El escultor que talló a la Macarena tuvo que inspirarse en la gracia sobrenatural con la que Murillo recreó a la Virgen en la segunda mitad del siglo XVII. Un periodo lleno de tinieblas y adversidades, como las epidemias de peste de 1649 y 1650, pero también una etapa en la que la efervescencia religiosa suscitó la devoción de la piedad popular hacia la Virgen, en medio del debate teológico desatado sobre la concepción inmaculada de María. A partir de 1654, la cofradía de la Sentencia, del gremio de los hortelanos, comenzó a adquirir cierto auge, después de haberse incorporado a la nómina de las hermandades que realizaban estación de penitencia en Semana Santa y trasladar su residencia canónica, desde el convento de San Basilio, a la parroquia de San Gil, donde terminó haciéndose propietaria de una capilla en 1670.
Los días 17, 18 y 19 de diciembre del año de la Exposición universal de 1929, hace hoy ochenta y seis años, se distribuyeron en el besamanos de Nuestra Señora de la Esperanza, celebrado en la parroquia de San Gil, unas estampas religiosas de recuerdo que llevaban, al dorso, una oración en la que no pudo ponerse, junto a su advocación, el nombre de Macarena. Un documento que ahora sacamos a la luz, hallado en la serie de los Asuntos Despachados del Archivo del Arzobispado de Sevilla, precisael reparo eclesiásticoque se dispuso desde el Palacio episcopal contra el uso del vocablo, con anterioridad a la impresión de las preces, en base a un informe de censura firmado por el canónigo don Modesto Abín y Pinedo, el 25 de octubre de aquel mismo año. El erudito liturgista, y rector del Seminario, don Modesto Abín, lo calificaba en su escrito como: «un epíteto muy impropio de la seriedad del culto y depresivo de la altísima dignidad de la Santísima Virgen». Además, argumentó que su denominaciónsuponía: «descender al estilo pedestre y vulgarote del propio callejero y ofrecer ocasión a las censuras de los detractores de la religiosidad del pueblo sevillano y de sus renombradas cofradías, es, en una palabra, empequeñecer la grandeza de aquella incomparable criatura que Dios escogió para ser su Madre».
Esta desaprobaciónse contextualiza en unos momentos de poca cordialidad entre la hermandad y el Arzobispado, después de que varios vecinos del barrio se enfrentaran a la decisión adoptada por el cardenal Ilundáin de nombrar como nuevo hermano mayor a don Leoncio Martínez de Bourio Sánchez (1 de febrero de 1929), y que éste no pudiera llegar ni a tomar posesión de su cargo, por impedírselo una gran multitud contrariada con la designación impuesta. La curia decretó el cese de su junta de gobierno, el 26 de abril, y nombró, como regidor circunstancial de una gestora, al militar don Ernesto Ollero Sierra, abuelo del capataz Alejandro Ollero Tassara.
Aunque el pueblo le rezabaa la imagen aclamándola como Macarena, es muy probable que esa connotación despectiva a la que hace alusión el enjuiciamiento revisor, proviniese de la dudosa reputaciónque –a los ojos de la Iglesia sevillana– poseían algunas personas,así como el anticlericalismo e izquierdismo latentedel vecindariode un barrio que, en aquel tiempo, era mucho más castizo que el de Triana. No olvidemos que el arrabal macareno fue la cunade la mayoría de los cantaores, de finales del siglo XIX y los albores del XX, así como el escenario de fiestas irrepetibles que inspiraron numerosísimas composiciones intelectuales (literatura, música, trabajos artesanales, etc.). Quien captó de inmediato el peso que en Sevilla representaba la auténtica religión del pueblo fue Federico García Lorca, que en uno de sus poemas la piropeó como Macarena (1924). El señor arzobispo don Eustaquio Ilundáin, no obstante, permitió a los hermanos Álvarez Quintero, unos años después,que la invocasen como Macarena, en la conocida Salve que le dedicaron los comediógrafos utreranos, en 1935. Y ni qué decir tiene cómo mi paisano Joaquín Romero Murube contribuyó especialmente a dignificar el uso del nombre en su Oración a la Virgen de la Macarena; o la exaltación que hizo de ella Rodríguez Buzón al ensalzarla como, ¡Macarena Soberana!, en las letras que compuso de las coplillas que danzaron los Seises en las vísperas de su coronación canónica(1964). En aquellos años, las mujeres no podían ser bautizadas todavía con el hermosísimo título macareno, por no formar partedel santoral de la Iglesia.
Se convirtió en nombre de mujer
Muchas mujeres se han llamado Macarena,aún sin contar con consentimiento eclesial para tomarlo. Es el caso de Esperanza del Río Rodríguez, hermana del ilustre macareno Sabas del Río. Ella, que nació en 1947, ha tenido que sufrir el castigo de llevarlo casi oculto. De niña tuvo que aguantar alguna que otra reprimenda en el colegio, cuando las religiosas carmelitas de la calle Bustos Tavera, se percataron de que, en su cartilla de escolaridad, figuraba identificada como Macarena.Hasta el año 1959 no comenzaron a inscribirse en el Registro Civil algunas Macarenas, cuando llegó a la Mitra hispalense el arzobispo don José María Bueno Monreal. Es cierto que, algunos años antes, comenzaron a inscribirse algunas niñas con el nombre de Macarena, pero cuando verdaderamente irrumpieron las Esperanzas Macarena, Marías Macarena y otros nombres compuestos con Macarena fue a raíz del anuncio dela concesión vaticana, en 1963. La Iglesia comenzó a ser algo más condescendiente a partir de que la imagen se coronase canónicamente en 1964.A pesar de ello, la Iglesia continuó exigiendo que Macarena fuese un nombre complementario, y no exclusivo. Las niñas han comenzado a ser bautizadassólo como Macarenadesde hace relativamente poco tiempo. Después de todos estos avatares, celebramos, por fin, en el día de las Esperanzas, la onomástica también de las Macarenas.Algunas,se están tomando la molestia de gestionar en los Registros civiles la sustitución del nombre que le pusieron por el que verdaderamente deseaba tener, el de Macarena, como ha hecho la sevillana, afincada en Jerez, Macarena Ferguson Amores, a quien la autoridad civil le autorizó el cambio en el año 2006.
FINAL
Cuando Juanita Reina comenzó ya a cantar, sin ningún miedo, la plegaria escrita por Rafael de León,«Esperanza y Macarena», podemos decir que se había consumado la consagración del triunfo de la piedad popular sobre las directrices del culto oficial. Por encima del folclore, detrás de la Macarena hay religión en el sentido más evangélico y teológico de la palabra. La espiritualidad popular de nuestra ciudad es, esencialmente, marianista, porque la Madre de Dios es un icono también cultural, que representa la realidad más humilde y sencilla de sus barrios. Y ésta es nuestra verdadera consecución, la de contar con una cultura tan rica, que ya quisieran muchas ciudades de Europa poder atesorarla como Sevilla, que encima es capaz de definirla, y resumirla,tan sólo conel llanto, la sonrisa y el suspiro eterno de la Macarena.
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