11/09/17 | Articulos
El Papa Urbano VIII concedió a su excelencia don Gaspar de Guzmán, señor conde de Olivares, el patronazgo honorífico de la iglesia y convento de «la beata Madre de Consolación de Utrera», en 1624, según reza textualmente en el buleto original que encontramos, hace algunos años, escrito en latín eclesiástico, dentro del Archivo parroquial de Santa María de la Mesa. Este mismo documento, especifica que era patrono también del colegio mayor de Santa María de Jesús de Sevilla, origen de la actual universidad hispalense, cuyo primitivo edificio se derribó para abrir la actual Avenida de la Constitución, a comienzos del siglo XX, junto a la capilla que se mantiene en pie en la misma Puerta de Jerez. La adjudicación del patronazgo queda confirmada así mismo por una carta de pago, datada el mismo año, que hemos localizado en el Archivo histórico provincial, entre las escrituras correspondientes al notario Miguel de Baena. Comparece liquidando cierta cantidad económica al convento de Consolación, don Cristóbal Jiménez Gómez, «contador de la hacienda y Estado de su excelencia el señor Conde de Olivares, en nombre y en voz del dicho señor conde». El desembarco en Consolación se produce en los momentos iniciales de su carrera política, después de que en 1621 hubiese sido coronado Felipe IV como rey de España, y se convirtiese, don Gaspar, en el primer representante real.
En aquellas primeras décadas del siglo XVII, el fenómeno devocional de Consolación no se circunscribe a un ámbito meramente local. Abarca un amplio término supracomarcal. Esos días vive momentos de esplendor y es ya una de las manifestaciones piadosas más populares del Siglo de Oro sevillano. Las peregrinaciones hacia el santuario utrerano se habían incrementado muy considerablemente. Fue cuando alcanzó el mayor número de hermandades filiales, participantes todas ellas en su multitudinaria romería y procesión de cada 8 de septiembre, algo similar a como se formula hoy la del Rocío. En las explanadas de la ermita, ubicada en un enclave estratégico muy bien comunicado con los puertos gaditanos, se desarrollaba durante todo el año una intensa actividad comercial. Allí se instalaba también la feria, estrechamente relacionada con el comercio de las Indias, y en la que atesoraba un protagonismo primordial el mercadeo de la plata y otros metales preciosos. En primera instancia, fue el pueblo llano el que reconoció esta manifestación mariana que se había gestado en un lugar marginal, a las afueras del núcleo urbano. A partir del famoso milagro de la Lámpara de aceite, obrado en torno a 1558, el prestigio de la imagen saltó a América, y universalizaron su bendito nombre los numerosísimos viajeros y soldados de la Armada que le imploraban buen viaje, al pasar por Utrera camino de Sanlúcar de Barrameda rumbo a América. A la aclamación popular le siguió la proclamación oficial. Gracias a un documento del Archivo Municipal de Utrera, sabemos que, a inicios de la década de 1590, había sido nombrada ya patrona de la localidad. A renglón seguido, también comenzaron a rendirle culto las familias aristocráticas más distinguidas del sur de España y las más destacadas de la propia Utrera.
El erudito utrerano Rodrigo Caro publicó la historia del «Santuario de Nuestra Señora de Consolación», en 1622, cuando desempeñaba un cargo relevante como sacerdote y visitador eclesiástico en el arzobispado hispalense. Desentraña los orígenes, detalla numerosos milagros y narra acontecimientos contemporáneos a él. Pero no menciona el nombramiento de Olivares como insigne protector, por lo que este acontecimiento hubo de producirse después de que don Rodrigo terminase su libro. El célebre arqueólogo e historiador, formaba parte del grupo sevillano que constituía el entorno del conde-duque, y tertuliaban con él en los Reales Alcázares, como recrea el profesor Lleo Cañal en su trabajo sobre el círculo sevillano de Olivares. Caro intentó ingresar en la corte varias veces, aunque nunca pudo conseguirlo. Siendo mayor, pretendió ocupar el cargo de cronista de las Indias, aunque sin éxito, como documenta Guy Lazure en el estudio titulado «Rodrigo Caro y la corte de Felipe IV: itinerario de unas ambiciones frustradas». No tenemos documentado si Rodrigo Caro fue quien atrajo al conde-duque a Consolación, aunque es muy probable que su cercanía hubiese influido en la consumación del acercamiento.
