El jueves 10 de mayo a las 20:30h tendrá lugar en el Salón de actos de la Biblioteca Municipal de Aznalcázar la presentación del libro ‘Aznalcázar y la estación del ferrocarril. Historias de un encuentro’ de los Cronistas de la Villa Pedro José García Parra y Diego Antonio León García. Este libro se hace eco de la historia de la Estación del Ferrocarril de Aznalcázar, la vida cotidiana en sus alrededores, las industrias anexas a la Estación, las familias residentes, anécdotas… que ambos investigadores han ido recopilando de diferentes archivos y de la tradición oral.
Los pueblos del Aljarafe-Doñana, entre los que se encuentra Villamanrique de la Condesa, Pilas y Aznalcázar son los peor conectados de la comarca. Actualmente cuentan con un sistema bastante precario de transporte, ya que su único medio es el autobús, concretamente la línea M169, que partiendo de la estación de Plaza de Armas, conecta Villamanrique, a través de la carretera Sevilla-Matalascañas, por Bormujos, Bollullos de la Mitación, Aznalcázar y Pilas.
Además de ser el autobús la única opción, este servicio ha sufrido recortes con la crisis, siendo los estudiantes los más afectados, ya que cada vez hay más jóvenes que optan por la vía académica en Sevilla capital. Esta línea conecta a duras penas estas localidades con Sevilla, Bollullos o Bormujos, pero sin embargo, no presta servicio con Sanlúcar la Mayor, que es cabeza de partido judicial.
«Nos encontramos con muchos problemas a la hora de acudir al centro médico, a los juzgados o simplemente a la oficina de la Seguridad Social, asegura una vecina de Pilas, pese a que la delegación de Bienestar del ayuntamiento ha puesto un servicio gratuito de ida y vuelta, los días 1 y 15 de cada mes, para que los vecinos que lo necesiten, puedan llegar hasta Sanlúcar.
Desarrollo y transporte
La alcaldesa de Aznalcázar, Manuela Cabello, quien preside actualmente también la Asociación para el Desarrollo de la Comarca Aljarafe-Doñana (ADAD)–con sede en Pilas-, es consciente de la falta de conexión que sufren estos pueblos, y junto con el resto de pueblos afectados, se encuentra trabajando en dar solución al elevado número de usuarios que estás sufriendo las consecuencias.
«Es que una persona que quiera ir, ya sea desde Aznalcázar, Pilas o Villamanrique a Sanlúcar la Mayor, tendría que coger un autobús hasta Sevilla y de allí subir de nuevo Sanlúcar, repitiendo a la vuelta de nuevo, el proceso a la inversa,con la consiguiente pérdida de tiempo que ello supone», comenta.
Pilas es el pueblo más afectado, con casi 15.000 habitantes, los cuales, tienen como única alternativa, esta línea, o el uso del transporte privado. Otro de los problemas que sufren estos pueblos, es que se encuentran apartados de la autovía A-49, con unas carreteras de acceso con muchas curvas, y en las que durante los últimos años ha habido numerosos accidentes, algunos de ellos incluso, con víctimas mortales.
Una estación olvidada
La línea férrea que une Sevilla con Huelva y atraviesa la comarca del Aljarafe nació a finales del siglo XIX. En su trayecto, el tren realizaba paradas en cada una de las estaciones del recorrido, entre ellas, la de Aznalcázar-Pilas, un enclave singular donde incluso llegó a formarse una aldea y que en la actualidad se encuentra cerrada al tráfico de viajeros.
La línea se inauguró en el año 1880, tras varias décadas de negociaciones, y según varias actas capitulares que se conservan en el Ayuntamiento de Aznalcázar, existen varias fechas que dan una idea de la importancia que adquirió esta estación y la transformación que fue sufriendo durante el siglo XX, hasta su cierre a finales de la década de los setenta.
Corría el 29 de septiembre del año 1892, cuando el consistorio aznalcaceño solicita un permiso para adornar la estación por la que pasaría el «Tren Real», en el que viajaba la regenta María Cristina de Habsburgo con su hijo, aún menor de edad, Alfonso XIII.
Diego León es un cronista aznalcaceño que recuerda con nostalgia la trayectoria de esta estación. «Es una pena que una estación con tanta importancia como la de nuestro pueblo, hoy en día, por 7 kilómetros, no forme parte de la línea de cercanías de Sevilla, porque los políticos de la época no supieron estar a la altura y no reivindicaron la necesidad de este transporte», comenta.
En los primeros años del siglo XX se reúnen los alcaldes de Pilas, Villamanrique de la Condesa, Hinojos y Aznalcázar, para solicitar mejoras en el camino que da acceso a la estación, así como la creación de un tren corto que hiciera parada a las 6 de la mañana y regresase a las 8 de la tarde.
«Es cuando se amplía el muelle de carga para dar servicio a las bodegas de Patricio Medina Garvey, una empresa muy importante para la época que tenía junto a la estación una destilería que, junto con una serrería, daban trabajo a los pueblos vecinos. Los arreglos del camino también son constantes, pero siempre coincidiendo con el paso de carruajes de lujo, como el de la Condesa de París, que tenía casa en Villamanrique», cuenta Diego a ABC Provincia.
Pilas, pueblo industrial
Medina Garvey trae la luz a Aznalcázar en el año 1913, y habilita servicio de transporte entre Pilas y la estación, apodado «La Tani». El complejo de la estación comienza a estar en auge, por lo que se solicita una sala de espera para viajeros, la concepción de billetes de ida y vuelta, e incluso un colegio para los hijos de los empleados que trabajan allí.
«El pueblo de Pilas hacía mucho uso de la estación, dado que desde siempre ha sido una localidad muy industrial y por eso pasó a llamarse Aznalcázar-Pilas, a pesar de encontrarse a 3 kilómetros de la villa pileña», relata el cronista aznalcaceño.
En 1906 se autoriza la creación de un kiosco para la venta de agua, y 3 años después se abre una cantina que perdura hasta la década de los años 60, y que regentó durante muchos años, el pileño «Manolo el de la cantina».
Pero para la gente de Aznalcázar, el ferrocarril ha estado presente en sus vidas de una forma muy marcada. «Recuerdo cuando éramos niños e íbamos a poner las perronas sobre los raíles, para ver cómo quedaban después del paso del tren», cuenta Diego. El tren ha servido para los aznalcaceños como predicción del tiempo, porque «cuando el silbido del tren sonaba muy cerca, significaba que soplaba el viento del noroeste, y que el tiempo iba a cambiar», asegura León.
También el pitido del tren era reloj de los vecinos, porque ya tenían cogida la hora, aunque también el tren recuerda algunas desgracias en el pueblo. «Al bajar por el camino de la Fuente Vieja, había que cruzar el puente del tren, sobre el río Guadiamar, donde hubo muchos accidentes, entre ellos, el del «Moronero», un vecino de Morón de la Frontera asentado en el pueblo, que fue atropellado por el tren de las 7 de la tarde. Desde entonces, la gente del pueblo atribuyó el nombre de aquel vecino, al tren de la tarde, cuando pitaba al salir de la estación»,cuenta Diego León.
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