Guadaira, Dos Hermanas y Utrera, para que sus panaderos trajesen a la capital raciones dobles de pan para aquel día tan señalado.

Pero el traslado de la Virgen a la Capilla Real que se labró en el interior de la catedral, verificado en 1579 por resolución del rey Felipe II, causó importantes cambios en el culto popular que la imagen había recibido mientras fue venerada en la dependencia del patio de los naranjos, durante más de un siglo. Como la gente asociaba los milagros de la Virgen de los Reyes por la mediación del rey Fernando III, a quien el pueblo veneraba como un santo, la capilla estaba colmada de ofrendas. Pero, a raíz del traslado, todos aquellos exvotos «se perdieron –recoge el mismo impreso de Maldonado (1672)– porque un capellán mayor no quiso que la nueva Capilla Real embarazase su adorno, cubriendo sus paredes con los cuadros y ofrendas, ni se ha consentido hasta ahora y se ha culpado mucho a los capellanes reales que no formasen Libro particular de los Milagros».

La retirada de la Virgen de los Reyes del atrio, también incidió en la decadencia de la feria. El cabildo eclesiástico, no permitió que se montase en años sucesivos dentro de aquel enclave. Al no existir ningún tipo de acceso hacia el interior del templo, no podía velarse. Para ello, era preciso tenerlo abierto toda la noche y, ante este inconveniente, los canónigos determinaron extinguir la celebración ferial los días de la festividad. Muchas expresiones propias de la religiosidad popular que, con el tiempo, habían ido suscitándose en torno a la Virgen, fueron mandadas depurar por el entonces arzobispo, don Cristóbal de Rojas, acorde a las exigencias que marcó el Concilio de Trento. Con aquella medida, los canónicos apartaron a la imagen de un fervor similar al que recibían otras devociones sevillanas. Pero tales restricciones no lograron, sin embargo, apagar la incandescente llama devocional ni hacer desaparecer las arraigadas peregrinaciones. En las primeras décadas del siglo XX, sobrevivía la llegada de romeros desde los pueblos más cercanos y algún resquicio de la feria a las afueras del templo, según refiere el sacerdote e historiador, don Manuel Serrano Ortega, en su «Homenaje de Sevilla a la Virgen de los Reyes» (1910).

No pasa inadvertido el afán del Cabildo de la catedral por preservar a la imagen de ese halo especial de majestad que, históricamente, la ha vinculado tanto con la monarquía, como evidencia su título devocional dedicado a los Reyes. Ello terminó por definir la rendición de un culto algo más litúrgico que festivo, cuya peculiaridad aún pervive tal como puede apreciarse en la forma de procesionar por la calle. Recordemos que esta imagen mariana, según la leyenda, es regalada a la Iglesia de Sevilla por el rey Fernando III, en agradecimiento del triunfo en las armas obtenido en esta ciudad. Ella lo había hecho todo, la victoria era de la Virgen. Así se entiende que, cuando el Vaticano declaró al rey Fernando III como santo, se relacionasen los milagros atribuidos al emblemático representante regio con la intermediación de la Virgen de los Reyes. Esta advocación singular, que ha estado presente desde la incorporación de Sevilla a la corona de Castilla, hoy continúa manteniendo intacto su reinado matriarcal. Gracias a esta tradición religiosa de tantos siglos, iniciada mucho antes de que los Reyes Católicos forjaran la unidad de la nación, han encontrado todos los reyes de España la maternal protección de su Reina aquí, en la catedral de Sevilla.

JULIO MAYO ES HISTORIADOR

EL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA SANTA MARÍA DE LOS REYES

1214Acto de presentación del libro titulado El Convento de Nuestra Señora Santa María de los Reyes del que es autor Nicolás Ramírez Moreno.

La presentación correrá a cargo de Victor Pérez Escolano y José Ramón Moreno García, tendrá lugar el jueves 20 de abril a las 20:00 h, en el antiguo Convento de Santa María de los Reyes – calle Santiago nº 33 – Sevilla.