Benefactor ilustre
El conde-duque de Olivares fue, en su tiempo, uno de los poquísimos gobernantes españoles comprometidos verdaderamente con la cultura, cuyas acciones de mecenazgos ha glosado maravillosamente su biógrafo John Elliott. Pero en el caso que nos ocupa, su contribución no se centró exclusivamente en el plano artístico, pese a que su amparo terminase enriqueciendo, indirectamente, ciertas cuestiones patrimoniales de este centro religioso y beneficiando el desarrollo de otras cuestiones socioculturales inherentes a Consolación. Aunque el historiador local del siglo XVIII, Pedro Román Meléndez, llegó a adjudicar la financiación del retablo mayor al patrocinio del conde, los documentos no lo corroboran así. Los artífices Luis de Figueroa y Andrés de Ocampo, se comprometieron en 1612 ante notario, con la comunidad de los frailes Mínimos, a realizar unos trabajos que pagaron los conventuales. Además, cuando don Gaspar fue nombrado patrono en 1624, el retablo principal ya estaba concluido. Rodrigo Caro recoge en su historia del Santuario (1622), que en la capilla mayor se levantaba «un hermoso tabernáculo y retablo que estos días le han hecho». Al cabo del tiempo, aquel retablo que comenzó a entallarse en 1612 terminaría siendo sustituido por el que hoy contemplamos, cuya instalación se inició el año 1713.
El mecenazgo dispensado por Olivares, deja entrever algunas claves interesantes, como la protección política e institucional que el nombramiento le proporcionaría al santuario, así como el prestigio mutuo que se brindarían el conde y Consolación, respectivamente. Con el favor suyo, los frailes Mínimos obtuvieron una serie de exenciones fiscales que ayudaron a aumentar el culto de la Señora y extenderlo hacia otras fronteras. Los religiosos consiguieron las autorizaciones administrativas precisas para la elaboración de medallas de la Virgen, labradas en plata de ley, comercializar cintas con la medida de la imagen, así como el permiso eclesiástico oportuno para pedir limosnas en distintos puertos de España y América.
Desde Felipe II, la monarquía hispánica había puesto su mirada en Consolación, al autorizar el desembarco de los frailes Mínimos en 1561. Décadas más tarde, el principal valido del rey termina por incorporar su templo al elenco de santuarios marianos del país vinculados a la corona española, como por ejemplo el extremeño de Guadalupe. En aquellos momentos del barroco en los que el brillo del oro, proveniente del Nuevo Mundo, contrastaba con la gran mendicidad existente en la calle de los grandes pueblos, Consolación sobresalió entre las demás devociones por los innumerables beneficios y remedios que dispensó a los más humildes. ¿Cuánta grandeza y cuánto poder ostentaba la del Barquito en la Mano? La suficiente como para lograr encandilar también al máximo representante de la primera potencia mundial. Se explica así que Olivares eligiese como defensora suya –para que velara por él en todos sus frentes–, a la Madre que mejor encarna el Corazón de Utrera.
JULIO MAYO ES HISTORIADOR
31/01/17 | Actualidad
Este 25 de enero se han cumplido ya diez años de la visita oficial que realizó a Utrera el hoy rey de España, entonces Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, para recibir el nombramiento honorífico que le concedió el Ayuntamiento con motivo de la celebración del V Centenario de la llegada de la Virgen de Consolación a nuestro pueblo, en 1507. Utrera festejó la efeméride del origen cultual de su patrona con un programa amplio de actos religiosos, gracias a la declaración del primer Año Santo Jubilar en su santuario, así como la disposición simultánea, también, de un sinfín de actividades sociales y culturales promovidas por el propio Ayuntamiento.
La corporación municipal designó como encargado de coordinar los eventos celebrativos al utrerano Salvador de Quinta Garrobo, director de la prestigiosa revista Vía Marciala. Un escritor que, sin llegar nunca a ser político, destacó por desarrollar una abundante labor cultural. Fue un auténtico dinamizador sociocultural y demostró, con creces, atesorar unas cualidades realmente extraordinarias como agente cultural y saber desenvolverse como un inspiradísimo intérprete del pasado local.
En el caso de Consolación lo tenía muy claro. Para él, la Virgen era la misma historia del pueblo. Así lo dijo en su Pregón de las Glorias de 2013. Una de las acciones que promovió el bueno de Salvador fue encomendarnos a los historiadores Salvador Hernández y al autor de estas líneas un trabajo de investigación por archivos sevillanos y nacionales que profundizase en la disección de todo el complejo fenómeno devocional que representó, en siglos pasados. Fruto de esta iniciativa llegó luego, en 2008, nuestro libro «Una nao de oro para Consolación de Utrera», en el que documentamos la identidad del indiano que regaló el barquito a la Virgen y destapábamos la enorme vinculación de la conquista y evangelización de América, y la Carrera de Indias, con Utrera. No perdamos de vista que la celebración de acontecimientos conmemorativos es siempre un buen motivo para poder difundir la historia.
Hoy, una década después, aquel quinto centenario continúa siendo el evento cultural y religioso más importante que se ha celebrado en todos estos años, pero de largo. Los actos calaron y resultaron del agrado de todos los estamentos y colectivos de la localidad. Era palpable el grado de satisfacción en el enorme clamor y respaldo popular que recibieron la práctica totalidad de sus actividades, testimoniado así por la presencia masiva del pueblo en la calle. Día a día, se disfrutó jubilosamente de una auténtica fiesta que se extendió a lo largo de un año. Utrera se sentía orgullosa de sus tradiciones, de su amplio patrimonio artístico y de su dilatada y amplia historia.
Y como toda celebración, llegó su final y tuvo que clausurarse. No obstante, lo que jamás habíamos llegado a imaginar es que el Ayuntamiento iba a terminar despreciando todas las consecuciones que llegó a cosechar aquella ingeniosa oficina del V Centenario, abierta en la Casa de la Cultura en el transcurso de los fastos conmemorativos. Que iba a inutilizarse toda la infraestructura logística reunida, a desprenderse de la impresionante agenda de contactos que poseía, a desarticular la amplia red de contactos entretejida con tantas oficinas episcopales y del sector cultural y turístico de casi todas las provincias españolas, que dejaría de mirarse en el espejo del gran proyecto cultural y turístico diseñado por su sabio comisario (que Utrera viene reclamando, y necesita ya, desde hace varios años). No se le supo dar continuidad.
Pero lo realmente preocupante es que la Administración local haya venido relativizando el referente de Consolación, hasta conseguir destronarlo como eje principal de los proyectos culturales y turísticos de la localidad. No sabe apoyarse en el esplendor de aquella Utrera del Siglo de Oro, que contó con uno de los fenómenos de piedad popular que mayor incidencia han proyectado en la formación de la cultura de Andalucía. No quiere nutrirse de la pluralidad cosmopolita que caracterizó a un vecindario de razas y nacionalidades diversas, ni admite la indiscutible vocación americanista de aquella gran agrovilla que fue Utrera en el camino terrestre alternativo al río Guadalquivir que comunicaba la gran Sevilla con los puertos gaditanos. Ahora que han pasado muy pocos años de tu pregón, querido Salvador de Quinta, la historia de la Virgen ya no parece ser la del pueblo. Están empeñados, y mira que son pesados, en anteponer unos reclamos y productos de laboratorio que, curiosamente, llegaron a Utrera gracias a tu Virgen de Consolación.