GRAN PODER, REY DE LOS REYES

0878Entre los repertorios documentales que atesora la Biblioteca Nacional de España, se conserva una Regla de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y de Nuestra Señora del Mayor Dolor y Traspaso, sita en la iglesia parroquial de San Lorenzo de Sevilla, cuyo ejemplar se halla fechado en Sevilla, en febrero de 1826, y del que ni su propia hermandad tenía constancia hasta la fecha. Se trata de una copia literal manuscrita, y encuadernada, del mismo texto que fue aprobado por el Real Consejo de Castilla en el año 1791, que sí obra desde entonces en el archivo de la cofradía de la Madrugada. Gracias a estas reglas elaboradas a inicios de la última década del siglo XVIII, cuando numerosísimas hermandades penitenciales estuvieron a punto ser suprimidas, en función de la gran reforma en materia de religiosidad popular que, con la llegada de las ideas ilustradas a España, se propuso introducir la administración civil borbónica, sabemos que la del Gran Poder de Sevilla basó en la adhesión monárquica la salvación de su continuidad existencial.

Pero después de obtener desde Madrid la aprobación de sus estatutos, se enquistó el problema muy seriamente. En 1798 tuvo que intervenir el Consejo de Castilla en un asunto que no terminaba de arreglar la justicia eclesiástica hispalense entre las cofradías del Gran Poder y Las Tres Necesidades, del barrio de la Carretería, a cuenta de la prioridad en el orden de sus respectivas procesiones en Semana Santa. El real órgano decretó, el 23 de septiembre de aquel mismo año, la extinción de las dos y que les fuesen retiradas sus respectivas capillas, imágenes titulares, alhajas, enseres, insignias, ornamentos litúrgicos y todas las propiedades urbanas y rústicas que poseían. En el expediente de los autos, que hemos tenido la oportunidad de consultar en el Archivo General del Arzobispado, argumenta la del Gran Poder la labor de auxilio económico y social que ofrecía al vecindario del barrio de San Lorenzo, en momentos tan adversos como los que se sufrían a consecuencia de las inundaciones del Guadalquivir. Se solían quedar aislados los vecinos en sus casas y era la hermandad la que socorría «a aquellos pobres afligidos, repartiéndoles pan que conduce en barcas, por medio de las calles, siendo por estos medios útiles a la sociedad».

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Finalmente, el Consejo de Castilla decidió anular el mandato de suspensión impuesto sobre ambas hermandades, solucionándose el pleito mediante escritura de Concordia, rubricada aquel mismo año. Cada una de ellas pudo recuperar los bienes y ninguna se vio abocada a su desintegración. Si no hubiese surtido efecto la enorme presión que recibieron en la Corte, tanto a nivel popular como por otros conductos burocráticos, y las medidas que el gobierno de Carlos III, sobre cofradías, no hubiesen fracasado tan rotundamente a la hora de llevarlas a la práctica, desde luego que aquellos hombres de la Ilustración, sobre los que nos ha llegado una imagen tan mitificada, hubiesen consumado una represión popular de no poca dimensión y terminado, además, con una parte muy importante de nuestro activo patrimonial, sin el cual hubiese sido imposible comprender la cultura sevillana.

La festividad litúrgica de la Epifanía del Señor, en la que una de las antífonas del día exalta el poder sobrenatural (como recuerda el lema In manu ejus potestas et imperium) de aquel Rey de Reyes que llevó la cruz a cuestas, camino del Gólgota, permitió a la hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder honrar de forma ambivalente, tanto a los Magos de oriente como a las católicas majestades, muy especialmente después de que los Borbones instituyesen la celebración del día de los reyes de España, el 6 de enero de 1782. El origen de esta novena dedicada al Señor que habría de oficiarse fuera de las fechas cuaresmales, si bien en la actualidad se rinde un quinario, se retrotrae al año 1768. Fue promovida por varios cofrades bienhechores, como aclaran unas anotaciones de otras reglas antiguas, de esta misma hermandad, que descubrió en el Archivo Histórico Nacional de Madrid el amigo y profesor don Antonio José López Gutiérrez, y que ha estudiado también el doctor Mira Caballos. Conforme pasaron los años, fueron introduciéndose algunos elementos novedosos, derivados de la actividad impulsora que el misionero capuchino fray Diego José de Cádiz otorgó a estos cultos.