Fuente: http://www.utreradigital.com/web/2017/01/29/una-decada-del-historico-v-centenario-de-consolacion/#
09/09/16 | Articulos
Varias cartas, fechadas entre 1841 y 1845, de la serie documental de los Asuntos Despachados del Archivo arzobispal de Sevilla, arrojan una serie de claves muy sugerentes respecto a la propiedad de Nuestra Señora de Consolación, en las que se discute si la imagen correspondía a la institución eclesiástica, en medio de la disputa que mantuvieron los miembros de su hermandad con el clero parroquial de Santa María de la Mesa –histórica collación de la que depende–, a cuenta de la colecturía de misas y limosnas que se recaudaban en la festividad principal de la Virgen, cada 8 de septiembre. Se suscitaba así la eterna lucha encubierta entre el clero secular y, en este caso, la hermandad de la Virgen por controlar el culto de una imagen de gran devoción, que propicia una considerable fuente de ingreso económico.
Es el propio hermano mayor, don Joaquín Giráldez, quien se dirige entonces al ministro de la Gobernación para manifestar que, después de que los frailes Mínimos fuesen expulsados definitivamente del convento, y quedasen confiscados todos los bienes de la comunidad religiosa por el Estado, el templo de la patrona de Utrera había quedado prácticamente abandonado, como la mayor parte de todos los que se hallaban a las afueras de las poblaciones. Pese a que la hermandad se había hecho cargo de su mantenimiento y el culto a la Virgen, el devoto Giráldez se quejaba de que el clero local se había adjudicado la pertenencia de la imagen, después de la marcha de los monjes. Argumenta en su escrito el hermano mayor que la apropiación se había producido a causa de una circunstancia sobrevenida, provocada excepcionalmente por los dictámenes gubernamentales y que, por tanto, los derechos de propiedad de la misma habían pasado a manos del ordinario eclesiástico de modo accidental.
Devoción de arraigo popular
El caso es que la Virgen de Consolación, después de que los religiosos abandonasen el santuario en 1835, nunca llegó a trasladarse al templo parroquial de Santa María. No recogían las leyes desamortizadoras, en ningún caso, que las tallas pasasen a la parroquia en la que hubiese estado enclavado el convento. Y sí disponían, sin embargo, que se quedasen abiertos este tipo de templos, «necesarios para la comodidad y pasto espiritual», como el utrerano, en los que residía una devoción de arraigo popular.
En el mes de agosto de 1842, se erigió precisamente una nueva hermandad bajo el título de Consolación, para canalizar la enorme devoción que aún continuaba profesándosele a la imagen, pese a que el gobierno ilustrado de Carlos III hubiese ordenado suspenderla, después de que prohibiese la celebración de la romería y procesión, por ejercitarse en ellas prácticas irrespetuosas (1771). No se trató de una extinción de la hermandad por decrecimiento del culto, sino que esta fue forzosamente suspendida como consecuencia de una exagerada medida represora, impuesta desde la Corona, sin posibilidad ninguna de reanudar su actividad hasta que la autoridad civil le facilitó, en aquellos años centrales del siglo XIX, una cierta cobertura legal mediante la aprobación de sus nuevas reglas.
Pero el misterio radica quizá, en saber interpretar adecuadamente el principio de este riquísimo fenómeno devocional. Así narra el erudito utrerano Rodrigo Caro, en su libro sobre el Santuario de Nuestra Señora de Consolación, publicado en 1622, la llegada de la Virgen: «En el año 1507, una mujer vecina de Sevilla, tenía consigo esta venerable imagen. Después de una epidemia de peste determinó venirse a Utrera, donde tenía una hija viviendo que se decía Marina Ruiz». Años más tarde, al hacerse mayor esta utrerana llevó la talla «al emparedamiento del Antigua», de donde pasó al poco tiempo a la ermita de los monjes, establecida en el camino de los espiritistas, muy cerca del actual santuario.
Nos enseña la historia de Consolación que aquella imagen, ofrecida por una señora particular, se llevó después al extrarradio del pueblo, lejos del templo parroquial, donde creció su prestigio y fama como imagen milagrosa, sin que su origen guarde relación ninguna con Santa María, para cuya iglesia ni fue hecha ni donada. De hecho, cuando a finales del mes de marzo de 1561 se hicieron cargo de la ermita los frailes Mínimos, y se protocoló ante notario el inventario de los bienes, figura asentada en la relación que hemos consultado la imagen de Nuestra Señora de Consolación. Es cierto que los derechos de la colecturía los percibía la parroquia. Pero su clerecía, como mucho, limitó siempre sus funciones a vigilar el uso digno de una representación sagrada de la Virgen María, sin que nunca interfiriera sobre las donaciones que recibían los Mínimos ni en el adorno de la efigie, como lo pone de manifiesto el hecho de que el barquito de oro lo donase, a los propios monjes, Rodrigo de Salinas en 1579, y no a la parroquial. En el pasado, la Iglesia no mostró tampoco mucha preocupación sobre la cuestión jurídica de la propiedad de la imagen, pues su interés radicaba más bien en la administración de un bien espiritual, y no en el de una talla física.
Virgen de los gitanos
Por la ermita iban y venían personas de condiciones sociales y nacionalidades distintas (flamencos, portugueses, italianos…). Pero al margen de los participantes de la Carrera de Indias, que imploraban protección en sus travesías hacia América (marineros, pilotos, capitanes, comerciantes, frailes, etcétera) cuando marchaban hacia los puertos gaditanos, se convirtieron en grandes devotos suyos un buen número de peregrinos pobres y errantes que acudían en romería durante todo el año para suplicarle a la Virgen buenaventura. En sus orígenes, Consolación atrajo una población marginal perdida, en muchos casos, para la vida de la Iglesia, que terminó agrupándose en una pequeña aldea organizada en torno a la ermita. La enorme concurrencia de peregrinos y la animada actividad comercial de este escenario de trueque, hizo que allí se avecindaran varias familias gitanas. Nació así la feria. Es un hecho constatado la presencia de ganado en el interior de la ermita, en una de las ocasiones que fue abandonada antes de que llegasen los Mínimos. No deja de ser sintomático también que el rostro de la Virgen fuese inicialmente moreno y «muy oscurecido» hasta que, con los años, terminó aclarándose. Contaba en el siglo XVII el escritor sevillano Juan de Arguijo que Consolación obraba milagros a gitanos como don Diego Tello, un caballero de Sevilla hábil, en juegos de naipes, que había perdido la vista de un ojo refinando un poco de pólvora. Así se entiende ahora que algunas gitanas como María Hernández dispusiesen en su testamento, fechado en 1589, enterrarse dentro del santuario junto a la Virgen.
Y porque nadie como Ella ha sabido llenar de espiritualidad mariana, y ocupar los espacios del alma de esta tierra purísima, sus hijos lucharon desde muy antiguo por acogerse bajo la protección de su Madre y Reina. Casi una década antes de que concluyera aquel floreciente siglo XVI, el ayuntamiento la había nombrado ya patrona de la localidad, aunque no se conserva el acta de la proclamación. Conocemos la noticia por otros documentos del propio Archivo municipal y los testimonios escritos del mismo Rodrigo Caro. El pueblo la hizo suya a base de amor, porque en su intermediación encontró soluciones a tantos conflictos, adversidades y fatalidades, que acabó hermanando el bello título de la advocación con su identidad misma, que en definitiva es su propia pertenencia. Razón esta por la que, desde hace ya varios siglos, Consolación es patrimonio del pueblo de Utrera.
JULIO MAYO ES HISTORIADOR
Y AUTOR DE NUMEROSOS ESTUDIOS
SOBRE CONSOLACIÓN DE UTRERA
04/02/16 | Actualidad
Las personas que están acudiendo al Santuario de Consolación durante este martes dos de febrero, festividad de la Candelaria, pueden encontrar que el atrio de acceso al recinto sagrado ha vuelto a su estética tradicional. El templo que preside la patrona de Utrera ha amanecido sin el quiosco de cristal y aluminio que tanta polémica ha despertado durante los últimos dos meses.