Muchos de los detalles quedaron incorporados a los capítulos de las reglas autorizadas por el Supremo Consejo, en las que se previene que las imágenes titulares pudiesen entronizarse en el altar mayor de la parroquia de San Lorenzo –que era la iglesia en la que radicaba entonces el Gran Poder, antes de trasladarse a su actual basílica–, solamente en la novena, «por el mucho trabajo que cuesta la remoción de dichas santas imágenes a otro sitio y por las quiebras y otros perjuicios que puedan resultar». Según el texto de 1791, los cultos debían dar comienzo el veintinueve de diciembre de cada año y culminar la mañana del seis de enero. Ese día, en el que los hermanos estaban obligados a pagar sus cuotas y renovar el voto en defensa de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, subrayan las reglas que la solemne celebración religiosa «se ofrecerá y aplicará por la importante vida de nuestro católico Monarca y felicidad de esta monarquía».

El Gran Poder sostuvo otra disputa con la cofradía del Silencio, mientras anduvo enfrentada a la de la Carretería, y se preocupó entonces por hacerle llegar al Consejo que anualmente costeaba una función «el día de Pascua de Reyes, por nuestros católicos monarcas, real familia y felicidad de la Monarquía». Comunicó así mismo que había celebrado una misa cuando nacieron los infantes gemelos (1784) y organizado una procesión de rogativas, con gran acogida del pueblo, el día que se publicó la Guerra contra Francia (1793). Hay que tomar en consideración que el Gran Poder tenía ya, en aquellos años de transición del Antiguo al Nuevo Régimen, un buen número de hermanos vinculados con la aristocracia sevillana, como se deduce del apoyo que las reglas confieren a favor de la figura del rey. En el mismo templo parroquial residía igualmente la cofradía de la Soledad, a la que pertenecieron significados miembros de la nobleza local, por lo que es probable que algunos de los cofrades perteneciesen simultáneamente a ambas corporaciones.

0880Estas reglas están fechadas en Sevilla, el 21 de febrero de 1826. Aquel año volvieron a recuperarse las salidas procesionales de las cofradías, después de que se hubiesen llevado siete años sin salir, desde 1819, debido al ambiente anticlerical que se suscitó en torno el Trienio Liberal (1821-1823). Con la restitución monárquica de Fernando VII volvieron a reorganizarse muchas de las hermandades. La copia manuscrita de estas reglas están firmadas por el secretario primero de la hermandad del Gran Poder, don Carlos Serra, quien también consta haber sido hermano de la Sacramental de San Lorenzo. El documento, que ahora ha sido digitalizado por la Biblioteca Nacional y expuesto en el portal de la Biblioteca Digital Hispánica, llegó a la Biblioteca Nacional de Madrid mediante la donación que realizó el catedrático del Instituto de Toledo, don Antonio Delgado, el 7 de julio de 1876. Hoy forma parte de la sala Cervantes.

*Enlace: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000096138&page=1

FINAL

En la mentalidad de la sociedad de aquella época, una de las máximas que legitimaban el poder absoluto se basaba en el origen divino de la monarquía y la alianza entre la tradición católica española y la sucesión dinástica. De la misma forma que nuestras cofradías fueron asimilando la cultura monárquica que todas poseen hoy, fue calando en esta ciudad la tradición que el pueblo les profesa a unos Reyes Magos que, todos los años, hacen aquí su mejor regalo. Dedican el día seis de enero al auténtico Rey de Sevilla. A ti, Señor del Gran Poder.

JULIO MAYO ES HISTORIADOR
juliomayorodriguez@gmail.com

PRESENTACIÓN DEL LIBRO “VIAJEROS FRANCÓFONOS EN LA ANDALUCÍA DEL SIGLO XIX”

0221Acto de presentación del libro “Viajeros francófonos en la Andalucía del siglo XIX” edición dirigida por Elena Suárez Sánchez y coordinada por Antonio Fernández Navarro. El acto tendrá lugar el martes 15 de mayo a las 20,30 h. en el salón de actos de la Casa de la Provincia y correrá a cargo de Rogelio Reyes Cano, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Sevilla.

Esperamos contar con su asistencia.

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