De esta forma, se ha dado cumplimiento a la resolución dictada por la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía. Este organismo ordenó el desmontaje de dicha estructura, después de que fuera instalada de manera ilegal, y considerando que dicho elemento resta importancia a la monumentalidad del edificio, que cuenta con la máxima protección y está declarado Bien de Interés Cultural (BIC).
Un cartel anunciando el Año Jubilar de la Misericordia, que estaba situado en el interior de dicho elemento, es la única muestra que queda sobre el mármol del Santuario en el espacio en el que, hasta la noche de este lunes, estaba ubicado el citado quiosco.
Todo el proceso se inició tras la denuncia presentada en noviembre por el historiador Julio Mayo. Tras el procedimiento correspondiente, los propios técnicos de Patrimonio se desplazaron hasta el santuario el pasado fin de semana, donde pudieron analizar el quiosco y tomaron fotografías.
La resolución negativa del organismo de la Junta de Andalucía se basa en la Ley de Patrimonio Histórico Andaluz, que prohíbe «toda construcción que altere el carácter del inmueble o perturbe su contemplación», incluso aunque fuera de carácter temporal, como dicho elemento.
En este sentido, Patrimonio muestra su disconformidad con el quiosco, al considerar que no supone ninguna mejora para el atrio del templo, sino todo lo contrario. De hecho, en la resolución se afirma que «lo ilegalmente instalado es un elemento extraño que menoscaba la propia importancia y valoración del espacio original, al tiempo que puede alterar la función propia para la que fue establecido».
Fuente: http://www.utreradigital.com/web/2016/02/02/el-quiosco-del-santuario-de-consolacion-ya-es-historia/
29/01/16 | Actualidad
Considera que es un «elemento extraño» que menoscaba el valor del espacio e incoa expediente sancionador
Diario de Sevilla. Juan Parejo , Utrera | 29.01.2016.
http://media.grupojoly.com/imagen.php?imagen=//0002008500/0002008751.jpg&an=230zoom
La polémica instalación en el Santuario de la Virgen de Consolación.
La Comisión Provincial de Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía ha ordenado el desmontaje del quiosco instalado en el atrio de entrada del Santuario de Consolación para que el espacio vuelva a su configuración original. La comisión se ha pronunciado así tras la denuncia presentada en noviembre por el historiador Julio Mayo y tras analizar la documentación presentada por el Arzobispado y el Ayuntamiento.
La Comisión adoptó esta decisión en la sesión mantenida el pasado miércoles. Los técnicos estuvieron durante el fin de semana en el recinto, que es BIC y cuenta con la máxima protección, realizando fotografías y analizando el objeto de la denuncia. En su argumentación, hace mención al precepto recogido en el párrafo segundo del apartado 2 del artículo 33 de la Ley de Patrimonio Histórico Andaluz: «Se prohíbe también toda construcción que altere el carácter del inmueble o perturbe su contemplación». La Comisión no entra a valorar el carácter «temporal» de la instalación, destinada a atender a los peregrinos durante el Año Jubilar de la Misericordia y que, posteriormente, serviría de espacio de trabajo para los empleados mientras duren las obras de restauración del retablo.
Patrimonio también entiende que el quiosco no supone ninguna mejora en la percepción del gran atrio monumental del Santuario, sino más bien al contrario: «Lo ilegalmente instalado es un elemento extraño que menoscaba la propia importancia y valoración del espacio original, al tiempo que puede alterar la función propia para la que fue establecido». Sí coinciden los técnicos al afirmar que la actuación es reversible y que no ha supuesto la destrucción de ninguno de los elementos constructivos existentes previamente. Con todo ello entienden, «que no debe legalizarse y que lo procedente es ordenar su desinstalación o desmontaje». Además se incoará el correspondiente expediente sancionador como dicta la ley.
Julio Mayo valoró el acuerdo: «Me doy por satisfecho con la retirada. Es un edificio protegido y mi propósito es defender lo que marca la ley. En ningún momento he reparado en que podía conllevar una sanción económica, algo que no me satisface».